miércoles, 11 de enero de 2017

Manolita Chen, la importancia de los senos en la cultura




 
Ha fallecido Manolita Chen, una actriz que demostró que dos tetas mueven más que dos carretas. Como homenaje a esta actriz de la que van a hablar poco los culturetas, vayan estos versos de Blas de Otero  y el artículo que , sobre ella he encontrado en Libertad Digital 




Ritmo de ola

Los senos son como palomas.
Hay algunos que vuelan.
La curva de los senos es el patrón para la línea del ecuador.
El meneo de los senos sugiere el ritmo de la ola.
Los senos son dos, pero parecen uno repetido, jimaguas.
Dulces, leves senos de niñas de quince años.
(Debieran llevar siempre una cintita rosa en el pezón.)
Senos directamente agresivos de las doncellas.
Senos llenos de las casadas, que colman la palma de la mano y la
      rebosan.
Si las mujeres no tuvieran senos, el mundo sería una leche.
   




Se nos ha ido para siempre Manolita Chen, una mujer que hizo felices a un par de generaciones al menos, sobre todo caballeros que iban a aplaudirla, enardecidos, a sus espectáculos de variedades. Pero también acudían matrimonios, espectadores de toda condición social, aunque abundaran más los de estratos más débiles. Porque era en los pueblos, en ciudades donde no llegaban las compañías importantes de revistas, los lugares en los que arribaba el Teatro Chino de Manolita Chen. Abría sus puertas llenas de paredes floridas, con atractivos colores, bombillas por todas partes, y anuncios en las paredes de las calles donde se anunciaba la actuación de una "Compañía de galas orientales, con cincuenta internacionales artistas". Había números de circo, ilusionistas, payasos, cantaoras de copla y flamenco, y chicas en ropa interior exhibiéndose casi desnudas.

Y presidiendo ese coro descocado de "vedettes", ella, la escultural estrella con su anatomía al aire y a punto de estallar. Porque sépase que Manolita Chen fue de las primeras artistas españolas de su género que se operó los pechos, aumentándolos, como en el cine hacían Diana Dors, Mamie van Doren y otras pechugonas de Hollywood. Y a los varones le hacían los ojos chiribitas, en tanto si iban con su novia o su esposa eran apercibidos para que se excitaran lo justo. También las chicas del "ballet" de Manolita tuvieron que pasar por el quirófano, las que no tenían desarrolladas las glándulas mamarias. Eso sucedía en una entoldada carpa llena de sillas plegables, pues aquel Teatro Chino de Manolita Chen era de carácter ambulante y venía a ser como un escenario para cómicos de la legua, mejor desde luego del que disponían los cómicos decenios atrás. La empresa de la que esta señora era copropietaria junto a su esposo disponía de varias carpas, que se repartían por toda España. Espectáculos previstos para ferias populares. Daban ¡hasta siete funciones diarias! Pero ¿de dónde procedía esta Manolita Chen, que acaba de dejarnos?

Fue a comienzos de la década de los 40 cuando apareció en Madrid un chino llamado Chen Tse-Ping, nacido en 1903, procedente de París, donde se había instalado muy joven, sin querer volver a su país desde que Chiang Kai-Sheck alcanzó el poder. Enrolado en varias "troupes" circenses conoció a una alemana, Charlotte, que figuraba en la misma compañía, con la que contrajo matrimonio. Tuvieron un hijo. Su esposa falleció. Y tras la invasión alemana en Francia durante la II Guerra Mundial Chen Tse-Ping optó por venirse a nuestro país. En el Circo Price de la madrileña Plaza del Rey encontró trabajo con su grupo de titiriteros, los Che-Kiang. Allí, Chen Tse-Ping se fijó en una belleza de ojos rasgados y vistosa presencia, que le hizo "tilín". Al año se casaban. Era la madrileña del Puente de Vallecas Manuela Fernández Pérez, (hija de padre agricultor, su madre era criada), que oficiaba de corista. Cantaba muy bien, gracias a las lecciones que le impartió en el Conservatorio de Madrid nada menos que Laura de Santelmo. La boda fue en 1944, y Manolita pasó a llevar el apellido de su marido al tiempo que el chino se nacionalizaba español, bautizado con el nombre de Jesús. "Chepín" lo llamaba ella. Contaba el novio cuarenta y un "tacos" y ella, sólo diecisiete. Se enamoró de él viéndolo bailar al ritmo de sus doce platillos. Y luego además "porque me volvía loca cuando me besaba".

Manolita se integró pronto con los Che-Kiang. Consistía su papel en aparecer en la pista atada a una tabla sobre la que su reciente esposo lanzaba peligrosamente media docena de afilados cuchillos. Cada función era un suplicio para la joven. Temblaba de miedo. Hasta que en 1947 se acabaron aquellos sinsabores al despedirse del Price. Fundaron el Circo Chino Che-Kiang y ella ya no tuvo que soportar más los cuchillos de su media costilla. "¡Que se ponga otra en mi lugar!", dijo. Cambió años más tarde de nombre aquel barracón portátil, por el de Teatro-Circo Chino.

En 1950 hicieron su primera "tournée" por toda España. Año en el que tuvieron a su única hija, Mary Paz. Resultó luego que un avispado empresario valenciano ante el éxito de Chen Tse-Ping y su mujer, que se estaban forrando, resolvió llamar a su tinglado también Teatro Chino. Y para no complicarse la vida, Chen Tse-Ping le dijo a su querida mujercita: "En adelante, nuestro negocio llevará tu nombre". Dicho y hecho: el de Teatro Chino Manolita Chen.

Eran los años 60 cuando en su cometido de "supervedette" animaba a la numerosa clientela con atrevidos cuplés, burlando a la censura, aunque de vez en cuando les cayera algún multazo. Los títulos de sus estrenos no dejaban duda alguna del contenido de sus letras: "Arrímame la estufita", "¡Qué justito me entra…!"… y cosas por el estilo. Llegó el día, ya en tiempos de la Transición, que Manolita Chen fue la primera en montar un número lésbico, para rizar el rizo del erotismo en la frontera con el "porno". Había que calentar a la parroquia, que ya en los años 70 ya no llenaba tanto su negocio, porque empezaba a proliferar el cine del destape y le hacían mucha competencia.
El Teatro Chino de Manolita Chen dio muchas oportunidades a jóvenes artistas que andando el tiempo serían grandes figuras, casos de Pajares y Esteso y también Marifé de Triana, Antonio Molina y El Fary. Contaban éstos, y así lo recogí al entrevistarlos, que la vida era dura bajo la carpa, que eran muchas funciones las que hacían, pero tenían la comida asegurada e iban aprendiendo su oficio. En otras ocasiones otras estrellas consagradas no tuvieron inconveniente en ser contratados por Manolita y su marido, como Juanito Valderrama, Dolores Abril, Rafael Farina y hasta Bigote Arrocet. Tenía fama esta empresaria de pagar bien a los buenos artistas. Y bromeaba diciendo que en eso era muy diferente a Matías Colsada, acreditado empresario revisteril, con fama de tacaño y de cobrarles el cincuenta por ciento a los autores de sus espectáculos.

A finales de los años 70 Manolita Chen hubo de abandonar sus actuaciones porque se le diagnosticó un tumor en uno de sus oídos, produciéndole una molesta parálisis facial. No obstante siguió dirigiendo sus espectáculos con su energía acostumbrada. Tuvieron ella y su esposo que hacer frente a un desdichado asunto: un transexual llamado Manuel Saborido, procedente de El Molino de Barcelona tuvo la cara dura de anunciarse como "Manolita Chen", disfrazándose hasta parecerse al máximo a la verdadera. Ello perjudicó gravemente los intereses de nuestra protagonista y digamos también su honorabilidad, pues el público que la seguía, la aplaudía y la tenía considerada una estrella en su género se preguntaba si en realidad era ciertamente un transexual.

Entre esos equívocos, y que ya el Teatro Chino de Manolita Chen acusaba el descenso de espectadores, fue transcurriendo la última etapa de su existencia, cuyo espectáculo final corrió a cargo de las hermanas Hurtado y los hermanos Calatrava. En 1986 aquel escenario portátil cerró para siempre sus puertas. No obstante Chen Tsé-Ping, con Manolita a su lado, se embarcó en nuevos negocios, siempre dentro del mundo del espectáculo, contratando teatros en los que figuraron como empresarios. El compositor Alfonso Santisteban, por ejemplo, montó con su entonces esposa, la popular locutora de Televisión Española Marisa Medina una función llamada "Satán Azul", contando con la "pasta" del matrimonio. El músico refería que Chen Tsé-Ping iba todos los días a vigilar la taquilla, se retiraba a un palco para dormir una prolongada siesta, despertándose justo en el momento en el que iba a terminar la función, instante en el que aparecía en el escenario saludando con los actores al respetable.

Chen Tsé-Ping falleció en 1997. Y ahora, veinte años después, le ha seguido Manolita, ya con ochenta y nueve a sus espaldas, después de tanto tiempo sembrando de picardía, canciones y sonrisas cómplices con aquel público fiel que llenaba sus barracones. Vivía en una residencia de ancianos en el pueblo sevillano de Espartinas, de donde es el torero Espartaco, donde viviera Juanito Valderrama y donde ahora habita Miguel Poveda.

Ya nadie parecía acordarse en los últimos tiempos de ella. Pero un doctor en Filología Hispánica, el granadino Juan José Montijano Ruiz, el más riguroso autor de la historia de la revista musical española, dio hace pocos años en escribir un par de volúmenes contándonos los avatares del Teatro Chino y la vida de esta Manolita Chen, recobrando así para muchos lectores la epopeya de su azarosa e interesante existencia, la que este pasado día 8 ha concluido definitivamente.

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