lunes, 4 de noviembre de 2013

Episodios Nacionales

Me propuse al comenzar el mes de junio leer los Episodios Nacionales, la gran obra galdosiana. Ayer terminé de leerlos y, en homenaje a nuestro gran escritor, transcribo el último capítulo  del último de sus Episodios   Nacionales, el que lleva por título "Cánovas":

" Después de justificar este doble socorro, enumerándome las privaciones y agobios

que había yo de sufrir si me conservaba incorruptible y puro en medio del general

positivismo, la Madre exponía su pensamiento acerca del porvenir de España en la

forma elocuente y profética que traslado a mis buenos lectores:

 
«Hijo mío: cuando a fines del 74 te anuncié en una breve carta el suceso de Sagunto,
anticipé la idea de que la Restauración inauguraba los tiempos bobos, los tiempos de mi

ociosidad y de vuestra laxitud enfermiza. La sentencia de mi buen amigo Montesquieu,
dichoso el pueblo cuya Historia es fastidiosa, resulta profunda sabiduría o necedad de

marca mayor, según el pueblo y ocasión a que se aplique. Reconozco que en los países

definitivamente constituidos, la presencia mía es casi un estorbo, y yo me entrego muy

tranquila al descanso que me imponen mis fatigas seculares. Pero en esta tierra tuya,
donde  hasta el respirar es todavía un escabroso problema, en este solar

desgraciado en que aún no habéis podido llevar a las Leyes ni siquiera la libertad del

pensar y del creer, no me resigno al tristísimo papel de una sombra vana, sin otra

realidad que la de estar pintada en los techos del Ateneo y de las Academias.

»La paz, hijo mío, es don del cielo, como han dicho muy bien poetas y oradores,

cuando significa el reposo de un pueblo que supo robustecer y afianzar su existencia

fisiológica y moral, completándola con todos los vínculos y relaciones del vivir

colectivo. Pero la paz es un mal si representa la pereza de una raza, y su incapacidad

para dar práctica solución a los fundamentales empeños del comer y del pensar. Los
tiempos bobos que te anuncié has de verlos desarrollarse en años y lustros de atonía, de

lenta parálisis, que os llevará a la consunción y a la muerte.


»Los políticos se constituirán en casta, dividiéndose hipócritas en dos bandos

igualmente dinásticos e igualmente estériles, sin otro móvil que tejer y destejer la jerga

de sus provechos particulares en el telar burocrático. No harán nada fecundo; no crearán

una Nación; no remediarán la esterilidad de las estepas castellanas y extremeñas; no

suavizarán el malestar de las clases proletarias. Fomentarán la artillería antes que las

escuelas, las pompas regias antes que las vías comerciales y los menesteres de la grande
y pequeña industria. Y por último, hijo mío, verás  si vives que acabarán por poner
 
la enseñanza, la riqueza, el poder civil, y hasta la independencia nacional, en manos de

lo que llamáis vuestra Santa Madre Iglesia.
 

»Alarmante es la palabra Revolución. Pero si no inventáis otra menos aterradora, no

tendréis más remedio que usarla los que no queráis morir de la honda caquexia que

invade el cansado cuerpo de tu Nación. Declaraos revolucionarios, díscolos si os parece

mejor esta palabra, contumaces en la rebeldía. En la situación a que llegaréis andando

los años, el ideal revolucionario, la actitud indómita si queréis, constituirán el único

síntoma de vida. Siga el lenguaje de los bobos llamando paz a lo que en realidad es

consunción y acabamiento... Sed constantes en la protesta, sed viriles, románticos, y
mientras no venzáis a la muerte, no os ocupéis de Mariclío... Yo, que ya me siento

demasiado clásica, me aburro... me duermo...».
 



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario