Blas de Otero escribió en 1941 este poema dedicado a San Ignacio de Loyola:
Sustenta, capitán, nuestras entrañas
de fe, con tu valor insatisfecho
y pon la cruz del pelear al pecho
vacilante al nivel de las montañas.
Vuelve otra vez, por el dolor, las cañas
lanzas de combate firme y derecho,
que ya de nuevo le resulta estrecho
el mundo a la ambición de las Españas.
Mira a Varsovia y Portugal midiendo
la exactitud del orbe, en el espanto
del despertar terrible de Castilla.
Y, como tú, vamos aprendiendo
la humildad que nos llega del quebranto
de una bala de Dios en la rodilla.
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