martes, 28 de junio de 2011



como donostiarra me congratulo de esta decisión que demuestra lo que hemos sido capaces de hacer durante estos años; a ver qué pasa ahora

domingo, 26 de junio de 2011

entrevista EL MUNDO, JUNIO 2011

Entrevista aparecida en el diario EL MUNDO

Antonio Tovar | Centenario de su nacimiento

100 años del filólogo que encontró el idioma de la paz

• Una biografía aborda la riqueza de su legado y su evolución demócrata
• El académico participó como autor, prologuista o traductor en 400 libros
• Conoció a personajes tan dispares como García Lorca o Hitler
• Tovar fue rector de la USAL y miembro de la Real Academia
• El profesor Ocáriz firma una biografía apoyado por el Ateneo de Valladolid

Miguel Ángel Vergaz | Valladolid

Aquel grito de Millán Astray contra el intelectual de su propio bando Miguel de Unamuno: "¡Muera la Cultura!" tiene una triste fama. Pero resulta menos conocido que con Antonio Tovar, una de las más grandes figuras intelectuales del siglo XX en España, se estuvo a punto de pasar de las palabras a los hechos.
Un día de 1937, cuando era jefe de Propaganda de la Falange en Valladolid, se encontraba en el Café del Norte en la Plaza Mayor de la ciudad y uno de los pistoleros de su partido, airado por la falta de apoyo de Tovar a unos artículos que había escrito, le disparó hiriéndole de gravedad en piernas y vientre. El agresor nunca fue juzgado.
Se cumplen cien años del nacimiento del estudioso vallisoletano Antonio Tovar, que logró sobrevivir a aquellas heridas y completar 74 años de vida. Y de qué modo. Si aquel bárbaro hubiera logrado su mortal objetivo habrían caído, en uno, varios hombres.
Está el testigo de un siglo que conoció a personajes tan dispares como Lorca o Hitler. El hombre que dejó su firma en 400 libros de filología, filosofía y literatura como autor, traductor o prologuista. El rector de la Universidad de Salamanca a la que llevó la luz del porvenir en años oscuros de dictadura. El miembro de la Real Academia que defendió con pasión la entrada de Miguel Delibes y Rosa Chacel. El profesor al que sus alumnos -repartidos por Europa, Iberoamérica y Norteamérica- recuerdan como una figura central de sus vidas. El esposo, padre de cinco hijos y amigo bondadoso de docenas de amigos. Y la figura pública que encarnó la sincera evolución desde el franquismo hasta la convicción democrática más profunda.

Fidelidad y homenaje

Fidelidad es el título de la biografía de Antonio Tovar escrita por el profesor donostiarra José Andrés Álvaro Ocáriz que espera, en breve, su paso por imprenta, tras anticiparlo en una conferencia en un homenaje del Ateneo de Valladolid. El título alude, según su autor, a la firmeza en las propias creencias y criterio frente a las convulsiones de la Historia.
El desafío de seguir a Tovar, tanto en su vida como en su obra, no es asunto menor.
A los pocos años de su nacimiento (Valladolid. 1911) su padre, notario, se muda a la localidad vasca de Elorrio y el niño, asombrado por el euskera hablado de sus compañeros de juego, sintió la primera vocación por los idiomas y su estudio. En los años 30, de vuelta a Valladolid, se convierte en el presidente de la republicana Federación Unificada de Estudiantes e invita a García Lorca y sus compañeros de La Barraca a la Universidad. Antonio Tovar lo evoca en uno de sus últimos libros, Ancha es Castilla, como uno de los momentos más luminosos de su juventud.
Pero, en apenas tres años, en 1935, el escenario es bien distinto: Tovar se encuentra en Alemania y se siente fascinado por el nacionalsocialismo y su promesa de progreso más allá de izquierdas y derechas. Las lecturas de Primo de Rivera hacen el resto: vuelve a una España en guerra como falangista. Y como tal progresó. Fue el primer director de Radio Nacional; corrigió en persona el último parte de guerra de Franco en que se da por cautivo al ejército rojo y, en 1940, forma parte del séquito, como traductor, del encuentro de Hitler y Franco en Hendaya.

Su obra, 'Vida de Sócrates'.

Pero hay algo más profundo que no funciona. Mientras traduce y corrige a Franco, mientras escucha las consignas entusiastas de su amigo, el intelectual falangista Dionisio Ridruejo, también escribe el que sería su libro más popular: Vida de Sócrates. Trabaja de manera constante "en los campos desolados de la Guerra Civil" o en un sótano donde se refugia de los bombardeos británicos en Berlín. Escribe, confiesa, "necesitado de la luz de la razón que, románticamente, había creído posible menospreciar". Y siempre fue fiel a esa revelación. De hecho, si hacemos trampas y vamos a las páginas finales de su biografía, podría parecer que estamos ante otra persona.
El 23 de febrero de 1981, los golpistas intentan acabar con la joven democracia española. Dos meses más tarde Antonio Tovar forma parte de una coordinadora por la libertad, la democracia y la constitución. Y al poco encabeza una manifestación por la paz, el desarme y la libertad. Ese mismo año, la Fundación FSV de Hamburgo le concede el Premio Goethe por su labor de acercamiento entre los pueblos.
"Pudo ser lo que hubiera querido en el franquismo y sencillamente, dijo no", señala Álvaro Ocáriz.

Volcado en la docencia

La primera decisión de esa nueva vida fue contraer matrimonio, en 1942, con Consuelo Larrucea, una vitoriana que conoció en Valladolid, mujer excepcional con la que tuvo cinco hijos y una complicidad tal que supo concluir sus trabajos pendientes a la muerte de Tovar.
La segunda fue dedicarse a la docencia. Entra en la Universidad de Salamanca para enseñar lenguas clásicas. En 1951 accede a su rectorado y, cinco años más tarde, ante la purga emprendida por el régimen sobre el mundo universitario, renuncia a ella y comienza una andadura profesional que le mantiene fuera de España, en destinos tan diversos como Tucumán e Illinois. En 1965 intenta asentarse en Madrid. Pero la dictadura carga contra la libertad en las cabezas de Tierno Galván, García Calvo y Aranguren. Dimite en solidaridad y no volverá a su cátedra de Madrid hasta la democracia.

Mientras, el bagaje académico es inmenso. Domina una docena de idiomas. Puede publicar en alemán e inglés. Aparece su monumental Catálogo de las Lenguas de América del Sur, hoy todavía referencia indispensable. En el año 68, ingresa en la Real Academia.
Esa fue la hermosa venganza de Tovar para aquel pistolero, para todos los pistoleros. A su muerte, en 1985, le lloraron con las mismas palabras el ministro socialista de Cultura Javier Solana y el que fuera ministro del primer franquismo Ramón Serrano Suñer: España había perdido una de sus mentes más privilegiadas, "a un gran intelectual", y ellos, a "un amigo". El fruto de una vida buena, tal como entendían los clásicos.
Las últimas palabras de su Vida de Sócrates podría aplicarse a él mismo: "La fragilidad del destino del saber humano, la fatalidad histórica y la libertad genial, las profundas raíces del individuo más racional y exento: todo esto quisiéramos que resultara más claro después de leídas estas páginas". Así sea con la lectura de su vida.

miércoles, 15 de junio de 2011

nº 58 gaceta cultural ateneo de valladolid

Antonio Tovar, todo un maestro
Se cumple este año el centenario del nacimiento de este vallisoletano universal
José Andrés Álvaro Ocáriz Filólogo, investigador y lingüista

Es difícil resumir la vida de alguien como don Antonio Tovar en unas breves líneas. Cuando yo era estudiante recuerdo que me hablaron de Tovar como quien le dio trabajo a un Luis Michelena que había sido condenado a muerte, que impulsó los estudios de vasco en Salamanca y que escribió varios libros, algunos de los cuales leí.

Han pasado bastantes años desde entonces, casi veinte, y al llegar al centenario de su
nacimiento una entidad cultural de Guipúzcoa con la que tengo el placer de colaborar,
el Ateneo Guipuzcoano, me encargó que preparase una conferencia para conmemorar
tal evento. Consulté hemerotecas. Hablé a través del correo electrónico con una sobrina y dos hijos suyos y he ido descubriendo a alguien que, como indicaba en el título de este artículo, era todo un maestro.

Dicen, y creo que quien mejor nos lo podría explicar sería el propio Tovar, que la palabra maestro procede de la palabra «magis» de la que viene, por ejemplo, el adverbio de cantidad «más». Un maestro es una persona que sabe más que sus alumnos y que quiere, o debería querer, que sus alumnos y discípulos llegaran a disfrutar de su conocimiento como disfruta un buen maestro cuando descubre nuevos aspectos de la realidad y no los guarda para sí mismo, sino que está deseando
ponerlos en conocimiento de los demás, compartirlos.

Y así era Tovar. Y así lo recuerdan quienes estuvieron cerca de él en vida y siguen llevándolo cerca de sus corazones. Su sobrina, Paloma Arnáiz Tovar, me decía:

«Lo que más le definía, para mí, es que era enormemente modesto (nunca alardeaba de lo que sabía) más bien escuchaba lo que le contabas tú.
Recuerdo su despacho lleno de papeles en el que pasaba horas y horas. Sus méritos los conocíamos por lo que nos decía mi madre, nunca porque él aparentase nada. Lo cual,
con los años, he visto que es enormemente meritorio y poco habitual».

Cuando falleció, fueron muchas las muestras de dolor y voy a seleccionar tres de ellas. Dos del mundo de la política y una perteneciente a un compañero de trabajo en la Real Academia. La primera es del entonces ministro de Cultura, Javier Solana, quien lo definía así:

«Tovar era un intelectual de primera magnitud, un investigador espléndido de la filología, un gran maestro y, sobre todo, un hombre de bien».

Ramón Serrano Suñer, quien fue ministro de Interior, de Gobernación y de Asuntos Exteriores de los primeros gobiernos de Franco dijo:

«Tovar era ante todo una gran persona, pero también un sabio en su especialidad, gramático y lingüista. Al igual que Dionisio Ridruejo fue colaborador mío y siempre
les cito a los dos entre los más distinguidos y queridos de aquel grupo donde trabajábamos con ilusión, esperanza y desesperanza. Su pérdida es para mí un gran dolor. De él destacaría, además de su saber, su extraordinaria modestia, su sencillez, su bondad y su lealtad de amigo por encima de circunstancias y aventuras políticas».

Rafael Lapesa, compañero suyo en la Real Academia, expresó:

«Antonio Tovar era uno de los lingüistas más sabedores que ha tenido España.
Su conocimiento de lenguas era extraordinario, dominaba las lenguas clásicas, conocía las lenguas indoeuropeas y el vasco y era uno de los pocos españoles que, después de nuestros misioneros, había trabajado directamente sobre lenguas indígenas americanas. Aparte de esto, era un humanista ejemplar que dejó una excelente Vida de Sócrates, entre otras obras. El impulso que dio a los estudios humanísticos, sobre todo de humanidades
clásicas, en la Universidad de Salamanca y en los años 40 y 50, fue decisivo para la formación de una brillante escuela de latinistas y helenistas españoles. En la Real Academia será insustituible por la variedad y profundidad de su saber. Era, además, un nobilísimo ejemplar de humanidad, impulsivo, generoso e infatigable en el trabajo y
amigo cordial.

Intelectual de primera magnitud, bueno, leal, modesto, sencillo, generoso, sabio, humanista, infatigable en el trabajo y todo un maestro. Así era el hombre que escribió más de 400 libros (algunos en colaboración con su mujer, Consuelo Larrucea, que no solo fue esposa y madre sino que, también, quedó pronto contagiada por el espíritu de trabajo de su marido y fue compañera de vida y de trabajo), que conocía más de cincuenta lenguas de las que dominaba unas doce, que fue nombrado doctor
«honoris causa» por cuatro universidades (Munich, Buenos Aires, Sevilla y Dublín),
que recibió diversas condecoraciones y premios en su vida; la Gran Cruz de la Orden de Cisneros, la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, el Premio Goethe por ”su labor de acercamiento entre los pueblos, su aproximación de la cultura de la Grecia clásica y sus investigaciones lingüísticas en una gama de lenguas célticas, sudamericanas, latín y griego, y por su defensa de la libertad de investigación y de cátedra en su país, prefiriendo el exilio a la adaptación”. Y el I Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Comunicación por su extraordinaria aportación, reconocida internacionalmente,
a la lingüística, la historia de la lengua y a la historia de las ideas.

Así era don Antonio Tovar, un vallisoletano hijo de Antonio Tovar Núñez, que trabajaba como notario, y doña Anselma Llorente Llorente. Este matrimonio tuvo
cuatro hijos: Antonio, José, María y Rosa.

Antonio Tovar nació el 17 de mayo de 1911 en una casa que ya no existe, en la esquina que forma la del León con Felipe II, frente a la Plaza de San Pablo, en
Valladolid. Esta casa era del abuelo, ya que el padre vivía en la calle de San Blas y tenía la notaría en la calle de Santiago.

Licenciado en Derecho y doctor en Filosofía y Letras, tras ser presidente de la Federación Universitaria Escolar, sindicato izquierdista de estudiantes, se afilió a Falange tal vez movido por la idea de la revolución y cambio social que propugnaba. Fue nombrado primer director de Radio Nacional, Director General de Enseñanza Técnica y Profesional y Subsecretario de Prensa y Propaganda. Acompañó a
Serrano Suñer en sus viajes por Alemania e Italia y formó parte del séquito de Franco en su entrevista con Hitler en Hendaya.

Aprobó las oposiciones y obtuvo la cátedra de Lengua y Literatura latina de la Universidad de Salamanca, de la que fue rector durante cinco años hasta
que en 1956 decidió dimitir de su cargo e ir a trabajar a la Universidad de Tucumán, en Argentina, donde investigó sobre las lenguas precolombinas editando, juntamente con su esposa, el libro titulado «Catálogo de las lenguas de América del Sur», obra que él calificaba como la Guía telefónica de las lenguas americanas.

De Argentina viaja a los Estados Unidos, donde trabaja en la Universidad de Illinois,
ocupando la cátedra de lenguas clásicas entre 1963 y 1965. En este último año ganó la cátedra de latín en la Universidad de Madrid, lo que le permitió volver a España.

A poco de llegar se encontró con la revuelta estudiantil que culminó con la manifestación encabezada por Tierno Galván, Aranguren, García Calvo y Montero Díaz.

Cuando se produjo la expulsión de la Universidad de éstos (los tres primeros definitivamente y Montero Díaz temporalmente) dimitió en solidaridad y volvió a los Estados Unidos, hasta 1967, cuando fue llamado para ocupar la cátedra de
Lingüística Comparada en la Universidad de Tubinga (Alemania Federal), en la que impartió clases hasta1979.

Mientras se encuentra en Alemania es elegido miembro de la Real Academia. Su candidatura fue presentada por Laín Entralgo, Gómez Moreno y Sánchez
Cantón. Ocuparía el sillón «J». El 31 de marzo de 1968 ingresó en dicha institución con un discurso sobre el tema «Latín de Hispania: aspectos léxicos de la romanización».

En diciembre de 1976, la Universidad Complutense solicita contratar a Tovar y ocupó la cátedra de Filología Clásica hasta su jubilación en 1981. Al año siguiente
recibiría la Medalla de Oro de Filología de dicha Universidad.

Su compromiso con la paz y la libertad le hace firmar un escrito en diciembre del 70 para pedir la liberación del cónsul alemán en San Sebastián, que había sido secuestrado por Eta.

En mayo del 81, forma parte de una coordinadora que pone en marcha una campaña por la libertad, la democracia y la constitución, con debates sobre el proceso de los golpistas y el compromiso con la libertad. En noviembre de ese mismo año se convoca una manifestación en Madrid por la paz, el desarme y la libertad. El manifiesto de dicha manifestación está encabezado por Tovar. En octubre del 83 firma el manifiesto contra el asesinato del capitán Alberto Martín Barrios a manos de la organización terrorista Eta.

El 14 de diciembre de 1985 falleció en el Hospital Clínico de Madrid, donde había ingresado diez días antes para ser intervenido de un cáncer de próstata. El viernes 13 entró en coma y el sábado, a primeras horas de la madrugada, un derrame cerebral le produjo la muerte. Federico Sopeña, vallisoletano como él, con quien compartió las sesiones del Consejo Nacional de la Música y, lo más importante, una amistad a lo largo de toda la vida, ofició el miércoles 18 de diciembre una misa de réquiem por su alma en el madrileño Monasterio de la Encarnación.

Fue una manera de decir adiós a un hombre que, sobre su labor docente, había dejado dicho:

«Me divierto dando clase. Satisfago plenamente mi vocación».
«La posibilidad de intervenir directamente en las vidas de otros hombres, dirigiéndolas y orientándolas hacia lo que nos parece mejor, la ilusión de dirigir a nuestros compatriotas y gobernar el suelo en que hemos nacido, es una tentación fuerte ».
“Las ilusiones docentes estaban indisolublemente ligadas a enseñar lo que he aprendido a las nuevas generaciones de mis compatriotas, o de gentes de nuestra lengua».

Fue una manera de decir adiós a un hombre que dejó una profunda huella por su cercanía, su laboriosidad, su compromiso, su generosidad, su humildad,
su bondad. A un hombre que fue, en definitiva, todo un maestro.

Publicado en abril de 2011 en el nº 58 de la Gaceta Cultural del Ateneo de Valladolid. También en versión digital en www.ateneodevalladolid.org

viernes, 10 de junio de 2011

corín en la web

Estas son unas referencias a mi conferencia en Bilbao que he encontrado en la red

En www.emigrastur.com:

Inicio de las Jornadas Culturales 'Casa de Asturias' en BilbaoFuente: Redacción Oviedo

La Directora de la Agencia Asturiana de Emigración, Begoña Serrano Ortega participó esta tarde en las Jornadas Culturales “Casa de Asturias” en Bilbao, que se prolongarán hasta el 19 de mayo. El programa de actividades incluye actuaciones musicales, pasacalles, representaciones teatrales, conferencias y proyecciones de documentales, todo ello de carácter asturiano.

Día 5.- José Andrés Alvaro Ocáriz, Licenciado en Filología Hispana y experto en Talleres de creación literaria. Tema: La novela rosa de Corín Tellado.

Y en www.lacasadeasturias.org/memoria2011.htm

LA CASA DE ASTURIAS EN BILBAO

MEMORIA DE ACTIVIDADES - AÑO 2011


- 5 de Mayo; D. José Andrés Alvaro Ocáriz (Licenciado en Filología Hispana) experto en Talleres de creación literaria, nos ofrece una charla sobre la gran escritora de novela rosa Corín Tellado