lunes, 5 de febrero de 2018

José de Ezquerra y Guirior

Como indico en la entrada anterior, en la edición crítica que realicé sobre Trafalgar, de Pérez Galdós, recupero la figura de un marino tudelano del siglo XVIII. En el Diario de Navarra han publicado este artículo sobre dicho marino. 



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Esta es la transcripción del texto:

La historia del tudelano José de Ezquerra y Guirior en el mar

Una edición crítica del libro Trafalgar  de Benito Pérez Galdós recupera la figura del insigne marino José de Ezquerra y Guirior, nacido en Tudela y muerto en el 13 de julio de 1801 al estallar su navío de 112 cañones durante una batalla en el estrecho de Gibraltar.

Al mando del último de ellos se encontraba José de Ezquerra y Guirior, capitán de navío nacido el 25 de enero de 1776 en la Casa Ezquerra, de Tudela. Sus restos descansan desde aquella fatídica fecha en el fondo del mar, probablemente a la altura de Barbate, donde yace tal vez el pecio de la nave que estuvo a su mando, según las averiguaciones que ha hilvanado uno de sus descendientes, que comparte apellido y localidad de origen, Eugenio de Ezquerra Cobertera. El nombre de su antepasado aparece grabado en una placa de mármol en el Panteón de Marinos Ilustres, de San Fernando (Cádiz), por su más que destacada trayectoria en avatares e hitos que jalonaron su vida y las responsabilidades que le fueron encomendadas en un tiempo de alianzas y enemistades para una España fiada a la suerte de su Armada.
La trascendencia de su figura es actualidad en las últimas semanas con la publicación de una edición crítica del libro Trafalgar de Benito Pérez Galdós, realizada por el licenciado en Filología Hispánica José Andrés Álvaro Ocáriz. En la relectura que efectuó sobre el volumen de los Episodios Nacionales reparó en el equívoco de una letra -“probablemente por la grafía” de Galdós”- que pudo conducir a un error de identidad del comandante del Real Carlos. “Galdós se refería a un tal Esguerra , cuando en realidad era José de Ezquerra y Guirior, capitán de navío originario de Tudela. Lo curioso del caso es que en la placa que le recuerda en el Panteón de Marinos Ilustres aparece su apellido con la ‘g’, escrita por Galdós”, señala el autor nacido hace 55 años en San Sebastián, aunque vinculado con Navarra por su profesión de docente de Literatura, de la que está jubilado.
Para contextualizar lo sucedido, en ajuste al criterio de conciliar literatura e historia de Benito Pérez Galdós y de José Andrés Álvaro Ocáriz, hay que remontarse a una época de alianza de Francia y España frente a la amenaza de sus intereses que representaba Inglaterra.
Sea de paso decir que años anteriores a 1801, coincidiendo con la Revolución en el país vecino, España se había enemistado con Francia y había depositado su confianza en Inglaterra. Sirva de anécdota, para mayor realce de su carta de servicios, que
 el tudelano José de Ezquerra y Guirior recibió el encargo expreso de comandar un barco, el San Ildefonso, para portar “los caudales que habrían de servir de compensaciones” por los servicios prestados por Inglaterra en su alianza hasta el puerto de Portmouth, donde permanecía amarrada la flota de la Royal Navy, como precisa Eugenio de Ezquerra.

En esas lides, la flota británica fondeada en Gibraltar sufrió en junio de 1801 un varapalo en la conocida batalla de Algeciras. La contienda enfrentó a “una escuadra de 3 navíos de línea y una fragata francesa apoyados eficazmente por las baterías de costa y cañoneras españolas contra la escuadra británica de Gibraltar del vicealmirante Saumarez compuesta por 6 navíos de línea y que se saldó con la derrota de los británicos, que perdieron uno de sus buques, el Hannibal de 74 cañones y otro quedó desmantelado, varado y a punto de perderse, el Pompee, también de 74 cañones. Los británicos se retiraron a la cercana Gibraltar a reparar daños y prepararse para un posible desquite” (www.todoababor.es).



Cuenta Eugenio de Ezquerra que ese primer ataque costó la vida a los oficiales del mando -salvo el segundo, Francisco Vizcarrondo- que se encontraban en la cámara de popa, entre ellos su ascendiente. Del modo en que se efectuó, pero sobre todo del tipo de proyectil utilizado no tiene dudas del empleo de bala roja. “En el libro “Informe dado por el brigadier de la Real Armada D. Francisco de Hoyos ...” (-...) hay unas notas realizadas por el nieto de Juan Joaquín Moreno, que como familiar del mismo tenía información privilegiada sobre las acciones en las que se vio envuelto éste. En el episodio que nos ocupa este artículo afirma que su abuelo siempre sostuvo que los ingleses fueron los verdaderos causantes del incendio de los navíos. Para ello se basaba en el aviso que recibió, antes de su salida de Cádiz en busca de la escuadra francesa en Algeciras, del comandante general del Campo de Gibraltar, Adrián Jacome y Ricardos, que sabía por confidentes que tenía en la plaza británica, que la escuadra inglesa, muy dolida por su derrota en Algeciras, se preparaba para incendiar a la escuadra combinada por todos los medios posibles con mixtos y bala roja”. (www.todoababor.es). La bala roja “usada en alta mar era considerada como una práctica inhumana”. Consistía en un proyectil puesto al rojo vivo con efectos incendiarios en su objetivo.

Eugenio de Ezquerra concede credibilidad a esta hipótesis con un documento que alude al “testimonio de un marinero inglés desertor de Gibraltar: los ingleses quemaron nuestros barcos con bala roja”. “Informó -añade- de los hornillos utilizados para calentar las bolas de cañón así como de la situación de los mismos en el navío Superb, en el que estaba embarcado”. El fragmento que ampara su opinión aparece “en un documento del 2 de octubre de 1801, firmado por el general de la Plaza del Campo de Gibraltar Marqués de Arellano, dirigido al Secretario (Ministro) de Marina, Caballero, para que se lo comunicase al Rey”.
Un segundo fragmento de un testamento de la madre de Ezquerra, Paula de Guirior y Otazu, refuerza la misma versión. En ninguno de los 13 documentos con su última voluntad varió su contenido. Antes de morir siguió creyendo que los ingleses quemaron a los buques españoles con bala roja.
“Fue ésta la verdadera causa del desastre, ocultada por españoles, ingleses y franceses, cuando todos lo sabían. Pero callaron por razones políticas y de alianzas cambiantes entre las tres naciones”, señala. Godoy participó del silencio y de una versión oficial que apuntaba al fuego amigo del San Hermenegildo que, aunque se produjo, no fue la causa de destrucción de los buques, incendiados desde el primer momento.
Del por qué ambos acabaron abordados, en orden a una instrucción recibida, los barcos de retaguardia tenían la orden de “virar 90 grados” al recibir un ataque. “El Real Carlos viró a babor pero el barco francés que iba con ellos no lo hizo. El Real Carlos volvió al rumbo para no abordarlo”, apunta. En medio de la confusión, el San Hermenegildo ya había completado su maniobra y llegó a situarse a la par de su gemelo de 112 cañones.
El capitán de fragata Francisco Vizcarrondo, el segundo de a bordo, de origen también navarro, contó después de naufragar que en la cubierta llegó a escucharse una voz de alerta: “¡Fuego, fuego!”. Según su testimonio, el Real Carlos no llegó a disparar. Quedó entre dos fuegos, el enemigo y el amigo del San Hermenegildo, que no distinguió su pabellón y lo confundió con un inglés. Pasada la medianoche, ya el 13 de julio, se oyó la explosión del buque de José de Ezquerra. Quince minutos después sucedió una segunda deflagración. El San Hermenegildo siguió su destino y se fue también a pique. El desastre, señalado como tal en los anales de la Armada, truncó una brillante carrera militar del insigne marino de Tudela.
“Con 19 años de edad -expone su descendiente- certificó con su firma la toma de posesión de Guinea Ecuatorial". El traspaso de Portugal a España de Fernando Poo llevó impresa su rúbrica como uno de los mandos militares que sobrevivieron a un ataque de paludismo que menguó las fuerzas del contingente español. En 1793, declarada la Revolución francesa, le fue concedido el mando del navío San Fermín. Participó en la toma de Tolón desde donde ayudó a repatriar a familias monárquicas de ese país. Del por qué unió su vida a la Armada hay una explicación en la atracción que despertó el mar en Navarra. “En el siglo XVIII había mucho marino navarro”, sostiene Eugenio de Ezquerra Cobertera. No en vano Pedro González Castejón y Salazar (Tudela, 1719 - Madrid, 1783), fue marino y militar español que alcanzó el grado de Teniente general de la Real Armada Española.
Tuvo ejemplos José de Ezquerra en su familia para seguir la estela del mar. Un tío suyo, José Manuel de Guirior Portal de Huarte Herdozain y González de Sepúlveda (Aoiz, 1708 - Madrid, 25 de noviembre de 1788), primer Marqués de Guirior, fue militar y administrador de la Corona en América. Tuvo el grado de teniente general y fue virrey de Nueva Granada y Perú. Del pasado del capitán de navío muerto en 1801 hay una huella en la plaza de los Fueros, de Tudela. De los 60 escudos esculpidos a su alrededor, uno de ellos exhibe dos anclas. Por José de Ezquerra y Guirior.