El 23 de junio a las 18,00 horas en Orozko rendiremos homenaje a Blas de Otero.
El acto consistirá en una charla acompañada por un recital de sus poemas más significativos y la presentación del libro EL MADRID DE BLAS DE OTERO.
Quienes no puedan asistir y deseen un ejemplar, pueden adquirirlo en Amazon.
Estos son algunos de los poemas que dedica a Orozko:
Ramas de niebla
Este es el valle, el camino
ondulado hacia el Gorbea,
pespunteado de lluvia
liviana, con dos carretas
tardas, labrando en el lodo
ancestrales letras éuskaras.
El valle donde mi madre
me llamaba entre la niebla,
alzando junto a sus senos
hermosos la mano izquierda.
El huerto de las cerezas
coloradas, las manzanas
reinetas, príncipes peras
y brevas violeta, con
una gran gota de almíbar
temblando sobre la yerba.
He allí Santa Marina
ladeándose violeta,
la falda de la montaña
infantil, de ramas tiernas,
helechos, espliego, yerbas
aromáticas, y una gran
nube blanca coronándole
la cabeza.
Valle del río perdido
donde me bañé de niño,
piedras rodadas, guijos
como anillos,
chopos tintineantes, líricos
atardeceres amarillos
para mis lágrimas tiernas
de niño sin sombra: niño.
Agur, hasta luego, valle
de mi incierta adolescencia,
brincando sobre el frontón
al sol de las once y media,
deambulando por la plaza
los días de sol y fiesta,
tirando al blanco, mercando
rosquillas enjalbegadas
y anises para ofrecértelos
a ti, Maitechu, princesa
del valle de Orozco,
hoy
sentada, triste, a la puerta
del caserío antañoso,
envuelto en ramas de niebla.
Sin saquear la verdad
Amatxo, ven. Estoy muy solo. Soy un emigrante que
aún no retornó a su aldea. Ven, llévame a Orozco,
si es que puedes con tus pies. Estás muy anciana,
cargada de años y de desgracias,
encorvada de tanta aventura de tu hijo Blas.
Mamá, no hagas caso a nadie. Sentémonos a la sombra del
nogal
y contemplemos la parroquia, la cumbre de Santa Marina,
las
nubes…
Ven. Quédate aquí,
en la tierra,
vamos a no morirnos, madre,
a inventar una perennidad para mí y para ti,
solos,
vamos a establecer el eterno retorno para nosotros dos,
te veo con dieciocho años en la romería de Murueta,
rubia como este papel, de ojos claros, serenos
como el azul de la mañana,
eres la más linda de las mozas de la aldea,
déjame que me lleves en tu vientre
apenas palpitando,
sin imaginarme siquiera todo lo que me va a suceder en el
mundo,
madre de la cinta azul
atada a la pata del corderillo blanco,
escucha, las campanas se derraman sobre el campo,
por qué tanta desdicha y desolación después…
Madre, te voy a decir una cosa
que tú no sabes: el cáncer que cercenó el bisturí
instantáneamente…
Mamá, ven. Estoy muy solo,
tantos fantasmas de mujeres que aparecieron en la
pantalla,
fulgieron un momento y se desvanecieron,
tú sola permaneces,
tú sola llenas mis manos de versos y de pasquines,
tú sola revisas el marxismo sin saquear la verdad,
tú sola existirás más allá de mi muerte.
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