lunes, 9 de junio de 2025

23 de junio, Blas de Otero vuelve a Orozko


 

El 23 de junio a las 18,00 horas en Orozko rendiremos homenaje a Blas de Otero.

El acto consistirá en una charla acompañada por un recital de sus poemas más significativos y la presentación del libro EL MADRID DE BLAS DE OTERO.

Quienes no puedan asistir y deseen un ejemplar, pueden adquirirlo en Amazon.   

Estos son algunos de los poemas que dedica a Orozko:


Ramas de niebla

 

Este es el valle, el camino

ondulado hacia el Gorbea,

pespunteado de lluvia

liviana, con dos carretas

tardas, labrando en el lodo

ancestrales letras éuskaras.

El valle donde mi madre

me llamaba entre la niebla,

alzando junto a sus senos

hermosos la mano izquierda.

El huerto de las cerezas

coloradas, las manzanas

reinetas, príncipes peras

y brevas violeta, con

una gran gota de almíbar

temblando sobre la yerba.

He allí Santa Marina

ladeándose violeta,

la falda de la montaña

infantil, de ramas tiernas,

helechos, espliego, yerbas

aromáticas, y una gran

nube blanca coronándole

la cabeza.

Valle del río perdido

donde me bañé de niño,

piedras rodadas, guijos

como anillos,

chopos tintineantes, líricos

atardeceres amarillos

para mis lágrimas tiernas

de niño sin sombra: niño.

Agur, hasta luego, valle

de mi incierta adolescencia,

brincando sobre el frontón

al sol de las once y media,

deambulando por la plaza

los días de sol y fiesta,

tirando al blanco, mercando

rosquillas enjalbegadas

y anises para ofrecértelos

a ti, Maitechu, princesa

del valle de Orozco,

hoy

sentada, triste, a la puerta

del caserío antañoso,

envuelto en ramas de niebla.



Sin saquear la verdad

 

Amatxo, ven. Estoy muy solo. Soy un emigrante que

aún no retornó a su aldea. Ven, llévame a Orozco,

si es que puedes con tus pies. Estás muy anciana,

cargada de años y de desgracias,

encorvada de tanta aventura de tu hijo Blas.

Mamá, no hagas caso a nadie. Sentémonos a la sombra del

nogal

y contemplemos la parroquia, la cumbre de Santa Marina,

las

nubes…

Ven. Quédate aquí,

en la tierra,

vamos a no morirnos, madre,

a inventar una perennidad para mí y para ti,

solos,

vamos a establecer el eterno retorno para nosotros dos,

te veo con dieciocho años en la romería de Murueta,

rubia como este papel, de ojos claros, serenos

como el azul de la mañana,

eres la más linda de las mozas de la aldea,

déjame que me lleves en tu vientre

apenas palpitando,

sin imaginarme siquiera todo lo que me va a suceder en el

mundo,

madre de la cinta azul

atada a la pata del corderillo blanco,

escucha, las campanas se derraman sobre el campo,

por qué tanta desdicha y desolación después…

Madre, te voy a decir una cosa

que tú no sabes: el cáncer que cercenó el bisturí

instantáneamente…

Mamá, ven. Estoy muy solo,

tantos fantasmas de mujeres que aparecieron en la

pantalla,

fulgieron un momento y se desvanecieron,

tú sola permaneces,

tú sola llenas mis manos de versos y de pasquines,

tú sola revisas el marxismo sin saquear la verdad,

tú sola existirás más allá de mi muerte.

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