El texto que publiqué:
Cuando Mío Cid, camino del destierro, llamó a su puerta, a
ella le hubiera gustado acompañarle, galopar y combatir al lado de aquel que en
buena hora ciñó espada, participar en las algaras y reconquistar las tierras
ocupadas por los enemigos. Cuando oyó hablar
del Campeador, ella se veía en sueños sobre un caballo negro que echaba fuego
por los ojos, más rápido que el viento e imposible de alcanzar por las flechas
que los moros lanzaban desde sus atalayas. Pero, ya entonces, su condición de
mujer se lo impedía: debía cuidar de sus hermanos más pequeños y, cuando se
casara, la única lucha que le estaba permitida era velar por el hogar y los
hijos. Era aún una niña, pronto se convertiría en mujer y, para ella, los
sueños estaban vedados
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