martes, 27 de junio de 2023

Carmen Sevilla, la novia de España

 Ha fallecido Carmen Sevilla, una de las principales actrices de este país. En mi libro Luis Mariano, un corazón que canta, que se puede adquirir en Amazon, hablo de la relación entre ambos e incluyo abundante material gráfico.

Las veces que he hablado de Luis Mariano (lo he hecho  en Pamplona, Burdeos, Madrid , Vitoria, Rentería, Tudela, Santoña, Alsasua, Alcobendas y  Arcos de Jalón)  a las personas mayores les brillaban los ojos cuando aparecía Carmen Sevilla, porque eran la pareja del momento en el que estas personas eran jóvenes y era recordar esa juventud un tanto lejana.


Voy a incluir un artículo de Manuel Román en Libertad digital:

Carmen Sevilla: adiós a una estrella con luz propia

Carmen Sevilla, fallecida a los 92 años, siempre se consideró más actriz que cantante.

Resulta un detalle menor llegada la última hora de Carmen Sevilla discutir su fecha exacta de nacimiento: en casi todas sus biografías, incluidas las de las enciclopedias, figura como nacida el 16 de octubre de 1930, lo que es falso, según ella misma nos reveló, justificando la verdadera, un año más tarde. Para obtener el carné profesional del entonces Sindicato Nacional del Espectáculo, cuando debutó, al ser menor, hubo de mentir, alterando su edad. Recibió clases de música y danza en la academia madrileña de Laura de Santelmo, quien la motejó como "Carmen, la de Sevilla". Su madrina en los escenarios fue Estrellita Castro, que la invitó a cantar por vez primera en uno de sus espectáculos. No quería el padre de Carmen, Antonio García Padilla, que fuera artista. Estrellita lo convenció tras verla bailar, un día que la entonces jovencita le llevó al madrileño teatro Calderón unas letras de canciones de su progenitor, que firmaba con el seudónimo Kola.

Carmelilla, como se dio a conocer en sus principios artísticos, se curtió en la compañía de Enrique Vargas (El Príncipe Gitano). En su filmografía suele escamotearse su verdadero debut ante las cámaras: en 1944, dirigida por Domingo Viladomat para su documental "Hombres ibéricos". En 1947 es cuando hace sus pinitos de actriz cinematográfica, con frase, en un breve cometido, en Serenata española, de Juan de Orduña, cuya protagonista era Juanita Reina. Y un año después es cuando salta al primer papel femenino de Jalisco canta en Sevilla, que ella considera su verdadera entrada en el mundo de la pantalla, teniendo por compañero (quien hubo de besarla pero viéndola tan jovencita lo hizo con suma delicadeza) nada menos que al entonces popularísimo galán de las rancheras mexicanas Jorge Negrete.

Sesenta y nueve películas rodaría nuestra estrella. Se consideró siempre más actriz que bailarina y cantante. En cuando a su filmografía, hay que recordar su sexto filme, La Revoltosa, de 1949, donde formó pareja castiza con Tony Leblanc. En esa profusa lista abundan los títulos de ambiente andaluz, comedias y cintas de corte histórico. De los primeros, bástenos recordarles: Cuentos de la Alhambra, El sueño de Andalucía, Violetas imperiales, La hermana San Sulpicio, La Bella de Cádiz, Un caballero andaluz, Pan, amor… y Andalucía, Camino del Rocío… Mostró su vena dramática en La venganza sobre todo, junto a dos destacados galanes, Jorge Mistral y Raf Vallone, y en buena parte también en El techo de cristal, No es bueno que el hombre esté solo, Nadie oyó gritar, La loba y la palomaBeatriz…, rodando películas intrascendentes, de corte costumbrista algunas y otras, en particular la de su última época "del destape" en los años 70, perfectamente prescindibles desde el punto de vista crítico, aunque en taquilla, en general, funcionaran bien; Carmen tenía muchísimos admiradores dentro y fuera de España, en países hispanoamericanos, por supuesto.

De esa larga relación de rodajes (es la estrella de su género que la encabeza en número) se cuentan anécdotas de cuando otro galán cantante azteca, Pedro Infante se sobrepasó con ella a la hora de besarla, motivando que Carmen, disgustada, le mordiera la lengua; actitud que también mostró por parecido comportamiento de Charlton Heston, su pareja en Marco Antonio y Cleopatra, en 1972. Durante mucho tiempo, el periodo más o menos comprendido entre los años 50 y 60 del pasado siglo, Carmen Sevilla encarnó el símbolo para la sociedad de la época de una española virtuosa que defendía entre otros valores espirituales la moralidad más estricta, sin excesos de contenido sexual en su vida artística y desde luego tampoco en la íntima. Alguna vez manifestó que iría virgen al matrimonio, acontecimiento que sucedió el 23 de febrero de 1961, en la Basílica del Pilar, de Zaragoza. A su esposo, el popular compositor Augusto Algueró Dasca, lo había conocido en 1955 cuando rodaba La fierecilla domada. Con anterioridad, la estrella mantuvo romances que apenas trascendieron. Algunos con millonarios sudamericanos. La relación que bien pudo acabar en boda a comienzos de los años 50 fue la que sostuvo con el valiente matador de toros mexicano Carlos Arruza, rival en los ruedos años atrás de "Manolete". Novio celoso que en vísperas de los preparativos del enlace osó decirle a Carmen que se olvidara del cine, que la quería en casa, sólo para él. Y la sevillana le dio puerta; con buenos modales, eso sí. La acosaron grandes astros de la cinematografía mundial: Frank SinatraYul BrynnerMario Moreno (Cantinflas)… pero ella no se dejó seducir por aquellos cantos de sirena. Ello sucedió a comienzos de los años 60, en su breve estancia en Hollywood para rodar Rey de Reyes, encarnando el papel de María Magdalena. Nunca quiso probar más suerte en aquella Meca del cine.

Luis Mariano, con quien hizo tres películas (ya nombradas El sueño de Andalucía y Violetas Imperiales, más Cita en Granada ,como se tituló en principio), manifiesto homosexual, le hizo ver la imposibilidad de ir juntos al altar, empeñado en desposarla. Carmen quería casarse "como Dios manda", tener un hogar, hijos… sin abandonar su profesión. Sólo tuvo un descendiente, al que impusieron el nombre del padre. Éste, Augusto Algueró, tenorio impenitente, engañó a su mujer cuantas veces se lo propuso, hasta que ella dijo ¡basta! Ya había aguantado los celos artísticos del músico, quien se consideraba ofendido cuando, sobre todo en sus viajes a Sudamérica, Carmen era tratada como una estrella y él parecía ser ignorado por la prensa y el público. Pero, como la propia Carmen Sevilla me confió en 1976, durante una pausa del rodaje de "Beatriz" en tierras gallegas: "Lo que no le soporto es que me ridiculice, me falte al respeto, se pasee del brazo de una furcia por la Gran Vía y luego vuelva a casa al amanecer metiéndose en nuestra cama como si nada…". Y se separaron. Con el empresario Vicente Patuel ya mantenía relaciones desde 1973. En 1985 consiguió el divorcio de Augusto Algueró. El año en el que en un juzgado de Arcos de la Frontera contrajo segundas nupcias, evento que publicó una revista del corazón a cambio de veinticinco millones de pesetasLa primera vez que la estrella "ponía el cazo" pues nunca antes había negociado exclusivas, si exceptuamos la de sus "memorias".

Citado de nuevo Augusto Algueró, magnifico compositor de canciones románticas popularísimas y de bandas sonoras cinematográficas ("Tómbola", "Penélope", "Te quiero, te quiero", "Noelia", "Las chicas de la Cruz Roja"…) hemos de dedicar un apartado musical acerca de Carmen Sevilla. Ella, al principio, se lució como bailarina, lo que ya apuntamos. Y comenzó su faceta de cantante, aunque ella misma me diría que lo suyo, por encima de todo, fue ser actriz. Citaremos un ramillete de títulos, entre más de doscientos, que popularizó en sus discos y películas, y hasta en presentaciones personales, las galas que se dicen ahora, conciertos y antiguamente bolos: "Carmen de España", "Cariño trianero", "Coplas", "Será el amor", "Amor latino", "Cabecita loca", "Embustero", "Monsieur Dupont", "Palabras, palabras" (a dúo susurrado con Paco Rabal), "Violetas imperiales" ( a dúo con Luis Mariano, y sola), "Eres diferente", "Typical Spanish", "Gracias", "La gente"…

Retornando a su actividad cinematográfica. En la segunda mitad de los años 70 es cuando acepta, más que nada por razones económicas, guiones de escasa entidad: Nosotros los decentes, El apolítico, siendo en 1978 su despedida con una rara, absurda e infame película, Rostros. Luego pasó unos años con largas temporadas en la finca de su marido, rodeada de ovejitas, convirtiéndose en 1991 en presentadora de un programa-concurso del cupón de ciegos, donde entre errores garrafales, olvidos, divertidos equívocos y salidas de pata de banco (no todas por culpa suya, algunas provocadas por los propios guionistas) se ganó la simpatía y seguimiento de una amplia audiencia y la atención de los medios de comunicación y caricatos imitadores, que tuvieron en ella un filón para sus parodias.

Esa etapa que ya preludiaba su descenso de categoría como estrella que lo había sido a lo largo de casi cuatro décadas, estrella con luz propia desde luego, con una fotogenia que nadie discute por encima de la de otras folclóricas, gracia personal, vis cómica si era preciso, y en general una simpatía que traspasaba la pantalla, le brindó la oportunidad de ganar más dinero que nunca. Dícese que se embolsaba trescientas mil pesetas diarias por aparecer unos pocos minutos en Telecupón; mucho más tarde, nueve mil euros casa semana por presentar los sábados en Televisión Española Cine de barrio. Y en "spots" de publicidad también se asegura que cobró en esos años la friolera de dos millones de euros. Nada extraña que ayudara a su segundo marido en sus no muy productivos cultivos y ganado en una finca extremeña. Y además, Carmen se permitió comprarse un buen piso, que yo pisé durante mi postrer entrevista con la estrella, de doscientos metros cuadrados, valorado en su día en un millón y medio de euros, frente al madrileño templo de Debod. Enviudó. Su adiós profesional se produjo ya avanzada la primera década del nuevo siglo, como decíamos, en calidad de presentadora de "Cine de barrio". Aún mantenía su seductora sonrisa de siempre como gancho infalible para ganarse la simpatía de los telespectadores. Hasta que, acogida en una residencia a las afueras de Madrid, Orpea, en Aravaca, el año 2015, fue perdiendo la memoria, con su mente en blanco, incapaz incluso de reconocer en sus últimos días a su propio hijo. El mal de Alzhéimer se le había declarado en 2009, aunque no se conoció públicamente hasta tres años después.

No recibía visitas, salvo la de Augusto, su hijo. Un representante artístico, que mucho la quería y admiraba, iba a verla periódicamente para entregarle un ramo de flores. Fueron pasando los años, los aniversarios cada mes de octubre. Carmen Sevilla no recordaba absolutamente nada de su glorioso pasado, Triste final para una mujer que nos hizo felices tanto tiempo. A los periodistas que la conocimos y entrevistamos en infinidad de ocasiones nos costará olvidarla porque, al margen de su condición de estrella, tenía un enorme don de gentes, empatía nada más saludarla, encanto que brotaba de ese gran corazón, que acaba de detener el tiempo para la eternidad.

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