Este es el enlace de YouTube en el que se puede ver el video sobre el libro.
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El
nombre de Juan Martín Díez, conocido en la historia como el Empecinado, resuena en la
memoria colectiva como uno de los símbolos más firmes de la resistencia popular
frente a la invasión napoleónica. Hijo de un humilde campesino de Castrillo de
Duero, soldado hecho a fuerza de necesidad y coraje, este hombre de origen
modesto se convirtió en leyenda por la obstinación con que combatió al invasor
y por la singular coherencia con que defendió sus convicciones, incluso cuando
ello lo llevó a la desgracia final. Su figura, áspera y magnética, ha atraído
la atención de historiadores, novelistas y ensayistas, que han visto en él no
solo al guerrillero indomable, sino al emblema de una España viva y rebelde.
Entre
quienes se ocuparon de su memoria, ocupa un lugar singular Pío Baroja. El
escritor vasco, miembro destacado de la Generación del 98, no se acercó al
Empecinado desde el punto de vista del historiador profesional, sino desde la
sensibilidad del narrador y del ensayista que busca, en las vidas pretéritas,
reflejos de su propia visión del país. La España que Baroja recorre en sus
libros —contradictoria, desgarrada, heroica y a la vez trágica— encuentra en la
figura del guerrillero castellano un espejo de sus tensiones y de sus
grandezas.
Baroja
fue un escritor fascinado por los hombres de acción, por las existencias
intensas que condensan en su biografía el pulso de una época. Entre sus páginas
aparecen guerrilleros, aventureros, conspiradores, forajidos y caudillos
populares, a quienes otorga una dimensión literaria que trasciende lo puramente
anecdótico. El Empecinado, con su obstinación y su destino, no podía faltar en
ese panteón barojiano. Pero lo interesante no es solo la atención que Baroja le
presta, sino la manera en que lo presenta: con una mezcla de admiración,
distancia crítica y ese tono sobrio, despojado de retórica, que caracteriza su
estilo.
El
presente libro, al reunir los textos en que Baroja habla del Empecinado, cumple
una doble función. Por un lado, rescata del conjunto de la vasta obra barojiana
aquellos fragmentos en que la memoria del guerrillero castellano aparece viva,
ya sea en novelas, ensayos o evocaciones históricas. Por otro, invita al lector
a contemplar cómo la mirada de un escritor del 98 —escéptico, desengañado, pero
sensible a la energía vital— dialoga con un héroe de la Guerra de la
Independencia, cargado de romanticismo y de dramatismo.
Esta
confluencia no es casual. Baroja, que tantas veces diagnosticó las flaquezas de
España, también supo reconocer sus momentos de grandeza, aquellos en que la
voluntad popular se alzó contra fuerzas aparentemente invencibles. En el
Empecinado vio algo más que a un guerrillero: percibió la encarnación de una
tenacidad colectiva, de una dignidad que no se resigna a la derrota. Pero, fiel
a su estilo, no lo mitificó ni lo convirtió en estatua marmórea; lo retrató en
su condición humana, con sus luces y sombras, como hombre rudo, testarudo y
leal, víctima al final de la ingratitud política y de la violencia fratricida.
El
lector hallará en estas páginas no un tratado exhaustivo ni una biografía
completa, sino un mosaico de voces barojianas que, al referirse al Empecinado,
nos revelan tanto del guerrillero como del propio Baroja. Es, en cierto modo,
un doble retrato: el del héroe castellano y el del novelista que lo evoca desde
su peculiar visión de la historia. Y es también una invitación a volver sobre
la figura del Empecinado, a reconocer en él no sólo a un personaje del pasado,
sino a un símbolo de la resistencia frente a la injusticia y la opresión, en
cualquier tiempo y lugar.
La
labor de rescatar y reunir estos textos tiene un valor especial. En una época
en que la memoria histórica se fragmenta y se dispersa, disponer de un corpus
que muestre la mirada de un gran escritor sobre un héroe nacional ofrece al
lector una herramienta de reflexión y de goce literario. Quien se acerque a
este volumen podrá no solo aprender algo más sobre el Empecinado, sino también
redescubrir la prosa ágil, incisiva y honesta de Baroja, que sigue hablándonos
con sorprendente actualidad.
Sea,
pues, este libro un puente entre dos nombres ilustres de nuestra historia y de
nuestra literatura. Que el ejemplo de Juan Martín Díez, convertido en emblema
por su constancia y sacrificio, y la pluma de Pío Baroja, que supo dotar de
sentido narrativo a la historia española, se encuentren aquí para el disfrute y
la reflexión del lector. Y que, en el diálogo entre ambos, hallemos también un
modo de pensar nuestro presente: con la memoria de los que lucharon, con la
mirada crítica de los que escribieron, y con la conciencia de que la historia,
como la literatura, es siempre una invitación a la libertad.
Como homenaje a Claudia Cardinale, incluyo el artículo de Manuel Román que ha aparecido en Libertad Digital:
Claudia Cardinale, la leyenda del cine italiano que
rechazó a Alain Delon y a Marlon Brando
Tenía una belleza sensual, una anatomía espectacular, y una peculiar voz
ronca, razón por la que doblaron sus películas, hasta que llegó Federico Fellini, convirtiéndola en su musa y rompiendo
esa costumbre. Claudia Cardinale es una de las ya pocas leyendas del cine
italiano (vive afortunadamente Sofía Loren,
nonagenaria). Su desaparición acaba de suceder, cuando ya llevaba un decenio
alejada de los estudios cinematográficos, en su residencia de París, cumplidos
los ochenta y siete años. Con una vida intensa en la pantalla y fuera de ella:
era acosada por muchos hombres aunque sólo estuvo enamorada de uno.
Claude
Josephine Cardin había nacido el 15 de abril de
1938 en La Goulette, Túnez, de padre siciliano y madre francesa, cuando este
país era un protectorado de Francia. Era entonces francesa e italiana. Conforme
la adolescente se iba transformando en lo que en España se conoce, coloquialmente,
como "una mujer de bandera", llamó la atención del
jurado de Miss Túnez 1957, recayendo en Claudia ese galardón.
Un grave incidente la sumió, cuando aún no había cumplido los dieciocho
años, en un lamentable estado, tras ser violada por un adulto,
desconocido. Siniestro episodio de su vida que jamás pudo olvidar:
la marcó para siempre. Porque no sólo sufrió lo indecible con el suceso, sino
que nueve meses más tarde tuvo un hijo: no quiso abortar. Lo tuvo en una
clínica de Londres. Le impusieron el nombre de Patrizio, aunque también se le
conoció como Patrick. A quien ocultó
ser su madre cuando ya alcanzó el uso de razón, diciéndole Claudia que era su
hermana mayor. Con ese misterio transcurrió mucho tiempo hasta que reveló la
verdad, en 1985, coincidiendo con la publicación de su autobiografía: "Yo Claudia, tú Claudia".
Aquel título de belleza conseguido en Túnez a Claudia le sirvió para
trasladarse a Roma e iniciar su carrera en el cine, donde competiría, tras sus
primeros intrascendentes papeles, como en Rufufú, nada
menos que con tres bellezas imponentes: Sofía Loren, Gina Lollobrígida y Virna
Lisi.
Quien se convirtió en una especie de Pigmalión fue el productor Franco Cristaldi, que le proporcionó paulatinamente
películas hasta llevarla a lo más alto del cinema italiano. En el plano íntimo,
se enamoró de Claudia hasta contraer matrimonio en 1966. No tuvo inconveniente
Franco en adoptar a Patrick como hijo propio, tras la confesión que le hizo
ella de aquella dramática violación del pasado. Al margen de cuanto,
insistimos, hizo él por elevarla a diva de la pantalla, acabaron mal nueve años
después de su boda, separándose en 1975. Circularon rumores de que fue una
decisión de ella, tal vez engañada por alguna infidelidad o por otras razones.
El caso es que desde entonces, Cristaldi hizo lo posible por vengarse,
denigrarla públicamente, tratando de hundirla para siempre como estrella
cinematográfica. Y eso no lo consiguió porque Claudia Cardinale ya había volado
muy alto.
La filmografía
La filmografía de Claudia es amplia, superando un centenar de títulos, de
los que apuntamos los más sobresalientes, bien por su calidad o por ser
taquilleros. Puede que el más relevante fuera El Gattopardo, de 1963, con un reparto encabezado
por Burt Lancaster. El galán era Alain Delon, al que ya conocía cuando
rodaron Rocco y sus hermanos con
el mismo director: Luchino Visconti. Se
decía que entre el genio italiano y el guapísimo actor francés existía una
relación que sobrepasaba la puramente profesional. Claudia contó lo que sigue:
"Tenían una
relación cercana y en cierto modo ambigua, y el director animaba a Alain para
que me cortejara, seguro de que caería en sus brazos. Visconti me pidió que le
diera un beso en francés, o sea que con la lengua. Y nunca acepté". Fue
luego inútil, para complacer a Luchino, tratara de conquistarla, porque ella lo
rechazó sin contemplaciones, aunque fingiera desde entonces ser amiga suya.
Consciente de que era un símbolo sexual y tras cada día, "al terminar el
rodaje, yo contemplaba la fila de mujeres dispuestas a vender su alma por pasar
una noche con él".
Hubo, por cierto, otros actores afamados que trataron de encamarse con
ella. Uno fue Marlon Brando, que estando en Roma
en 1967 hizo todo lo posible porque lo acompañara a su "suite", sin
lograr tamaño propósito. Mucho más tarde, ella diría estar arrepentida por no
haber caído en los brazos del protagonista de El padrino.
"Mastroianni también lo intentó – recordaría
Claudia – cuando rodamos Ocho y medio con
Fellini, mas nunca caí en esa tentación. ¿Alberto Sordi?
Simplemente me divertí muchísimo a su lado cuando nos marchamos a Australia a
hacer una película juntos. En verdad, por muchos hombres que me pretendieron
sólo hubo uno del que estuve enamorada, el único: el
director Pasquale Squitieri".
Pero no se casaron y fueron pareja desde 1975, acabado su entonces ya
desgraciado matrimonio, hasta 2003. Fueron padres de una niña, Claudia. Que no
hubiera enlace entre ellos sin duda fue porque Pasquale ya tenía esposa y tres
hijos y por las razones que existieran no llegaron a legalizar su relación.
Prosiguiendo recuerdos de sus mejores filmes, citamos El fabuloso mundo del circo que se rodó en
Madrid con un excepcional protagonista: John Wayne. Las
escenas tuvieron lugar en el parque del Retiro. Los productores consiguieron
permiso de las autoridades para que el estanque fuera totalmente vaciado. Y ya
encima fue donde se instaló la zona circense. Aquello acaeció en 1964.
La
chica de la maleta fue otra interesante cinta en la
que participó Claudia. Y en 1978, cuando su nombre ya iba un tanto
desvaneciéndose de los grandes repartos, intervino en Fitzcarraldo, de Werner Herzog. Si no
por el éxito, pues la crítica no la consideró en general de su agrado,
citamos Las petroleras, otra película
que Claudia Cardinale hizo muy gustosa, porque compartió protagonismo con su
admirada Brigitte Bardot. La prensa de la época, 1971, jugó con
sus iniciales abreviadas, así: B.B enfrentada a C.C. Todo ello porque en una de
las secuencias se peleaban con auténtica furia. Las
petroleras se filmó en Almería en la mayoría de las secuencias.
En la llamada "Capital española del cine", sobre todo del género
western, estuvo Claudia Cardinale en otra ocasión, año 1968, para rodar Hasta que llegó su hora, a las órdenes de Sergio Leone, en el personaje de una prostituta que
abandona un hotel supuestamente de Nueva Orleans, acabando como una heroína del
matriarcado norteamericano. Allí, en Almería, confesó sentirse muy contenta.
Tuvo un simpático y generoso gesto: aceptó presidir una de las mesas petitorias
en una jornada a favor de la lucha contra el cáncer.
Si con Brigitte nunca tuvo problemas, aun siendo una conflictiva mujer,
sobre todo con los periodistas (doy fe porque estuve con ella y sólo entrecrucé
un par de frases, mientras me decía que si no la dejaba en paz se iba de
Marbella), en cambio Claudia confesó que Mónica Vitti era
casi una enemiga "porque no aceptaba que ninguna otra actriz, como yo, le
hiciera sombra".
Hubo una temporada en
la que Claudia Cardinale se cansó de trabajar en el cine europeo, donde se la
trataba casi siempre como un "sex-symbol" dejando de lado el talento
del que ella hizo gala.
En Hollywood no tuvo éxito
Intentó abrirse camino en Hollywood, pero la experiencia no le fue del todo
afortunada. Culpa de ello es que no hablaba inglés y si lo intentó no fue
suficiente para que en Hollywood la tuvieran en cuenta. Entre las películas que
rodó allí estaba una de las secuelas de La pantera rosa,
con un siempre elegante y displicente David Niven, quien tras conocerla, la
piropeó del siguiente modo": "Después del descubrimiento de los
espaguetis, tú eres la mayor invención italiana".
A título anecdótico, la notoriedad de Claudia Cardinale traspasó su profesión
de actriz, al aparecer fotografiada en la portada del álbum de Bob Dylan
"Blonde On blonde". Al cabo de cierto tiempo, esa imagen se retiró
del disco. Imaginamos tras la oportuna acción judicial de un abogado de C.C. Y es que Claudia Cardinale
tenía ya ganado un indiscutible prestigio obtenido tras ser dirigida por los
más destacados realizadores: aparte del ya citado Fellini y Visconti,
Bolognini, Zurlini, Monicelli y tantos otros.
Las últimas películas de C.C. ya fueron en los primeros años del nuevo siglo
XXI. Una de ellas, fechada en 2012, por Fernando Trueba, El artista y la modelo. Y otras: La isla del perdón y Todos los caminos conducen a Roma. Ya en ese
decenio, retirada por completo de su actividad, la vi en el madrileño Retiro
firmando ejemplares de uno de sus libros. Su rostro evidenciaba el inexorable
paso del tiempo pero todavía vislumbré el brillo de su mirada y la amplia
sonrisa que tantas veces iluminó la pantalla.
Ha muerto en París, donde vivía en los
últimos años. Aunque adoraba Roma y tuvo el privilegio de tener una lujosa
vivienda en la histórica Vía Appia, prefería residir en la capital francesa
donde, aun siendo aún recordada, gozaba de mayor intimidad. Sus dos hijos
(Patrick, arquitecto y Claudia dedicada al mundo del cine) estuvieron junto a
ella antes de expirar. Cabe añadir que aparte de su legado cinematográfico tuvo
una actividad reivindicativa apoyando los derechos de la mujer y de los
homosexuales.
Heraldo de Soria, 14 de
septiembre de 2025
https://www.heraldodiariodesoria.es/soria/250914/202767/escritor-vasco-escribe-sobre-soria-sobre-politico-liberal-ejecutado-martir-libertad.html
El escritor vasco que escribe
sobre Soria, ahora sobre un político liberal ejecutado: «Fue un mártir de la
libertad»
José Andrés Álvaro, tras dedicar un libro a Dionisio Ridruejo, quiere dar a
conocer la figura de Santiago Manzanares
Tras ‘La flecha que me asignó Cupido’
(2017) y ‘Dionisio Ridruejo, un soriano en el corazón del Estado’ (2025),
el profesor José Andrés Álvaro Ocáriz, nacido en San Sebastián,
ha publicado un nuevo libro de temática soriana. En este caso,
acerca al lector la vida del militar liberal soriano Salvador
Manzanares, nacido en Bretún en 1788 y ejecutado en Estepona (Málaga) en
1831. El título de la obra: ‘Santiago Manzanares, mártir de la
libertad’.
Todo comenzó, explica su autor, «al
escribir el libro sobre Dionisio Ridruejo. Hice una excursión por
Tierras Altas y caí en Bretún para visitar la Fundación
Vicente Marín donde me hablaron de la figura de Salvador
Manzanares». A partir de ahí, «empecé a investigar sobre su vida y decidí
que había que darlo a conocer» apuntando que «nos olvidamos de
figuras importantes que han salido de Soria haciendo un flaco favor a
la historia de la provincia».
José Andrés Álvaro explica que «además
de la documentación de la Fundación Vicente Marín encontré dos
asociaciones en Málaga que realizan recreaciones históricas que recuerdan,
entre otros episodios, que Manzanares murió allí. Además, era muy
amigo del general José María Torrijos».
El autor explica que «Salvador
Manzanares Fernández fue un militar liberal soriano cuya vida resume
los ideales, fracasos y esperanzas del movimiento liberal de la primera mitad
del siglo XIX». No en vano, continúa, «nació en pleno reinado de Carlos III,
y fue ejecutado en Estepona tras un intento desesperado de insurrección
contra el absolutismo de Fernando VII» por lo que, en su opinión,
«Manzanares representa la figura del héroe trágico cuya
fidelidad a unos principios le condujo a la muerte».
Con esta obra, asevera, «me gustaría
rescatar del olvido la figura de Salvador Manzanares, reconstruyendo su
trayectoria vital e ideológica». El objetivo, apostilla, «es realizar una aproximación
biográfica, histórica y crítica, que pretende situar al personaje dentro
del complejo entramado político de su tiempo, pero también poner de
relieve la dimensión simbólica de su acción: la resistencia liberal como
acto de fe en la libertad frente al autoritarismo institucionalizado».
Y es que Manzanares «fue
contemporáneo de acontecimientos decisivos como la Guerra de
la Independencia Española (1808-1814), el Trienio Liberal (1820-1823)
y la posterior década absolutista, dominada por la represión, el
exilio y las conspiraciones». Y fue más allá ya que, según hace hincapié Álvaro,
«en cada uno de estos escenarios, Manzanares no fue un mero espectador,
sino un actor comprometido que sufrió prisión, exilio y finalmente la muerte».
La obra se estructura en siete
capítulos, que abordan cronológicamente las etapas principales de
su vida: su juventud; su participación en la Guerra de la Independencia y
su cautiverio en Francia; el exilio forzado por su vinculación con la
masonería; su participación en el Trienio Liberal; la represión absolutista y
su huida a Gibraltar; los preparativos y ejecución del intento insurreccional
de 1831 y, por último, su legado y memoria.
Desde una perspectiva histórica,
«Salvador Manzanares representa la complejidad y las contradicciones del
liberalismo español en su primera etapa. No fue una figura central en
la política nacional ni alcanzó notoriedad en los círculos de poder, pero
su relevancia radica en encarnar la lucha provincial contra el
absolutismo».
Manzanares «no sólo combatió en el campo
de batalla, sino que supo integrar la acción directa con la construcción de
redes políticas clandestinas convirtiéndolo en un ejemplo del liberalismo
insurgente, que supo aprovechar tanto las armas como las ideas para desafiar a
un sistema político opresivo», concluye el autor.
https://elmirondesoria.es/provincia/noticias/un-libro-rescata-la-figura-del-militar-liberal-soriano-salvador-manzanares
El Mirón de Soria,
2 de septiembre de 2025
Un libro rescata la figura del militar liberal soriano Salvador Manzanares
Desde Soria, 2 de
septiembre de 2025
José
Andrés Álvaro Ocáriz aborda la vida del militar liberal soriano Salvador
Manzanares en su último libro
Se trata de una
aproximación biográfica, histórica y crítica, que pretende situar al personaje
dentro del complejo entramado político de su tiempo, pero también poner de
relieve la dimensión simbólica de su acción
Con motivo del Día de la Independencia de Ucrania, tuve el placer de ser invitado por el Consulado honorario de Ucrania en Palma de Mallorca para hablar de los libros que he escrito sobre Taras Shevchenko y Lesya Ukrainka.
Muchas gracias por las atenciones que tuvieren conmigo.
Bretún recupera la figura de Salvador Manzanares,
héroe de la Guerra de la Independencia y ministro de Gobernación.
La Fundación Vicente
Marín trabaja en dar a conocer a este soriano, nacido en Bretún en 1788 y cuyo
nombre figuró en las Cortes de Madrid junto con otros personajes ilustres de la
contienda que libró a España de la invasión francesa.
Salvador Manzanares Fernández, nacido en Bretún el 18
de enero de 1788, fue ministro de Gobernación (equivalente al de Interior) del
Reino de España en 1823. Hijo del médico Francisco de Sales Manzanares,
destinado a Bretún, y de Águeda Fernández de la Magdalena, ingresó en la
Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares en 1805.
Tras la ocupación francesa de 1808, se dirigió con su
unidad a la zona libre de Valencia, desde donde organizó la resistencia frente
al ocupante. Incorporado al ejército del general Castaños, se enfrentó a los
franceses en la localidad navarra de Tudela, donde fue hecho prisionero y
deportado a Francia. En 1812 logró huir de su cautiverio y regresó a la
Península, donde desarrolló una activa labor en la definitiva expulsión de las
tropas francesas.
La vuelta al trono de Fernando VII supuso que fuese
perseguido en España por sus ideas liberales y que tuviera que huir al país
galo. Tras el triunfo del pronunciamiento liberal de Riego, en 1820, regresó
del exilio y proclamó en Pamplona la Constitución liberal de Cádiz junto a
Espoz y Mina.
Durante el llamado Trieno Liberal fue tesorero del
Ejército de Cataluña y editor del periódico 'El Indicador Catalán'. También fue
jefe político de Valencia y presidente de la Real Sociedad Económica de Amigos
del País Valenciano. En 1823, en plena invasión francesa de los Cien Mil Hijos
de San Luis, que tenía como objeto restaurar la monarquía absolutista en
España, Manzanares fue nombrado por el Gobierno liberal legítimo ministro de
Gobernación (Interior), cargo que ocupó hasta la rendición del Gobierno
liberal, sitiado en Cádiz.
Gibraltar
Desde Gibraltar, donde se había refugiado, Manzanares
viajó a Inglaterra, donde vivió como exiliado hasta 1829, cuando que regresó al
peñón para colaborar con el general Torrijos en la restauración del liberalismo
en España. En febrero de 1831 entró Manzanares en España al frente de un puñado
de hombres. Hostigado por fuerzas gubernamentales, el 7 de marzo cayó en una
emboscada y murió de un disparo, en las proximidades de Estepona (Málaga). Los
restos mortales de Manzanares y de sus compañeros de armas reposan en el
cementerio de la localidad andaluza.
Tras la muerte de Fernando VII, el nombre de
Manzanares fue colocado en un lugar de honor del hemiciclo de las Cortes, junto
a Torrijos, Mariana Pineda y Espoz y Mina. La malagueña asociación 'Manzanares
-Estepona 1831' conmemora anualmente la figura del bretunense con una
recreación histórica de su muerte violenta.
Fundación Vicente Marín
Actualmente, gracias a la mediación de la Fundación
Vicente Marín, Bretún estará asociado a partir de ahora a estas celebraciones,
así como a la reivindicación de la figura de este importante personaje
histórico originario de Tierras Altas.
Fruto de las investigaciones llevadas a cabo por el
historiador Ramón Jiménez Fraile, ha podido identificarse en Bretún el lugar de
nacimiento de Manzanares, en uno de cuyos muros fue hallado una pistola de la
época.
La intención de la Fundación Vicente Marín es dar a
conocer a partir de ahora la figura de Salvador de Manzanares, un personaje
soriano de trascendencia histórica, injustamente olvidado.