jueves, 23 de noviembre de 2023

Presentación en Madrid

 El 21 de noviembre presentamos en Madrid mis libros Presencia vasca en la Armada española y Churruca, elogio histórico.

Estas son algunas fotos del acto:















Tanto el libro Presencia vasca en la Armada española como Churruca, elogio histórico  pueden adquirirse en Amazon y en librerías los distribuye Elkar.



Recuerdos de Machado en General Arrondo 4 (Madrid)

 El 21 de noviembre ofrecí una charla en la calle General Arrondo de Madrid, y no pude de menos que acercarme al número 4 y sacar unas fotos del que fue el domicilio madrileño de Antonio Machado.




Recuerdo que mi libro sobre Machado lo podéis adquirir en Amazon y en la librería Las Heras de Soria.




 

presentación del libro en San Sebastián

 El 16 de noviembre presentamos en San Sebastián mi libro "Presencia vasca en la Armada española".

En el acto tomaron la palabra Ángel García Ronda y el Capitán de fragata Javier Díez de Rivera, Comandante Naval de San Sebastián.


Estas son algunas fotos del acto:







 


El libro se puede adquirir en Amazon. En librerías lo distribuye Elkar.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Agustín Ibarrola, un símbolo de dignidad

 


Muere Agustín Ibarrola, artista de la memoria, la tierra y la dignidad del País Vasco

El pintor y escultor bilbaíno muere a los 93 años en el hospital de Galdácano

Agustín Ibarrola (Basauri, 1930-Galdácano, 2023) ha sido muchos artistas y un solo ciudadano, un hombre granítico y sin fisuras hasta la noticia de su muerte a los 93 años, llegada esta mañana desde Bilbao. Como artista, Ibarrola hizo land-art, pintura de testimonio y de denuncia, investigación etnicista vasquista, realismo social, abstracción geométrica, escultura pública, constructivismo y brutalismo. Como ciudadano hizo el clásico periplo trágico, de represaliado del franquismo a acosado por ETA, igual que los libreros de Lagun, igual que el escritor Raúl Guerra Garrido. Guerra Garrido murió hace un año y Lagun cerró este mismo verano. La muerte de Ibarrola también entristece porque significa la desaparición de una generación, de un testigo en la historia reciente de España y del País Vasco.

Más Baroja que Unamuno, más Oteiza que Chillida, más Dau al Set que El Paso, más románico que cualquier otra cosa, Agustín Ibarrola fue un pintor casi autodidacta que nació para el arte a través de una serie de óleos vinculados a su tierra. Sus primeras estampas de la siderurgia bilbaína y de la nostalgia del caserío las pintó con óleos baratos sobre sábanas y telas de color pardo de baja calidad, montadas en bastidores artesanales. La enseñanza del pintor andaluz Daniel Vázquez Díaz, un cubista muy a su manera, lo ayudó a ampliar intelectualmente su obra y, a la vez, a anudarla a la política. Vázquez Díaz era de Río Tinto, comarca de industrias y luchas sindicales, como Bilbao.

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La política habría de cambiar la obra de Ibarrola. Primero, porque el disgusto ante los años de plomo del franquismo lo llevó a asociarse a otros artistas y escritores disidentes, los miembros de Estampa Popular, un grupo que era una amistad más que una escuela y que se unía por la estética realista y el sentido de denuncia de sus obras. Ibarrola hubo de pagar ese activismo. En junio 1962, en un momento de especial descontento y de penetración de Comisiones Obreras entre los trabajadores de la minería y de la siderurgia, la policía detuvo al pintor, al que acusó de instigar la revuelta obrera en Sestao. Ibarrola narró después las torturas que sufrió en aquella época, describió la piel despellejada que le dejaron sus interrogadores. Cuando fue a juicio, fue condenado a nueve años de cárcel, de los que cumplió cinco.

En el presidio de Burgos, Ibarrola tuvo permiso y material para pintar como forma de reinserción. Ante los carceleros, componía paisajes más o menos inocuos que le servían como ejercicio técnico. A escondidas, pintaba otra obra clandestina, de tipo testimonial, pinturas sobre seda, dibujos con tinta china sobre papel y pinturas a la cera sobre piedra y papel que, de alguna manera, le descubrieron el filón del arte matérico.

En esa obra secreta, Ibarrola documentó la vida carcelaria, retrató a sus compañeros reclusos con afán psicológico y recreó el mundo de la represión, las detenciones, las torturas en comisaría y los juicios. El artista también compuso un "mural general de la represión en España" que pintó por partes y que salió de la cárcel a escondidas para que el Partido Comunista (PCE) lo ensamblara y expusiera como denuncia y propaganda. La mujer de Ibarrola, Mari Luz Bellido, era su principal cómplice.

REDACCIÓN:PILAR ORTEGA

Durante los siguientes años, Ibarrola entró y volvió a salir de la cárcel, expuso en galerías de pueblo sus lienzos legales y chocó a menudo con la censura, que prohibía sistemáticamente sus muestras en Bilbao, las más ambiciosas, aquellas que, entre los lienzos apolíticos, incluían pequeñas pistas del pintor social realista que Ibarrola era en secreto.

Hacia 1970, su obra empezó a cambiar. Cuando su situación económica mejoró mínimamente, el pintor quiso retomar la tradición del grabado que había conocido en Estampa Popular y que entroncaba el arte con el mundo industrial que retrataba en sus cuadros. Al cambiar de técnica, las composiciones figurativas de Ibarrola empezaron a sintetizarse y a dirigirse hacia la abstracción y el lenguaje de la arquitectura constructivista. Con ese mismo espíritu obrero, el pintor buscó la compañía de otros artistas disidentes en un afán de presentarse como parte de una gran autor colectivo y popular.

Un texto de 1974, un ensayo del crítico Joaquim Horta que tomaba la forma de una utopía orwelliana, inventaba una ficha artística-policial para presentar al artista: "Ibarrola, Agustín. Nacido en Bilbao. Su padre ha sido obrero de La Basconia durante 50 años. Desea que un día le puedan llamar obrero-pintor. Quiere ser libre y hacer también libres a todos los hombres de su país. Es un gran artista y un hombre honesto. Es muy peligroso. Es preciso vigilarlo y silenciar su nombre siempre que sea posible".

1974 aún era la época de la inocencia. Franco se moría y ETA mataba. Las librerías disidentes abrían en todas las ciudades y los grupos de ultraderecha las atacaban. La cultura española salía al mundo con éxito, desde Chirino y Tàpies hasta el cine de Víctor Erice y la arquitectura de Bofill. Ibarrola fue también parte de ese momento: sus imágenes se convirtieron, como las de Chillida y Oteiza, en emblemas de la Transición. Pero algo envilecido en el ambiente llevó a elegir la soledad y el caserío al pintor que hasta entonces antes había querido ser uno de los personajes del cartel del Novecento de Bertolucci, el cuadro Il cammino dei lavoratori.

Puede que el desencanto ocurriese en 1977, el año en el que Ibarrola pintó un gran mural hecho en diálogo con el Guernica de Picasso, compuesto para reclamar que la villa que había dado su nombre y su inspiración al gran cuadro del siglo XX lo alojase en su regreso a España. Pero el nacionalismo ya era cerril. Según se ha escrito, una concejala abertzale de aquella primera generación de ayuntamientos democráticos preguntó en un pleno: "¿Y ese Pablo Ruiz, qué más ha hecho por Guernica?». Ibarrola no podía compartir mucho con aquella gente.

En 1977, ETA mató a 11 personas y cometió más de 100 ataques En mayo de ese año, 33 artistas, escritores y profesores publicaron en el Diario Vasco el Manifiesto de 33 intelectuales vascos sobre la violencia. Aún estamos a tiempo. José Miguel de Barandiarán, Koldo Mitxelena, Julio Caro Baroja, Eduardo Chillida, José Ramón Recalde, Agustín Ibarrola, José Antonio Ayestarán, Gabriel Celaya, Martín Ugalde y Javier Lete, entre otros, aparecían entre las firmas. Aquellos a los que se dirigía el texto tomaron nota y convirtieron a Ibarrola en su enemigo. El nuevo sistema de poder y cultura vinculado a la PNV y al gobierno autonómico no llegaron a tanto, pero dejaron al pintor bilbaíno en la indiferencia.

En 1981, Ibarrola abandonó la militancia en el Partido Comunista de España y se refugió en su caserío de Oma, en el municipio de Kortezubi. Al año siguiente, empezó a trabajar en un nuevo lenguaje, en un diálogo con el paisaje de su valle. La naturaleza fue su lienzo y los troncos de cientos de pinos de plantaciones madereras se convirtieron en un gran mural en tres dimensiones que era al mismo tiempo arte primitivo y land art, cuento de terror y celebración de la vida. Durante los siguientes años, el bosque pintado de Oma se dio a conocer a través de exposiciones fotográficas que alcanzaron una popularidad inmensa en toda España.

Ibarrola, que había elegido la soledad pero no el silencio político y que había sido fundador del Foro de Ermua, habría de pagar ese éxito. Desde junio de 2000, el bosque pintado empezó a ser objeto de pequeños actos de vandalismo. En 2002, unas pintadas aparecieron en su recinto: «Ibarrola español. ETA mátalo».

Ibarrola español, Ibarrola vasco. El tema del bosque de Oma no podía estar más vinculado a su tierra, igual que la obra escultórica que el artista desarrolló en esas décadas de éxito y acosos hablaba de su memoria: las traviesas de las vías férreas y los desechos del viejo Bilbao eran su materia prima. Como no se podía ser más vasco ni más obrerista que Ibarrola, su figura se hizo odiosa para aquellos a los que confrontaba.

Hubo un momento en el que Ibarrola, ya un viejo maestro, claudicó. En el invierno de 2004 a 2005, alguien entró en su casa y quiso quemar el almacén en el que guardaba su obra. ETA estaba a punto de anunciar su alto al fuego definitivo pero la presión ambiental fue más insoportable que nunca para Ibarrola. Alfredo Melgar, un empresario vinculado al mundo del arte y a la fundación ¡Basta Ya!, le ofreció entonces un refugio. Una finca llamada Garoza, en el valle del Amblés, a 20 kilómetros de Ávila. Un encinar de 11 hectáreas, en el que Ibarrola podría encontrar descanso.

Durante los siguientes cinco veranos, desde 2005 hasta 2009, el artista fue a Ávila, y pintó las piedras en Garoza. No tenía ningún asistente, ninguna compañía más que la de Mariluz y la de un guardés, que los ayudaba a cargar con la pintura. Las rocas, un granito con tendencia a descomponerse en arena, se convirtieron en su desahogo y en su última gran obra. Cuando inauguró aquel parque pintado en 2015, Ibarrola dijo que aquellas 115 rocas que los visitantes tenían que buscar en un paseo de 40 minutos ya no hablaban de "los mitos y las leyendas del País Vasco porque aquí, la referencia es un homenaje a la vanguardia del arte".

"A veces, no puedo entender bien por qué somos tan localistas", dijo aquel día Ibarrola.

domingo, 5 de noviembre de 2023

Fotos del acto de Lerín

 El viernes día tres de noviembre presenté el libro en Lerín, localidad navarra en la que nació Amado Alonso.

Estas son algunas fotografías del acto.






Al concluir el acto , pudimos saborear unos vinos obsequiados amablemente por Bodegas Alconde, la bodega local.

El libro puede adquirirse en Amazon. También puede comprarse en librerías. En ellas, lo distribuye Elkar.