Antonio Tovar es el
testigo que conoció a personalidades tan dispares como Lorca y Hitler. El
hombre que dejó su firma en 400 libros y
artículos de filología, filosofía y literatura como autor, traductor o
prologuista. El rector de la Universidad de Salamanca a la que llevó la luz del
porvenir en los años de la dictadura. El miembro de la Real Academia que
defendió con pasión la entrada de Miguel Delibes, Rosa Chacel o Pere Gimferrer.
El profesor a quien sus alumnos (de España, Argentina, Estados Unidos o Alemania)
recuerdan como una figura central en sus vidas. El esposo, padre de cinco hijos
y auténtico amigo de sus amigos. La figura pública que encarnó la evolución
desde el franquismo hasta la más profunda convicción democrática, manteniéndose
fiel al deseo de una necesaria revolución que quedaba pendiente.
A su muerte, en 1985,
tuvieron para él palabras de recuerdo tanto el entonces ministro socialista de
Cultura, Javier Solana, como el que fuera ministro de Franco, Ramón Serrano
Suñer. España había perdido a una de sus mentes más privilegiadas, a un gran
intelectual y ellos a un entrañable amigo.
Las últimas palabras de
su "Vida de Sócrates" podrían aplicarse a él mismo:
"La fragilidad del
destino del saber humano, la fatalidad histórica y la libertad genial, las
profundas raíces del individuo más racional y exento: todo esto quisiéramos que
resultara más claro después de leídas estas páginas."
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