Salvador Manzanares, historia
de un héroe
Su
vida podría haber inspirado más de una novela o guion cinematográfico, con
varias fugas, guerra y exilio
José María
Guerrero, La Huella De
Salduba
Estepona
31/10/2023
05:30 Actualizado a 31/10/2023 09:18
Estamos acostumbrados a creer que los derechos y
libertades de los que disfrutamos hoy, son inherentes a nuestra propia
existencia.
En base a esta creencia, padecemos la mala memoria
necesaria para olvidar a los defensores de aquel puñado de preceptos que,
expuestos sobre el papel, formaron las primeras constituciones, las primeras
cartas magnas que otorgaban valor a la vida de hombres y mujeres, a sus
necesidades y a sus sueños, simplemente, porque eran propietarios del
derecho.
Muchos de aquellos defensores murieron por sus
creencias. Sus nombres, a menudo, resuenan por calles y plazas, de boca de
colectivos culturales que procuran rescatarlos del olvido. Vienen a mi memoria
ilustres como Rafael de Riego, Fernández Golfín, Mariana
Pineda, José María de Torrijos o
Salvador Manzanares.
La vida de Salvador Estanislao Manzanares Fernández
podría haber inspirado más de una novela o guion cinematográfico. Nacido en
Bretún (Soria), el 18 de enero de 1788, hijo del médico Francisco de Sales
Manzanares y Águeda Fernández de la Magdalena, ingresaría en la carrera
militar, en Infantería, para incorporarse posteriormente a la Academia de
Ingenieros en Alcalá de Henares.
Allí comenzaría su cercana amistad con José María de
Torrijos, de la que conservamos evidencias de su puño y letra, refiriéndose a
este como "amigo querido" y en las que se cita la cercana
relación que las esposas de ambos mantenían.
Fue amigo de José
María de Torrijos, de lo que existen evidencias de su puño y letra
Según su expediente militar, custodiado en el Archivo
Militar General de Segovia (AMGS), estando en la villa de Alcalá de Henares, en
el Regimiento Real de Zapadores Minadores, tendría noticia de los
levantamientos del 2 de mayo de 1808 en Madrid y del intento napoleónico de
controlar los cuerpos militares de España, por lo que Manzanares iniciaría una
fuga hacia Levante, para unirse a la resistencia del Ejército español.
Marcharía con las tropas españolas a luchar contra los
invasores franceses en Tudela donde, en la famosa batalla, caería preso el 23
de noviembre de 1808 y sería recluido en Dijon (Francia), escapando del
cautiverio en aquella ciudad.
Atrapado cerca de la frontera española, fue conducido
al castillo de Joux, próximo a Suiza, fortaleza de la que también escaparía,
junto con varios reclusos, perforando el techo y descolgándose con unas sábanas
por los muros (Álvarez Vázquez, M.: Salvador E. Manzanares Fernández
(1788-1831): Datos biográficos para entender la
insurrección liberal de 1831 en el Campo de Gibraltar. Instituto de
Estudios Campogibraltareños. Almoraima, 2001).
En junio de 1812 consigue volver a España e integrarse
en el Ejercito de Catalunya y después en el de Aragón. En 1815 es ascendido a
teniente coronel de Infantería, ingresando en el Estado Mayor del Ejército como
comisionado para la vigilancia de los movimientos de Napoleón en Francia (AGMS).
Volvería a Madrid en 1816 para contraer matrimonio con
María Mercedes de Guilleman, hija del fallecido Fernando Justo Antonio de
Guilleman, miembro del Consejo de Su Majestad, desempeñando distintas funciones
en las Secretarías de Estado y de la Guerra.
La joven era nieta de Antonio Adrián de Guilleman,
natural de Flandes, donde poseía señoríos y vasallajes. Del matrimonio nacería
una única hija (dato que se confirma en la Revista Nacional,
edición del 17 de octubre de 1836). Permanecería en la Academia de Ingenieros
de Alcalá de
Henares, como profesor, desde 1817.
Con el pronunciamiento de Rafael de Riego, el primero
de enero de 1820, en el pueblo sevillano de Las Cabezas de San Juan, la vida militar y política de Salvador Manzanares
cambiaría para siempre.
Posicionado del lado de los llamados liberales,
reclamaría la vigencia de la Constitución de 1812 y el fin del Antiguo Régimen
en España. Nunca mostró simpatizar con los valores republicanos,
pero sí con los del parlamentarismo, defendiendo la necesidad de que el poder,
emanado de la nación y no del rey, tomase forma en unas Cortes Generales, que
se elegirían mediante sufragio censitario.
Posicionado del
lado de los liberales, reclamaría la vigencia de la Constitución de 1812 y el
fin del Antiguo Régimen en España
Este posicionamiento lo llevó a un breve exilio
en Francia,
en 1819, hostigado por el Tribunal de la Santa Inquisición, que conocía sus
tendencias liberales. Fernando VII aceptaría la Constitución en marzo de 1820 y
la juraría el 9 de julio de aquel año.
Salvador Manzanares se incorporaría al Ejército de Catalunya, del que sería reclamado a Madrid para
formar parte de a la Junta de Organización de la Milicia Nacional, un cuerpo de
orden público que serviría a la causa liberal. Participaría en acciones para
frenar a los sediciosos que se alzaban contra el Gobierno constitucional del Trienio Liberal, como en el caso
del conocido "cura Merino". Sería nombrado jefe político de Valencia
en 1822.
En 1823, con los ejércitos de los Cien Mil Hijos de
San Luis cruzando España, por llamado de Fernando VII, que pretendía restaurar
el absolutismo, Manzanares ocuparía cargos como ministro de Guerra, brevemente,
o de Gobernación, con la distinción de "secretario de Estado y del
Despacho de la Gobernación de la Península".
En los momentos finales del Trienio Liberal, sitiado
el Gobierno en Cádiz, sufriendo una segunda invasión francesa de España, dos en
quince años, se producirían conocidas comunicaciones entre Manzanares y
Torrijos, este último, defendiendo Cartagena ya prácticamente sin recursos
económicos.
Años más tarde, la viuda de Torrijos, Luisa Sáenz de
Viniegra, daría muestras de la profunda amistad y compañerismo entre su esposo
y Manzanares, en la obra Vida del General D. José María de Torrijos
Uriarte, publicada en Madrid, en 1860.
Con la rendición de los liberales y ante la falsa
promesa de perdón general de Fernando VII, que se tornó en una persecución de
todo opositor al Antiguo Régimen, Manzanares sería detenido en Sevilla en marzo
de 1826 y conducido a Madrid.
De este cautiverio lograría, una vez más, fugarse, en
noviembre de aquel año. Desconocemos si contó con la colaboración de antiguos
compañeros que, además, podrían haber entorpecido su encausamiento, generando
retrasos en la emisión de informes respecto a su conducta como agente liberal
(AGMS). Manzanares deberá entonces exiliarse, iniciando un probable periplo que
lo llevaría a Lisboa, Londres y Gibraltar.
Desde Gibraltar y con Torrijos en la ciudad,
prepararía la insurrección. Se conoce la presencia del exministro de la
Gobernación de España en la colonia desde 1828.
Con la caída del absolutismo en Francia y la
entronización de Luis Felipe de Orleans como monarca constitucional, la nueva
revolución liberal ganaría alas y Manzanares se lanzaría a la batalla por la
Constitución española. Partiría, en repetidas ocasiones, con la intención
frustrada de sublevar Algeciras y sin posibilidad de asaltar La Línea de la
Concepción, tomaría Los Barrios la noche del 21 de febrero de 1831,
pronunciándose formalmente a favor de la Constitución.
Desconocemos por qué no marchó hacia Vejer de la
Frontera, donde le esperaban aliados.
Optó por dirigirse hacia Estepona y las estribaciones serranas de Sierra
Bermeja, camino de Ronda. Quizás pensaba capitanear la serranía desde su
cabecera, para la que Torrijos había destinado fondos en pro de su adhesión a
la causa liberal.
Lo cierto es que una conjura de alcaldes absolutistas
y fuerzas realistas de la zona, impulsados por Andrés Masegosa, haría caer
sobre Manzanares y sus hombres la hueste comandada por el teniente coronel
Ildefonso Matilde Monasterio.
Manzanares no moriría en batalla en el puerto de
Babonaque, lo haría asesinado por un cabrero de apellido Gil, en el paraje de
La Romera, donde estaba refugiado con algunos de sus hombres, esperando un
transporte pactado para regresar a Gibraltar y rehacer sus fuerzas, el 7 de
marzo de 1831. Su cadáver sería conducido, expuesto y sepultado en
Estepona.
Manzanares no murió
en batalla, sino asesinado por un cabrero
Sus hombres morirían fusilados en la playa de la
localidad pocos días después, muy cerca del arroyo de La Cala. Torrijos y sus
hombres sufrirían un destino parecido en Málaga en diciembre de aquel mismo
año. El joven esteponero Pedro Manrique estaba entre ellos. (Revista Ejército
958. Ministerio de Defensa, 2001).
En el patio primero del Cementerio Histórico de
Estepona reposa Salvador Estanislao Manzanares Fernández, héroe y defensor de
la patria, del primer modelo constitucional, junto con sus hombres, en un blanco
y discreto mausoleo.
Fue sepultado allí tras un entierro solemne celebrado
seis años después de su asesinato. Escoltado por autoridades, militares y
ciudadanos que acudieron a rendir su más sincero homenaje a los que, al fin,
descansaban dignamente.
Hoy son pocos los que recuerdan la hazaña de estos
bravos. La Asociación Cultural Manzanares Estepona 1831 y
algunos vecinos y amigos de este espacio histórico lo hacen.
Con frecuencia adecentan y guardan, para la memoria de
España y de las libertades civiles universales, este monumento, así como la
memoria de Salvador Manzanares y sus hombres, celebrando cada año sus vidas y
obra conjunta, por las calles y plazas de Andalucía, donde aún viven.