He realizado una selección de poemas de Fray Luis (por supuesto, la Oda a Salinas), San Juan de la Cruz, Garcilaso, Santa Teresa y Cervantes.
He incluido poemas de Blas de Otero y Rafael Alberti.
De Otero, entre otros, los que dedica a Garcilaso y a Fray Luis
Imponderable palabra
Viva
la música oída en casa, en una isla punteada de hippys, la música
viva
en medio de nuestra vida con Schubert a un lado y los Beatles
al otro y en medio una canción regional
con olor a madera,
yo
derivo por la música y no la entiendo ni puñetera falta que
hace,
siempre
me lleva
como
una almadía a lo largo de un río, como un coche descapo-
table por una autopista a las cinco de la
mañana,
a
Beethoven no me atrevo
a saludarle,
el
hombre es imponente,
está
detrás de todas las catástrofes
oscilando encima de los entusiasmos,
dame
la mano, Falla, llena de jardines y voces populares,
viva
la música desvestida en medio del aire,
la hermosa melodía de Salinas
serenamente ensalzada en la
imponderable
palabra de fray Luis.
Égloga
Un
hombre escribe. La pared blanquea.
Asciende
una palabra hasta la mano.
Silencio
lento. El tiempo pasa en vano.
Otra
palabra duda, cabecea.
El
hombre piensa, olvida, merodea
interiormente.
Contraluz lejano.
Jadea
un ángel fieramente humano.
Otra
palabra irrumpe y espolea.
El
hombre aprieta la palabra, ciñe
el
silencio interior. Luego, desprende
el
verso sabiamente rumoroso.
Un
extraño sentido enciende y tiñe
el
papel donde olvida y donde aprende
Salicio
juntamente y Nemoroso El que Alberti dedica a Garcilaso:
Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero,
que buen caballero era.
Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero
que buen caballero era.
¡Qué dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.
que buen caballero era.
Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero
que buen caballero era.
¡Qué dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.
Y, como he dicho, la Oda a Salinas:
El aire se
serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música estremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son
divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
Y como se
conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca, engañadora.
Traspasa el aire todoen suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca, engañadora.
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera
Ve cómo el
gran maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.
Y como está
compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entrambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entrambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.
Aquí la alma
navega
por un mar de dulzura, y finalmente
en él así se anega
que ningún accidente
extraño y peregrino oye o siente.
por un mar de dulzura, y finalmente
en él así se anega
que ningún accidente
extraño y peregrino oye o siente.
¡Oh, desmayo
dichoso!
¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!
¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!
A este bien
os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo visible es triste lloro.
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo visible es triste lloro.
¡Oh, suene
de continuo,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás amortecidos
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás amortecidos