viernes, 26 de septiembre de 2025

El Empecinado en Pío Baroja

 



El nombre de Juan Martín Díez, conocido en la historia como el Empecinado, resuena en la memoria colectiva como uno de los símbolos más firmes de la resistencia popular frente a la invasión napoleónica. Hijo de un humilde campesino de Castrillo de Duero, soldado hecho a fuerza de necesidad y coraje, este hombre de origen modesto se convirtió en leyenda por la obstinación con que combatió al invasor y por la singular coherencia con que defendió sus convicciones, incluso cuando ello lo llevó a la desgracia final. Su figura, áspera y magnética, ha atraído la atención de historiadores, novelistas y ensayistas, que han visto en él no solo al guerrillero indomable, sino al emblema de una España viva y rebelde.

Entre quienes se ocuparon de su memoria, ocupa un lugar singular Pío Baroja. El escritor vasco, miembro destacado de la Generación del 98, no se acercó al Empecinado desde el punto de vista del historiador profesional, sino desde la sensibilidad del narrador y del ensayista que busca, en las vidas pretéritas, reflejos de su propia visión del país. La España que Baroja recorre en sus libros —contradictoria, desgarrada, heroica y a la vez trágica— encuentra en la figura del guerrillero castellano un espejo de sus tensiones y de sus grandezas.

Baroja fue un escritor fascinado por los hombres de acción, por las existencias intensas que condensan en su biografía el pulso de una época. Entre sus páginas aparecen guerrilleros, aventureros, conspiradores, forajidos y caudillos populares, a quienes otorga una dimensión literaria que trasciende lo puramente anecdótico. El Empecinado, con su obstinación y su destino, no podía faltar en ese panteón barojiano. Pero lo interesante no es solo la atención que Baroja le presta, sino la manera en que lo presenta: con una mezcla de admiración, distancia crítica y ese tono sobrio, despojado de retórica, que caracteriza su estilo.

El presente libro, al reunir los textos en que Baroja habla del Empecinado, cumple una doble función. Por un lado, rescata del conjunto de la vasta obra barojiana aquellos fragmentos en que la memoria del guerrillero castellano aparece viva, ya sea en novelas, ensayos o evocaciones históricas. Por otro, invita al lector a contemplar cómo la mirada de un escritor del 98 —escéptico, desengañado, pero sensible a la energía vital— dialoga con un héroe de la Guerra de la Independencia, cargado de romanticismo y de dramatismo.

Esta confluencia no es casual. Baroja, que tantas veces diagnosticó las flaquezas de España, también supo reconocer sus momentos de grandeza, aquellos en que la voluntad popular se alzó contra fuerzas aparentemente invencibles. En el Empecinado vio algo más que a un guerrillero: percibió la encarnación de una tenacidad colectiva, de una dignidad que no se resigna a la derrota. Pero, fiel a su estilo, no lo mitificó ni lo convirtió en estatua marmórea; lo retrató en su condición humana, con sus luces y sombras, como hombre rudo, testarudo y leal, víctima al final de la ingratitud política y de la violencia fratricida.

El lector hallará en estas páginas no un tratado exhaustivo ni una biografía completa, sino un mosaico de voces barojianas que, al referirse al Empecinado, nos revelan tanto del guerrillero como del propio Baroja. Es, en cierto modo, un doble retrato: el del héroe castellano y el del novelista que lo evoca desde su peculiar visión de la historia. Y es también una invitación a volver sobre la figura del Empecinado, a reconocer en él no sólo a un personaje del pasado, sino a un símbolo de la resistencia frente a la injusticia y la opresión, en cualquier tiempo y lugar.

La labor de rescatar y reunir estos textos tiene un valor especial. En una época en que la memoria histórica se fragmenta y se dispersa, disponer de un corpus que muestre la mirada de un gran escritor sobre un héroe nacional ofrece al lector una herramienta de reflexión y de goce literario. Quien se acerque a este volumen podrá no solo aprender algo más sobre el Empecinado, sino también redescubrir la prosa ágil, incisiva y honesta de Baroja, que sigue hablándonos con sorprendente actualidad.

Sea, pues, este libro un puente entre dos nombres ilustres de nuestra historia y de nuestra literatura. Que el ejemplo de Juan Martín Díez, convertido en emblema por su constancia y sacrificio, y la pluma de Pío Baroja, que supo dotar de sentido narrativo a la historia española, se encuentren aquí para el disfrute y la reflexión del lector. Y que, en el diálogo entre ambos, hallemos también un modo de pensar nuestro presente: con la memoria de los que lucharon, con la mirada crítica de los que escribieron, y con la conciencia de que la historia, como la literatura, es siempre una invitación a la libertad.


Se puede adquirir en Amazon. 

jueves, 25 de septiembre de 2025

Claudia Cardinale

 Como homenaje a Claudia Cardinale, incluyo el artículo de Manuel Román que ha aparecido en Libertad Digital:

 



Claudia Cardinale, la leyenda del cine italiano que rechazó a Alain Delon y a Marlon Brando

 Trabajó con los directores y los actores más importantes del momento. Apareció en la portada del álbum de Bob Dylan "Blonde On blonde".

Trabajó con los directores y los actores más importantes del momento. Apareció en la portada del álbum de Bob Dylan "Blonde On blonde".

Tenía una belleza sensual, una anatomía espectacular, y una peculiar voz ronca, razón por la que doblaron sus películas, hasta que llegó Federico Fellini, convirtiéndola en su musa y rompiendo esa costumbre. Claudia Cardinale es una de las ya pocas leyendas del cine italiano (vive afortunadamente Sofía Loren, nonagenaria). Su desaparición acaba de suceder, cuando ya llevaba un decenio alejada de los estudios cinematográficos, en su residencia de París, cumplidos los ochenta y siete años. Con una vida intensa en la pantalla y fuera de ella: era acosada por muchos hombres aunque sólo estuvo enamorada de uno.

Claude Josephine Cardin había nacido el 15 de abril de 1938 en La Goulette, Túnez, de padre siciliano y madre francesa, cuando este país era un protectorado de Francia. Era entonces francesa e italiana. Conforme la adolescente se iba transformando en lo que en España se conoce, coloquialmente, como "una mujer de bandera", llamó la atención del jurado de Miss Túnez 1957, recayendo en Claudia ese galardón.

Un grave incidente la sumió, cuando aún no había cumplido los dieciocho años, en un lamentable estado, tras ser violada por un adulto, desconocido. Siniestro episodio de su vida que jamás pudo olvidar: la marcó para siempre. Porque no sólo sufrió lo indecible con el suceso, sino que nueve meses más tarde tuvo un hijo: no quiso abortar. Lo tuvo en una clínica de Londres. Le impusieron el nombre de Patrizio, aunque también se le conoció como Patrick. A quien ocultó ser su madre cuando ya alcanzó el uso de razón, diciéndole Claudia que era su hermana mayor. Con ese misterio transcurrió mucho tiempo hasta que reveló la verdad, en 1985, coincidiendo con la publicación de su autobiografía: "Yo Claudia, tú Claudia".

Aquel título de belleza conseguido en Túnez a Claudia le sirvió para trasladarse a Roma e iniciar su carrera en el cine, donde competiría, tras sus primeros intrascendentes papeles, como en Rufufú, nada menos que con tres bellezas imponentes: Sofía Loren, Gina Lollobrígida y Virna Lisi.

Quien se convirtió en una especie de Pigmalión fue el productor Franco Cristaldi, que le proporcionó paulatinamente películas hasta llevarla a lo más alto del cinema italiano. En el plano íntimo, se enamoró de Claudia hasta contraer matrimonio en 1966. No tuvo inconveniente Franco en adoptar a Patrick como hijo propio, tras la confesión que le hizo ella de aquella dramática violación del pasado. Al margen de cuanto, insistimos, hizo él por elevarla a diva de la pantalla, acabaron mal nueve años después de su boda, separándose en 1975. Circularon rumores de que fue una decisión de ella, tal vez engañada por alguna infidelidad o por otras razones. El caso es que desde entonces, Cristaldi hizo lo posible por vengarse, denigrarla públicamente, tratando de hundirla para siempre como estrella cinematográfica. Y eso no lo consiguió porque Claudia Cardinale ya había volado muy alto.

La filmografía

La filmografía de Claudia es amplia, superando un centenar de títulos, de los que apuntamos los más sobresalientes, bien por su calidad o por ser taquilleros. Puede que el más relevante fuera El Gattopardo, de 1963, con un reparto encabezado por Burt Lancaster. El galán era Alain Delon, al que ya conocía cuando rodaron Rocco y sus hermanos con el mismo director: Luchino Visconti. Se decía que entre el genio italiano y el guapísimo actor francés existía una relación que sobrepasaba la puramente profesional. Claudia contó lo que sigue:

"Tenían una relación cercana y en cierto modo ambigua, y el director animaba a Alain para que me cortejara, seguro de que caería en sus brazos. Visconti me pidió que le diera un beso en francés, o sea que con la lengua. Y nunca acepté". Fue luego inútil, para complacer a Luchino, tratara de conquistarla, porque ella lo rechazó sin contemplaciones, aunque fingiera desde entonces ser amiga suya. Consciente de que era un símbolo sexual y tras cada día, "al terminar el rodaje, yo contemplaba la fila de mujeres dispuestas a vender su alma por pasar una noche con él".

 

Hubo, por cierto, otros actores afamados que trataron de encamarse con ella. Uno fue Marlon Brando, que estando en Roma en 1967 hizo todo lo posible porque lo acompañara a su "suite", sin lograr tamaño propósito. Mucho más tarde, ella diría estar arrepentida por no haber caído en los brazos del protagonista de El padrino.

"Mastroianni también lo intentó – recordaría Claudia – cuando rodamos Ocho y medio con Fellini, mas nunca caí en esa tentación. ¿Alberto Sordi? Simplemente me divertí muchísimo a su lado cuando nos marchamos a Australia a hacer una película juntos. En verdad, por muchos hombres que me pretendieron sólo hubo uno del que estuve enamorada, el único: el director Pasquale Squitieri". Pero no se casaron y fueron pareja desde 1975, acabado su entonces ya desgraciado matrimonio, hasta 2003. Fueron padres de una niña, Claudia. Que no hubiera enlace entre ellos sin duda fue porque Pasquale ya tenía esposa y tres hijos y por las razones que existieran no llegaron a legalizar su relación.

Prosiguiendo recuerdos de sus mejores filmes, citamos El fabuloso mundo del circo que se rodó en Madrid con un excepcional protagonista: John Wayne. Las escenas tuvieron lugar en el parque del Retiro. Los productores consiguieron permiso de las autoridades para que el estanque fuera totalmente vaciado. Y ya encima fue donde se instaló la zona circense. Aquello acaeció en 1964.

La chica de la maleta fue otra interesante cinta en la que participó Claudia. Y en 1978, cuando su nombre ya iba un tanto desvaneciéndose de los grandes repartos, intervino en Fitzcarraldo, de Werner Herzog. Si no por el éxito, pues la crítica no la consideró en general de su agrado, citamos Las petroleras, otra película que Claudia Cardinale hizo muy gustosa, porque compartió protagonismo con su admirada Brigitte Bardot. La prensa de la época, 1971, jugó con sus iniciales abreviadas, así: B.B enfrentada a C.C. Todo ello porque en una de las secuencias se peleaban con auténtica furia. Las petroleras se filmó en Almería en la mayoría de las secuencias.

En la llamada "Capital española del cine", sobre todo del género western, estuvo Claudia Cardinale en otra ocasión, año 1968, para rodar Hasta que llegó su hora, a las órdenes de Sergio Leone, en el personaje de una prostituta que abandona un hotel supuestamente de Nueva Orleans, acabando como una heroína del matriarcado norteamericano. Allí, en Almería, confesó sentirse muy contenta. Tuvo un simpático y generoso gesto: aceptó presidir una de las mesas petitorias en una jornada a favor de la lucha contra el cáncer.

Si con Brigitte nunca tuvo problemas, aun siendo una conflictiva mujer, sobre todo con los periodistas (doy fe porque estuve con ella y sólo entrecrucé un par de frases, mientras me decía que si no la dejaba en paz se iba de Marbella), en cambio Claudia confesó que Mónica Vitti era casi una enemiga "porque no aceptaba que ninguna otra actriz, como yo, le hiciera sombra".

Hubo una temporada en la que Claudia Cardinale se cansó de trabajar en el cine europeo, donde se la trataba casi siempre como un "sex-symbol" dejando de lado el talento del que ella hizo gala.

En Hollywood no tuvo éxito

Intentó abrirse camino en Hollywood, pero la experiencia no le fue del todo afortunada. Culpa de ello es que no hablaba inglés y si lo intentó no fue suficiente para que en Hollywood la tuvieran en cuenta. Entre las películas que rodó allí estaba una de las secuelas de La pantera rosa, con un siempre elegante y displicente David Niven, quien tras conocerla, la piropeó del siguiente modo": "Después del descubrimiento de los espaguetis, tú eres la mayor invención italiana".

A título anecdótico, la notoriedad de Claudia Cardinale traspasó su profesión de actriz, al aparecer fotografiada en la portada del álbum de Bob Dylan "Blonde On blonde". Al cabo de cierto tiempo, esa imagen se retiró del disco. Imaginamos tras la oportuna acción judicial de un abogado de C.C. Y es que Claudia Cardinale tenía ya ganado un indiscutible prestigio obtenido tras ser dirigida por los más destacados realizadores: aparte del ya citado Fellini y Visconti, Bolognini, Zurlini, Monicelli y tantos otros.

Las últimas películas de C.C. ya fueron en los primeros años del nuevo siglo XXI. Una de ellas, fechada en 2012, por Fernando Trueba, El artista y la modelo. Y otras: La isla del perdón y Todos los caminos conducen a Roma. Ya en ese decenio, retirada por completo de su actividad, la vi en el madrileño Retiro firmando ejemplares de uno de sus libros. Su rostro evidenciaba el inexorable paso del tiempo pero todavía vislumbré el brillo de su mirada y la amplia sonrisa que tantas veces iluminó la pantalla.

Ha muerto en París, donde vivía en los últimos años. Aunque adoraba Roma y tuvo el privilegio de tener una lujosa vivienda en la histórica Vía Appia, prefería residir en la capital francesa donde, aun siendo aún recordada, gozaba de mayor intimidad. Sus dos hijos (Patrick, arquitecto y Claudia dedicada al mundo del cine) estuvieron junto a ella antes de expirar. Cabe añadir que aparte de su legado cinematográfico tuvo una actividad reivindicativa apoyando los derechos de la mujer y de los homosexuales.

domingo, 14 de septiembre de 2025

en el Heraldo de Soria

 

Heraldo de Soria, 14 de septiembre de 2025

https://www.heraldodiariodesoria.es/soria/250914/202767/escritor-vasco-escribe-sobre-soria-sobre-politico-liberal-ejecutado-martir-libertad.html

El escritor vasco que escribe sobre Soria, ahora sobre un político liberal ejecutado: «Fue un mártir de la libertad»

José Andrés Álvaro, tras dedicar un libro a Dionisio Ridruejo, quiere dar a conocer la figura de Santiago Manzanares

José Andrés Álvaro ha escrito un libro sobre la figura de Santiago Manzanares.

Verónica Reglero

 

Tras ‘La flecha que me asignó Cupido’ (2017) y ‘Dionisio Ridruejo, un soriano en el corazón del Estado’ (2025), el profesor José Andrés Álvaro Ocáriz, nacido en San Sebastián, ha publicado un nuevo libro de temática soriana. En este caso, acerca al lector la vida del militar liberal soriano Salvador Manzanares, nacido en Bretún en 1788 y ejecutado en Estepona (Málaga) en 1831. El título de la obra: ‘Santiago Manzanares, mártir de la libertad’.

 

Todo comenzó, explica su autor, «al escribir el libro sobre Dionisio Ridruejo. Hice una excursión por Tierras Altas y caí en Bretún para visitar la Fundación Vicente Marín donde me hablaron de la figura de Salvador Manzanares». A partir de ahí, «empecé a investigar sobre su vida y decidí que había que darlo a conocer» apuntando que «nos olvidamos de figuras importantes que han salido de Soria haciendo un flaco favor a la historia de la provincia».

 

José Andrés Álvaro explica que «además de la documentación de la Fundación Vicente Marín encontré dos asociaciones en Málaga que realizan recreaciones históricas que recuerdan, entre otros episodios, que Manzanares murió allí. Además, era muy amigo del general José María Torrijos».

 

El autor explica que «Salvador Manzanares Fernández fue un militar liberal soriano cuya vida resume los ideales, fracasos y esperanzas del movimiento liberal de la primera mitad del siglo XIX». No en vano, continúa, «nació en pleno reinado de Carlos III, y fue ejecutado en Estepona tras un intento desesperado de insurrección contra el absolutismo de Fernando VII» por lo que, en su opinión, «Manzanares representa la figura del héroe trágico cuya fidelidad a unos principios le condujo a la muerte».

 

Con esta obra, asevera, «me gustaría rescatar del olvido la figura de Salvador Manzanares, reconstruyendo su trayectoria vital e ideológica». El objetivo, apostilla, «es realizar una aproximación biográfica, histórica y crítica, que pretende situar al personaje dentro del complejo entramado político de su tiempo, pero también poner de relieve la dimensión simbólica de su acción: la resistencia liberal como acto de fe en la libertad frente al autoritarismo institucionalizado».

 

Y es que Manzanares «fue contemporáneo de acontecimientos decisivos como la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), el Trienio Liberal (1820-1823) y la posterior década absolutista, dominada por la represión, el exilio y las conspiraciones». Y fue más allá ya que, según hace hincapié Álvaro, «en cada uno de estos escenarios, Manzanares no fue un mero espectador, sino un actor comprometido que sufrió prisión, exilio y finalmente la muerte».

 

La obra se estructura en siete capítulos, que abordan cronológicamente las etapas principales de su vida: su juventud; su participación en la Guerra de la Independencia y su cautiverio en Francia; el exilio forzado por su vinculación con la masonería; su participación en el Trienio Liberal; la represión absolutista y su huida a Gibraltar; los preparativos y ejecución del intento insurreccional de 1831 y, por último, su legado y memoria.

 

Desde una perspectiva histórica, «Salvador Manzanares representa la complejidad y las contradicciones del liberalismo español en su primera etapa. No fue una figura central en la política nacional ni alcanzó notoriedad en los círculos de poder, pero su relevancia radica en encarnar la lucha provincial contra el absolutismo».

 

Manzanares «no sólo combatió en el campo de batalla, sino que supo integrar la acción directa con la construcción de redes políticas clandestinas convirtiéndolo en un ejemplo del liberalismo insurgente, que supo aprovechar tanto las armas como las ideas para desafiar a un sistema político opresivo», concluye el autor.

 

jueves, 4 de septiembre de 2025

Salvador Manzanares en la prensa soriana


 

https://elmirondesoria.es/provincia/noticias/un-libro-rescata-la-figura-del-militar-liberal-soriano-salvador-manzanares

El Mirón de Soria, 2 de septiembre de 2025

Un libro rescata la figura del militar liberal soriano Salvador Manzanares


Desde Soria, 2 de septiembre de 2025

 

https://www.desdesoria.es/articulo/noticias/jose-andres-alvaro-ocariz-aborda-vida-militar-liberal-soriano-salvador-manzanares-ultimo-libro/20250902101238873083.html

 

José Andrés Álvaro Ocáriz aborda la vida del militar liberal soriano Salvador Manzanares en su último libro

Se trata de una aproximación biográfica, histórica y crítica, que pretende situar al personaje dentro del complejo entramado político de su tiempo, pero también poner de relieve la dimensión simbólica de su acción

miércoles, 3 de septiembre de 2025

En Palma de Mallorca

Con motivo del Día de la Independencia de Ucrania, tuve el placer de ser invitado por el Consulado honorario de Ucrania en Palma de Mallorca para hablar de los libros que he escrito sobre Taras Shevchenko y Lesya Ukrainka.

Muchas gracias por las atenciones que tuvieren conmigo.


 



Si alguna asociación ucraniana desea programar alguna de las actividades que tengo preparadas, ya sabe que me tienen a  su entera disposición.

Si alguien desea adquirir ejemplares de mis libros de temática ucraniana, lo puede hacer a través de Amazon.











domingo, 31 de agosto de 2025

Más sobre Manzanares


 

Otro artículo sobre Salvador Manzanares

 




Bretún recupera la figura de Salvador Manzanares, héroe de la Guerra de la Independencia y ministro de Gobernación.

 

La Fundación Vicente Marín trabaja en dar a conocer a este soriano, nacido en Bretún en 1788 y cuyo nombre figuró en las Cortes de Madrid junto con otros personajes ilustres de la contienda que libró a España de la invasión francesa.

Salvador Manzanares Fernández, nacido en Bretún el 18 de enero de 1788, fue ministro de Gobernación (equivalente al de Interior) del Reino de España en 1823. Hijo del médico Francisco de Sales Manzanares, destinado a Bretún, y de Águeda Fernández de la Magdalena, ingresó en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares en 1805.

Tras la ocupación francesa de 1808, se dirigió con su unidad a la zona libre de Valencia, desde donde organizó la resistencia frente al ocupante. Incorporado al ejército del general Castaños, se enfrentó a los franceses en la localidad navarra de Tudela, donde fue hecho prisionero y deportado a Francia. En 1812 logró huir de su cautiverio y regresó a la Península, donde desarrolló una activa labor en la definitiva expulsión de las tropas francesas.

La vuelta al trono de Fernando VII supuso que fuese perseguido en España por sus ideas liberales y que tuviera que huir al país galo. Tras el triunfo del pronunciamiento liberal de Riego, en 1820, regresó del exilio y proclamó en Pamplona la Constitución liberal de Cádiz junto a Espoz y Mina.

Durante el llamado Trieno Liberal fue tesorero del Ejército de Cataluña y editor del periódico 'El Indicador Catalán'. También fue jefe político de Valencia y presidente de la Real Sociedad Económica de Amigos del País Valenciano. En 1823, en plena invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis, que tenía como objeto restaurar la monarquía absolutista en España, Manzanares fue nombrado por el Gobierno liberal legítimo ministro de Gobernación (Interior), cargo que ocupó hasta la rendición del Gobierno liberal, sitiado en Cádiz.

Gibraltar

Desde Gibraltar, donde se había refugiado, Manzanares viajó a Inglaterra, donde vivió como exiliado hasta 1829, cuando que regresó al peñón para colaborar con el general Torrijos en la restauración del liberalismo en España. En febrero de 1831 entró Manzanares en España al frente de un puñado de hombres. Hostigado por fuerzas gubernamentales, el 7 de marzo cayó en una emboscada y murió de un disparo, en las proximidades de Estepona (Málaga). Los restos mortales de Manzanares y de sus compañeros de armas reposan en el cementerio de la localidad andaluza.

Tras la muerte de Fernando VII, el nombre de Manzanares fue colocado en un lugar de honor del hemiciclo de las Cortes, junto a Torrijos, Mariana Pineda y Espoz y Mina. La malagueña asociación 'Manzanares -Estepona 1831' conmemora anualmente la figura del bretunense con una recreación histórica de su muerte violenta.

Fundación Vicente Marín

Actualmente, gracias a la mediación de la Fundación Vicente Marín, Bretún estará asociado a partir de ahora a estas celebraciones, así como a la reivindicación de la figura de este importante personaje histórico originario de Tierras Altas.

Fruto de las investigaciones llevadas a cabo por el historiador Ramón Jiménez Fraile, ha podido identificarse en Bretún el lugar de nacimiento de Manzanares, en uno de cuyos muros fue hallado una pistola de la época.

La intención de la Fundación Vicente Marín es dar a conocer a partir de ahora la figura de Salvador de Manzanares, un personaje soriano de trascendencia histórica, injustamente olvidado.

sábado, 30 de agosto de 2025

Artículo sobre Salvador Manzanares

 


Salvador Manzanares, historia de un héroe

Su vida podría haber inspirado más de una novela o guion cinematográfico, con varias fugas, guerra y exilio

 

José María GuerreroLa Huella De Salduba

Estepona

31/10/2023 05:30 Actualizado a 31/10/2023 09:18

Estamos acostumbrados a creer que los derechos y libertades de los que disfrutamos hoy, son inherentes a nuestra propia existencia. 

En base a esta creencia, padecemos la mala memoria necesaria para olvidar a los defensores de aquel puñado de preceptos que, expuestos sobre el papel, formaron las primeras constituciones, las primeras cartas magnas que otorgaban valor a la vida de hombres y mujeres, a sus necesidades y a sus sueños, simplemente, porque eran propietarios del derecho. 

Muchos de aquellos defensores murieron por sus creencias. Sus nombres, a menudo, resuenan por calles y plazas, de boca de colectivos culturales que procuran rescatarlos del olvido. Vienen a mi memoria ilustres como Rafael de Riego, Fernández Golfín, Mariana Pineda, José María de Torrijos o Salvador Manzanares.

La vida de Salvador Estanislao Manzanares Fernández podría haber inspirado más de una novela o guion cinematográfico. Nacido en Bretún (Soria), el 18 de enero de 1788, hijo del médico Francisco de Sales Manzanares y Águeda Fernández de la Magdalena, ingresaría en la carrera militar, en Infantería, para incorporarse posteriormente a la Academia de Ingenieros en Alcalá de Henares. 

Allí comenzaría su cercana amistad con José María de Torrijos, de la que conservamos evidencias de su puño y letra, refiriéndose a este como "amigo querido" y en las que se cita la cercana relación que las esposas de ambos mantenían. 

Fue amigo de José María de Torrijos, de lo que existen evidencias de su puño y letra

Según su expediente militar, custodiado en el Archivo Militar General de Segovia (AMGS), estando en la villa de Alcalá de Henares, en el Regimiento Real de Zapadores Minadores, tendría noticia de los levantamientos del 2 de mayo de 1808 en Madrid y del intento napoleónico de controlar los cuerpos militares de España, por lo que Manzanares iniciaría una fuga hacia Levante, para unirse a la resistencia del Ejército español.

Marcharía con las tropas españolas a luchar contra los invasores franceses en Tudela donde, en la famosa batalla, caería preso el 23 de noviembre de 1808 y sería recluido en Dijon (Francia), escapando del cautiverio en aquella ciudad. 

Atrapado cerca de la frontera española, fue conducido al castillo de Joux, próximo a Suiza, fortaleza de la que también escaparía, junto con varios reclusos, perforando el techo y descolgándose con unas sábanas por los muros (Álvarez Vázquez, M.: Salvador E. Manzanares Fernández (1788-1831): Datos biográficos para entender la insurrección liberal de 1831 en el Campo de Gibraltar. Instituto de Estudios Campogibraltareños. Almoraima, 2001).

En junio de 1812 consigue volver a España e integrarse en el Ejercito de Catalunya y después en el de Aragón. En 1815 es ascendido a teniente coronel de Infantería, ingresando en el Estado Mayor del Ejército como comisionado para la vigilancia de los movimientos de Napoleón en Francia (AGMS). 

Volvería a Madrid en 1816 para contraer matrimonio con María Mercedes de Guilleman, hija del fallecido Fernando Justo Antonio de Guilleman, miembro del Consejo de Su Majestad, desempeñando distintas funciones en las Secretarías de Estado y de la Guerra. 

La joven era nieta de Antonio Adrián de Guilleman, natural de Flandes, donde poseía señoríos y vasallajes. Del matrimonio nacería una única hija (dato que se confirma en la Revista Nacional, edición del 17 de octubre de 1836). Permanecería en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares, como profesor, desde 1817.

Con el pronunciamiento de Rafael de Riego, el primero de enero de 1820, en el pueblo sevillano de Las Cabezas de San Juan, la vida militar y política de Salvador Manzanares cambiaría para siempre. 

Posicionado del lado de los llamados liberales, reclamaría la vigencia de la Constitución de 1812 y el fin del Antiguo Régimen en España. Nunca mostró simpatizar con los valores republicanos, pero sí con los del parlamentarismo, defendiendo la necesidad de que el poder, emanado de la nación y no del rey, tomase forma en unas Cortes Generales, que se elegirían mediante sufragio censitario. 

Posicionado del lado de los liberales, reclamaría la vigencia de la Constitución de 1812 y el fin del Antiguo Régimen en España

Este posicionamiento lo llevó a un breve exilio en Francia, en 1819, hostigado por el Tribunal de la Santa Inquisición, que conocía sus tendencias liberales. Fernando VII aceptaría la Constitución en marzo de 1820 y la juraría el 9 de julio de aquel año. 

Salvador Manzanares se incorporaría al Ejército de Catalunya, del que sería reclamado a Madrid para formar parte de a la Junta de Organización de la Milicia Nacional, un cuerpo de orden público que serviría a la causa liberal. Participaría en acciones para frenar a los sediciosos que se alzaban contra el Gobierno constitucional del Trienio Liberal, como en el caso del conocido "cura Merino". Sería nombrado jefe político de Valencia en 1822.

En 1823, con los ejércitos de los Cien Mil Hijos de San Luis cruzando España, por llamado de Fernando VII, que pretendía restaurar el absolutismo, Manzanares ocuparía cargos como ministro de Guerra, brevemente, o de Gobernación, con la distinción de "secretario de Estado y del Despacho de la Gobernación de la Península". 

En los momentos finales del Trienio Liberal, sitiado el Gobierno en Cádiz, sufriendo una segunda invasión francesa de España, dos en quince años, se producirían conocidas comunicaciones entre Manzanares y Torrijos, este último, defendiendo Cartagena ya prácticamente sin recursos económicos. 

Años más tarde, la viuda de Torrijos, Luisa Sáenz de Viniegra, daría muestras de la profunda amistad y compañerismo entre su esposo y Manzanares, en la obra Vida del General D. José María de Torrijos Uriarte, publicada en Madrid, en 1860.

Con la rendición de los liberales y ante la falsa promesa de perdón general de Fernando VII, que se tornó en una persecución de todo opositor al Antiguo Régimen, Manzanares sería detenido en Sevilla en marzo de 1826 y conducido a Madrid. 

De este cautiverio lograría, una vez más, fugarse, en noviembre de aquel año. Desconocemos si contó con la colaboración de antiguos compañeros que, además, podrían haber entorpecido su encausamiento, generando retrasos en la emisión de informes respecto a su conducta como agente liberal (AGMS). Manzanares deberá entonces exiliarse, iniciando un probable periplo que lo llevaría a Lisboa, Londres y Gibraltar.

Desde Gibraltar y con Torrijos en la ciudad, prepararía la insurrección. Se conoce la presencia del exministro de la Gobernación de España en la colonia desde 1828. 

Con la caída del absolutismo en Francia y la entronización de Luis Felipe de Orleans como monarca constitucional, la nueva revolución liberal ganaría alas y Manzanares se lanzaría a la batalla por la Constitución española. Partiría, en repetidas ocasiones, con la intención frustrada de sublevar Algeciras y sin posibilidad de asaltar La Línea de la Concepción, tomaría Los Barrios la noche del 21 de febrero de 1831, pronunciándose formalmente a favor de la Constitución. 

Desconocemos por qué no marchó hacia Vejer de la Frontera, donde le esperaban aliados. Optó por dirigirse hacia Estepona y las estribaciones serranas de Sierra Bermeja, camino de Ronda. Quizás pensaba capitanear la serranía desde su cabecera, para la que Torrijos había destinado fondos en pro de su adhesión a la causa liberal. 

Lo cierto es que una conjura de alcaldes absolutistas y fuerzas realistas de la zona, impulsados por Andrés Masegosa, haría caer sobre Manzanares y sus hombres la hueste comandada por el teniente coronel Ildefonso Matilde Monasterio. 

Manzanares no moriría en batalla en el puerto de Babonaque, lo haría asesinado por un cabrero de apellido Gil, en el paraje de La Romera, donde estaba refugiado con algunos de sus hombres, esperando un transporte pactado para regresar a Gibraltar y rehacer sus fuerzas, el 7 de marzo de 1831. Su cadáver sería conducido, expuesto y sepultado en Estepona. 

Manzanares no murió en batalla, sino asesinado por un cabrero

Sus hombres morirían fusilados en la playa de la localidad pocos días después, muy cerca del arroyo de La Cala. Torrijos y sus hombres sufrirían un destino parecido en Málaga en diciembre de aquel mismo año. El joven esteponero Pedro Manrique estaba entre ellos. (Revista Ejército 958. Ministerio de Defensa, 2001).

 

En el patio primero del Cementerio Histórico de Estepona reposa Salvador Estanislao Manzanares Fernández, héroe y defensor de la patria, del primer modelo constitucional, junto con sus hombres, en un blanco y discreto mausoleo. 

Fue sepultado allí tras un entierro solemne celebrado seis años después de su asesinato. Escoltado por autoridades, militares y ciudadanos que acudieron a rendir su más sincero homenaje a los que, al fin, descansaban dignamente. 

Hoy son pocos los que recuerdan la hazaña de estos bravos. La Asociación Cultural Manzanares Estepona 1831 y algunos vecinos y amigos de este espacio histórico lo hacen. 

Con frecuencia adecentan y guardan, para la memoria de España y de las libertades civiles universales, este monumento, así como la memoria de Salvador Manzanares y sus hombres, celebrando cada año sus vidas y obra conjunta, por las calles y plazas de Andalucía, donde aún viven.