El miércoles día 20 a las siete y media de la tarde presentaré mi edición de Trafalgar en el Club Cantábrico de San Sebastián (Avda. de la Libertad, 24)
Si no puedes acudir, ve a tu librería habitual e indica el
nombre del autor, la editorial y que lo distribuyen Elkar y Santos Ochoa.
Además:
En Madrid, en la librería Pérez Galdós (calle Hortaleza)
En el País Vasco y Navarra, en las librerías del grupo Elkar y
Este sábado tuve el placer de presentar el libro en un acto organizado en Vitoria por la Casa de Aragón en Alava.
Estas son algunas fotos del acto:
Quiero agradecer a la Casa de Aragón en Alava la amabilidad que tuvo al invitarme ya que hablar sobre Aragón y difundir la cultura aragonesa es, o debería ser, uno de los cometidos principales de las Casas de Aragón extendidas por España y de los gestores culturales de Aragón.
También debería ser una obligación del Gobierno de Aragón, pero....
Ya sabéis que podéis adquirir el libro (Yo, el conde de Aranda) en Amazon.
El jueves 14 de marzo a las siete y media de la tarde en la Comandancia Militar de Pamplona presentaré la edición crítica que he realizado de Trafalgar.
Este es el artículo que el Diario de Navarra le dedicó:
Si no puedes acudir, ve a tu librería habitual e indica el
nombre del autor, la editorial y que lo distribuyen Elkar y Santos Ochoa.
Además:
En Madrid, en la librería Pérez Galdós (calle Hortaleza)
En el País Vasco y Navarra, en las librerías del grupo Elkar y
En la revista de la Sociedad de Estudios Vascos- Eusko Ikaskuntza han publicado un artículo que he escrito sobre la edición crítica que he realizado de Trafalgar:
Ya sabéis que para conseguir el libro puedes ir a tu librería habitual e indicar el
nombre del autor, la editorial y que lo distribuyen Elkar y Santos Ochoa.
Además:
En Madrid, en la librería Pérez Galdós (calle Hortaleza)
En el País Vasco y Navarra, en las librerías del grupo Elkar y
En este artículo no vamos a hablar de los marinos que tuvieron la
desgracia de perder la vida a causa del combate de Trafalgar, sino de
algo en cierto modo distinto, aunque no totalmente, ya que nos
referiremos al Trafalgar novelesco, que está profundamente ligado al
Trafalgar histórico.
En 1873 Benito Pérez Galdós escribió Trafalgar, obra con la que da inicio a la primera serie de sus Episodios nacionales.
Desde esa fecha, hace unos 150 años, han sido muchas las ediciones que
se han realizado de este libro, pero nadie había reparado, hasta que
llevamos a cabo una edición crítica del libro de Galdós[1], en que estaban mal escritos los nombres de dos marinos vascos.
El
primero es el de un marino de Tudela. En el capítulo IV de la obra,
Galdós pone en boca del personaje llamado Marcial lo siguiente:
Yo iba en el Real Carlos, de 112 cañones, que mandaba Ezguerra, y además llevábamos el San Hermenegildo, de 112 también; el San Fernando, el Argonauta, el San Agustín y la fragata Sabina.
Todos
jurábamos como demonios y pedíamos a Dios que nos pusiera un cañón en
cada dedo para contestar al ataque. Ezguerra subió al alcázar y mandó
disparar la andanada de estribor...
Dos mil hombres apagaron fuegos aquel día, entre ellos nuestro comandante Ezguerra, y Emparán el del otro barco.
No es Ezguerra, como aparece en las ediciones que se han realizado de Trafalgar, sino Ezquerra.
Se trata de José de Ezquerra y Guirior, marino nacido en Tudela el 25
de enero de 1756. Tomó posesión de las islas de Fernando Poo y Anobón y
realizó las cartas hidrográficas de aquellos parajes. En enero de 1800
se le confirió el mando del navío Real Carlos.
Tras
participar en la defensa de Ferrol, se dirigió a Algeciras para socorrer
a la escuadra francesa del contralmirante Linois, que estaba bloqueada
por una flota británica. Al regreso, el almirante francés quería llevar a
Cádiz el navío británico apresado Hannibal, de 74 cañones. Los franceses iban en vanguardia y los españoles, a retaguardia y los últimos, el Real Carlos y el San Hermenegildo, mandado por el azpeitiarra Manuel de Emparan.
La noche del 12 al 13 de julio de 1801 fue aprovechada por el navío británico Superb, que se acercó todo lo posible al Real Carlos, sobre el que descargó casi toda su artillería. Algunos de los proyectiles fueron a impactar en el San Hermenegildo, que pensó que algún enemigo estaba a su altura aprovechando la oscuridad. Dio orden de abrir fuego, pero dio de lleno en el Real Carlos. Este, a su vez, pensó lo mismo y disparó contra el San Hermenegildo.
Se perdieron los dos navíos y más de dos mil hombres, entre ellos los
dos comandantes de ambas embarcaciones: Manuel de Emparan y José de
Ezquerra.
Esa alteración de la q que se convierte en g se ha producido también en la placa que le recuerda en el Panteón de Marinos Ilustres de la gaditana San Fernando.
El segundo caso es el de un marino nacido en la localidad guipuzcoana de Bergara.
En el capítulo XIV Galdós relata la lucha en la que se vio envuelto el San Juan Nepomuceno. Cuando se está refiriendo a los últimos momentos de la vida de Churruca, indica lo siguiente:
Llamó
a Moyna, su segundo, y le dijeron que había muerto; llamó al comandante
de la primera batería y éste, aunque gravemente herido, subió al
alcázar y tomó posesión del mando.
Todos los que desde hace 150
años han editado esta obra de Galdós confunden el nombre de este marino.
Se trata de Francisco de Moyúa y Mazarredo[2], sobrino de José de Mazarredo.
Francisco de Moyúa y Mazarredo nació en Bergara en 1764. Su padre, Roque Javier de Moyúa y Ozaeta[3]
ocupó el cargo de alcalde de Vergara, así como el de diputado general
de Guipúzcoa y fue uno de los socios fundadores de la Real Sociedad
Bascongada de los Amigos del País.
Francisco de Moyúa, desde sus
primeros años, se mostró como una persona versada en matemáticas,
astronomía e hidrografía, así como un buen conocedor de las estrategias
náuticas.
En enero de 1786[4],
Antonio Valdés, secretario del despacho de Marina, comunica a José de
Mazarredo que Francisco de Moyúa queda destinado a sus órdenes. El 1
febrero de 1788[5]
Mazarredo pide a Valdés que concedan a Francisco de Moyúa un destino en
una fragata que irá a Constantinopla. Cuando termina la campaña de
Constantinopla, en noviembre de 1788, se reintegra a su destino anterior[6].
Al año siguiente, Mazarredo pide que Moyúa embarque en el paquebote Santa Casilda al mando del donostiarra Ventura Barcaiztegui[7].
El
25 de enero de 1794 es ascendido a capitán de fragata y en julio de ese
año, Mazarredo pide que a su sobrino se le dé el mando de una fragata[8]. En enero de 1796 toma el mando de la Soledad para el viaje a Constantinopla del embajador del bajá de Trípoli[9].
El 16 de abril de 1796[10] realiza unas pruebas de comparación entre la goleta bombardera la Furia y la corbeta Colón y elabora un informe al respecto. Ese mismo año realiza unas pruebas para colocar un cañón en las lanchas de los navíos[11].
Había ideado un procedimiento para instalar un cañón en dichas lanchas a
través de un sistema de correderas. Ante el éxito que tiene en la
fragata Pomona, Mazarredo pide que se instale en el San Juan Nepomuceno y en todos los barcos de la Armada.
En
julio de ese año se le encomienda que traslade de Alicante a Nápoles al
marqués de Oyra, embajador de Portugal en aquella corte. Entre los
papeles pertenecientes a Moyúa que fueron recogidos por los oficiales
ingleses que se hicieron cargo del San Juan Nepomuceno tras el
combate de Trafalgar, se encuentra un documento de Moyúa en el que, en
abril de 1802, reclama la cantidad que gastó en dicho viaje[12].
La
alianza con Francia lleva a la escuadra española a permanecer en Brest.
Durante ese periodo, viajará a París durante dos meses, junto con Cosme
de Churruca, a visitar diversas instalaciones científicas.[13]
En 1802 solicita licencia para recuperar la salud al lado de su familia, que vivía en San Sebastián.
Mientras está gozando de dicho permiso se entera de que no ha sido ascendido a Capitán de navío y dirige una carta a Godoy[14]. El 23 julio de 1803 le llega un regalo de Napoleón[15]
que consistía en un par de pistolas guarnecidas en plata, el cañón
cincelado y enriquecido de humo de oro, colocado en una cajita con todos
los útiles necesarios a su servicio, un sable de bronce dorado y un
cinturón de terciopelo negro bordado en oro con trofeos de Marina.
Al
problema de la deuda que el Estado tiene con él y al de no haber sido
incluido en la promoción a Capitán de navío, se va a añadir uno nuevo,
ya que quieren que deje la Armada voluntariamente, como expresa una
carta que se encontró entre sus papeles y que iba dirigida al rey [16]. De 1805 es este documento que Moyúa envía a Godoy con copia para el Director general de la Armada[17].
(Instancia de Moyúa:)
c.c. Excmo, Sr. Director General de la Armada.
Excmo. Sr. Generalísimo:
Don Francisco de Moyúa, Capitán de Fragata de la Real Armada y segundo comandante del navío San Juan Nepomuceno,
con 26 años de buenos servicios, recurre a la infalible justicia de V.
E. y la reclama respetuosamente, rogando a V. E. que se digne prestar su
atención a los clamores de un militar perseguido y no menos maltratado
en su honor que en su carrera.
Desde la
edad de 13 años que empecé a servir al rey en su armada naval, he
cultivado siempre mi profesión con una afición singular, por lo cual fui
empleado distinguidamente mientras estuve en las clases subalternas. En
el año de 1794, luego que llegué a graduación de mandos, se me confirió
el de la fragata Pomona, en 96 el de la Perla que conservé hasta la paz de Amiens, y seguidamente el del navío San Telmo
para traerla de Brest a desarmar al Ferrol. V. E. dispuso que,
conservando este mando superior a mi grado, me preparase para una nueva
comisión, e informado después del mal estado del navío, se sirvió
ordenar que la desempeñase con el señor Fulgencio, pero cuando me
disponía a salir a la mar, fue electo Ministro de Marina el teniente
general don Domingo Grandallana, y por su conducto se mandó desarmar. A
poco tiempo llegó aquí, la fragata Clara, cuyo capitán se
desembarcó enfermo, y el capitán general del Departamento me dio su
mando, para cruzar con ella sobre el cabo de San Vicente pero, por la
vía reservada, se mandó también desarmar esta fragata en el momento que
iba a dar la vela. Fui a mi país con licencia cuatrimestre concedida por
V. E. para ver a mis ancianos padres; y me hallaba en el seno de mi
familia cuando se publicó la promoción de octubre de 1802. V. E.
concebirá fácilmente cuál debió ser la sorpresa de un oficial que había
mandado con distinción y con créditos durante ocho años, al verse
excluido de ella, siendo promovidos doce más modernos a la clase de
capitanes de navío, y cuál mi pena al contemplar la de una familia
numerosa, que me veía entonces por primera vez al cabo de 25 años; pero
la paz de mi conciencia, la seguridad consiguiente de que no podía
existir ninguna nota justa contra mí, el concepto con que me honra la
generalidad de la Armada, el empeño que había hecho el ministro de
quitarme los mandos que se me habían conferido, desarmando los buques y
otros antecedentes de enemistad personal hubieran salvado enteramente mi
honor en la opinión pública si algunos meses después no se me hubiese
mandado por la misma vía reservada que pidiese mi retiro, sin decirme
por qué y sin que jamás se me hubiese hecho la menor reconvención ni
cargo de ninguna especie; me rehusé a ello como debía, solicitando que
se me oyese en justicia, y no se me oyó, ni se me dio el retiro injusto
que se me mandaba pedir, porque yo no podía convenir en que hubiese
merecido semejante intimación, cohonestando yo mismo tal violencia con
una conformidad forzada y pusilánime, no habiendo obtenido en el tiempo
que sirvo, más que elogios y recomendaciones de mis jefes.
Consta de oficio, Excmo. Sr, que yo mandaba la Perla
en el combate desgraciado de 14 de febrero de 1797, como que a todos
los comandantes de fragatas se hicieron cargos en el curso del proceso,
menos a mí, y nadie puede informar sobre mi conducta en aquella ocasión y
en las campañas antecedentes con más conocimiento que el brigadier don
Cosme de Churruca, mi actual comandante, no sólo por haber sido fiscal
de aquella causa, sino porque examinó entonces todos los diarios de mi
fragata y de los demás buques de la escuadra.
Consta
igualmente en la secretaría del despacho de Marina que yo fui el
primero a quien ocurrió la idea feliz de poner cañón y hacer servir como
cañoneras a las lanchas de todos los navíos y fragatas, idea que ha
producido tantos bienes, que puede producir muchos más, que economiza
tanto dinero y que fue tan útil cuando la Inglaterra intentó el
bombardeo de Cádiz. Y si no consta así mismo, es por lo menos notorio y
se podrá inferir de los informes que debe haber sobre mi desempeño en la
Dirección General, a los cuales me remito, que los buques mandados por
mí se han distinguido siempre, tanto por su organización y disciplina
como por mi buen manejo en las escuadras.
Por
tanto, a V. E. suplico reverentemente que tomando los informes que
estime convenientes, con exclusión del teniente general don Domingo
Grandallana y del jefe de escuadra don Juan José García, notoriamente
enemigos míos, se digne recomendarme a la piedad del Rey para que me
ascienda con la antigüedad que me correspondía en la citada promoción de
octubre de 1802 y quede reparado el agravio que se me hizo en ella;
gracia que espero obtener de la notoria justificación de V. E.
A bordo del navío San Juan Nepomuceno, en la bahía del Ferrol, 22 de marzo de 1805.
A bordo, precisamente, del San Juan de Nepomuceno, junto a su amigo Churruca, le encontrará la muerte el 21 de octubre de 1805, en el combate de Trafalgar.
José
de Mazarredo, desde su destierro en Pamplona, dirige varios escritos a
Godoy para reclamar una pensión para la familia de Moyúa.[18]
Sólo
me resta añadir que Francisco de Moyúa fue ascendido a capitán de navío
el 9 de noviembre de 1805, a consecuencia de su fallecimiento en el
combate de Trafalgar.
Sirvan estas líneas de homenaje a estos dos
marinos vascos que perdieron su vida en la citada batalla y que debido a
un error en la transcripción de sus nombres estuvieron desaparecidos en
una de las obras que escribió Benito Pérez Galdós. El que tras 150 años
hayamos detectado estos errores nos permite recordarlos.
[1] PÉREZ GALDÓS, Benito: Trafalgar (ed. de José Andrés ÁLVARO OCÁRIZ). Desiréediciones, 2018. ISBN 9781973569749
[2] Vid. Alvaro Ocáriz, José Andrés. “Presencia vasca en la Armada española. Sexta parte”, en Revista de Historia Naval. Madrid: Instituto de Historia y Cultura Naval, 2017.
[3] Datos tomados del Archivo municipal de Bergara.
[4] AMN Colección Antonio de Mazarredo, Tomo XXIV Fol. 17-18.