miércoles, 3 de septiembre de 2025

En Palma de Mallorca

Con motivo del Día de la Independencia de Ucrania, tuve el placer de ser invitado por el Consulado honorario de Ucrania en Palma de Mallorca para hablar de los libros que he escrito sobre Taras Shevchenko y Lesya Ukrainka.

Muchas gracias por las atenciones que tuvieren conmigo.


 



Si alguna asociación ucraniana desea programar alguna de las actividades que tengo preparadas, ya sabe que me tienen a  su entera disposición.

Si alguien desea adquirir ejemplares de mis libros de temática ucraniana, lo puede hacer a través de Amazon.











domingo, 31 de agosto de 2025

Más sobre Manzanares


 

Otro artículo sobre Salvador Manzanares

 




Bretún recupera la figura de Salvador Manzanares, héroe de la Guerra de la Independencia y ministro de Gobernación.

 

La Fundación Vicente Marín trabaja en dar a conocer a este soriano, nacido en Bretún en 1788 y cuyo nombre figuró en las Cortes de Madrid junto con otros personajes ilustres de la contienda que libró a España de la invasión francesa.

Salvador Manzanares Fernández, nacido en Bretún el 18 de enero de 1788, fue ministro de Gobernación (equivalente al de Interior) del Reino de España en 1823. Hijo del médico Francisco de Sales Manzanares, destinado a Bretún, y de Águeda Fernández de la Magdalena, ingresó en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares en 1805.

Tras la ocupación francesa de 1808, se dirigió con su unidad a la zona libre de Valencia, desde donde organizó la resistencia frente al ocupante. Incorporado al ejército del general Castaños, se enfrentó a los franceses en la localidad navarra de Tudela, donde fue hecho prisionero y deportado a Francia. En 1812 logró huir de su cautiverio y regresó a la Península, donde desarrolló una activa labor en la definitiva expulsión de las tropas francesas.

La vuelta al trono de Fernando VII supuso que fuese perseguido en España por sus ideas liberales y que tuviera que huir al país galo. Tras el triunfo del pronunciamiento liberal de Riego, en 1820, regresó del exilio y proclamó en Pamplona la Constitución liberal de Cádiz junto a Espoz y Mina.

Durante el llamado Trieno Liberal fue tesorero del Ejército de Cataluña y editor del periódico 'El Indicador Catalán'. También fue jefe político de Valencia y presidente de la Real Sociedad Económica de Amigos del País Valenciano. En 1823, en plena invasión francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis, que tenía como objeto restaurar la monarquía absolutista en España, Manzanares fue nombrado por el Gobierno liberal legítimo ministro de Gobernación (Interior), cargo que ocupó hasta la rendición del Gobierno liberal, sitiado en Cádiz.

Gibraltar

Desde Gibraltar, donde se había refugiado, Manzanares viajó a Inglaterra, donde vivió como exiliado hasta 1829, cuando que regresó al peñón para colaborar con el general Torrijos en la restauración del liberalismo en España. En febrero de 1831 entró Manzanares en España al frente de un puñado de hombres. Hostigado por fuerzas gubernamentales, el 7 de marzo cayó en una emboscada y murió de un disparo, en las proximidades de Estepona (Málaga). Los restos mortales de Manzanares y de sus compañeros de armas reposan en el cementerio de la localidad andaluza.

Tras la muerte de Fernando VII, el nombre de Manzanares fue colocado en un lugar de honor del hemiciclo de las Cortes, junto a Torrijos, Mariana Pineda y Espoz y Mina. La malagueña asociación 'Manzanares -Estepona 1831' conmemora anualmente la figura del bretunense con una recreación histórica de su muerte violenta.

Fundación Vicente Marín

Actualmente, gracias a la mediación de la Fundación Vicente Marín, Bretún estará asociado a partir de ahora a estas celebraciones, así como a la reivindicación de la figura de este importante personaje histórico originario de Tierras Altas.

Fruto de las investigaciones llevadas a cabo por el historiador Ramón Jiménez Fraile, ha podido identificarse en Bretún el lugar de nacimiento de Manzanares, en uno de cuyos muros fue hallado una pistola de la época.

La intención de la Fundación Vicente Marín es dar a conocer a partir de ahora la figura de Salvador de Manzanares, un personaje soriano de trascendencia histórica, injustamente olvidado.

sábado, 30 de agosto de 2025

Artículo sobre Salvador Manzanares

 


Salvador Manzanares, historia de un héroe

Su vida podría haber inspirado más de una novela o guion cinematográfico, con varias fugas, guerra y exilio

 

José María GuerreroLa Huella De Salduba

Estepona

31/10/2023 05:30 Actualizado a 31/10/2023 09:18

Estamos acostumbrados a creer que los derechos y libertades de los que disfrutamos hoy, son inherentes a nuestra propia existencia. 

En base a esta creencia, padecemos la mala memoria necesaria para olvidar a los defensores de aquel puñado de preceptos que, expuestos sobre el papel, formaron las primeras constituciones, las primeras cartas magnas que otorgaban valor a la vida de hombres y mujeres, a sus necesidades y a sus sueños, simplemente, porque eran propietarios del derecho. 

Muchos de aquellos defensores murieron por sus creencias. Sus nombres, a menudo, resuenan por calles y plazas, de boca de colectivos culturales que procuran rescatarlos del olvido. Vienen a mi memoria ilustres como Rafael de Riego, Fernández Golfín, Mariana Pineda, José María de Torrijos o Salvador Manzanares.

La vida de Salvador Estanislao Manzanares Fernández podría haber inspirado más de una novela o guion cinematográfico. Nacido en Bretún (Soria), el 18 de enero de 1788, hijo del médico Francisco de Sales Manzanares y Águeda Fernández de la Magdalena, ingresaría en la carrera militar, en Infantería, para incorporarse posteriormente a la Academia de Ingenieros en Alcalá de Henares. 

Allí comenzaría su cercana amistad con José María de Torrijos, de la que conservamos evidencias de su puño y letra, refiriéndose a este como "amigo querido" y en las que se cita la cercana relación que las esposas de ambos mantenían. 

Fue amigo de José María de Torrijos, de lo que existen evidencias de su puño y letra

Según su expediente militar, custodiado en el Archivo Militar General de Segovia (AMGS), estando en la villa de Alcalá de Henares, en el Regimiento Real de Zapadores Minadores, tendría noticia de los levantamientos del 2 de mayo de 1808 en Madrid y del intento napoleónico de controlar los cuerpos militares de España, por lo que Manzanares iniciaría una fuga hacia Levante, para unirse a la resistencia del Ejército español.

Marcharía con las tropas españolas a luchar contra los invasores franceses en Tudela donde, en la famosa batalla, caería preso el 23 de noviembre de 1808 y sería recluido en Dijon (Francia), escapando del cautiverio en aquella ciudad. 

Atrapado cerca de la frontera española, fue conducido al castillo de Joux, próximo a Suiza, fortaleza de la que también escaparía, junto con varios reclusos, perforando el techo y descolgándose con unas sábanas por los muros (Álvarez Vázquez, M.: Salvador E. Manzanares Fernández (1788-1831): Datos biográficos para entender la insurrección liberal de 1831 en el Campo de Gibraltar. Instituto de Estudios Campogibraltareños. Almoraima, 2001).

En junio de 1812 consigue volver a España e integrarse en el Ejercito de Catalunya y después en el de Aragón. En 1815 es ascendido a teniente coronel de Infantería, ingresando en el Estado Mayor del Ejército como comisionado para la vigilancia de los movimientos de Napoleón en Francia (AGMS). 

Volvería a Madrid en 1816 para contraer matrimonio con María Mercedes de Guilleman, hija del fallecido Fernando Justo Antonio de Guilleman, miembro del Consejo de Su Majestad, desempeñando distintas funciones en las Secretarías de Estado y de la Guerra. 

La joven era nieta de Antonio Adrián de Guilleman, natural de Flandes, donde poseía señoríos y vasallajes. Del matrimonio nacería una única hija (dato que se confirma en la Revista Nacional, edición del 17 de octubre de 1836). Permanecería en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares, como profesor, desde 1817.

Con el pronunciamiento de Rafael de Riego, el primero de enero de 1820, en el pueblo sevillano de Las Cabezas de San Juan, la vida militar y política de Salvador Manzanares cambiaría para siempre. 

Posicionado del lado de los llamados liberales, reclamaría la vigencia de la Constitución de 1812 y el fin del Antiguo Régimen en España. Nunca mostró simpatizar con los valores republicanos, pero sí con los del parlamentarismo, defendiendo la necesidad de que el poder, emanado de la nación y no del rey, tomase forma en unas Cortes Generales, que se elegirían mediante sufragio censitario. 

Posicionado del lado de los liberales, reclamaría la vigencia de la Constitución de 1812 y el fin del Antiguo Régimen en España

Este posicionamiento lo llevó a un breve exilio en Francia, en 1819, hostigado por el Tribunal de la Santa Inquisición, que conocía sus tendencias liberales. Fernando VII aceptaría la Constitución en marzo de 1820 y la juraría el 9 de julio de aquel año. 

Salvador Manzanares se incorporaría al Ejército de Catalunya, del que sería reclamado a Madrid para formar parte de a la Junta de Organización de la Milicia Nacional, un cuerpo de orden público que serviría a la causa liberal. Participaría en acciones para frenar a los sediciosos que se alzaban contra el Gobierno constitucional del Trienio Liberal, como en el caso del conocido "cura Merino". Sería nombrado jefe político de Valencia en 1822.

En 1823, con los ejércitos de los Cien Mil Hijos de San Luis cruzando España, por llamado de Fernando VII, que pretendía restaurar el absolutismo, Manzanares ocuparía cargos como ministro de Guerra, brevemente, o de Gobernación, con la distinción de "secretario de Estado y del Despacho de la Gobernación de la Península". 

En los momentos finales del Trienio Liberal, sitiado el Gobierno en Cádiz, sufriendo una segunda invasión francesa de España, dos en quince años, se producirían conocidas comunicaciones entre Manzanares y Torrijos, este último, defendiendo Cartagena ya prácticamente sin recursos económicos. 

Años más tarde, la viuda de Torrijos, Luisa Sáenz de Viniegra, daría muestras de la profunda amistad y compañerismo entre su esposo y Manzanares, en la obra Vida del General D. José María de Torrijos Uriarte, publicada en Madrid, en 1860.

Con la rendición de los liberales y ante la falsa promesa de perdón general de Fernando VII, que se tornó en una persecución de todo opositor al Antiguo Régimen, Manzanares sería detenido en Sevilla en marzo de 1826 y conducido a Madrid. 

De este cautiverio lograría, una vez más, fugarse, en noviembre de aquel año. Desconocemos si contó con la colaboración de antiguos compañeros que, además, podrían haber entorpecido su encausamiento, generando retrasos en la emisión de informes respecto a su conducta como agente liberal (AGMS). Manzanares deberá entonces exiliarse, iniciando un probable periplo que lo llevaría a Lisboa, Londres y Gibraltar.

Desde Gibraltar y con Torrijos en la ciudad, prepararía la insurrección. Se conoce la presencia del exministro de la Gobernación de España en la colonia desde 1828. 

Con la caída del absolutismo en Francia y la entronización de Luis Felipe de Orleans como monarca constitucional, la nueva revolución liberal ganaría alas y Manzanares se lanzaría a la batalla por la Constitución española. Partiría, en repetidas ocasiones, con la intención frustrada de sublevar Algeciras y sin posibilidad de asaltar La Línea de la Concepción, tomaría Los Barrios la noche del 21 de febrero de 1831, pronunciándose formalmente a favor de la Constitución. 

Desconocemos por qué no marchó hacia Vejer de la Frontera, donde le esperaban aliados. Optó por dirigirse hacia Estepona y las estribaciones serranas de Sierra Bermeja, camino de Ronda. Quizás pensaba capitanear la serranía desde su cabecera, para la que Torrijos había destinado fondos en pro de su adhesión a la causa liberal. 

Lo cierto es que una conjura de alcaldes absolutistas y fuerzas realistas de la zona, impulsados por Andrés Masegosa, haría caer sobre Manzanares y sus hombres la hueste comandada por el teniente coronel Ildefonso Matilde Monasterio. 

Manzanares no moriría en batalla en el puerto de Babonaque, lo haría asesinado por un cabrero de apellido Gil, en el paraje de La Romera, donde estaba refugiado con algunos de sus hombres, esperando un transporte pactado para regresar a Gibraltar y rehacer sus fuerzas, el 7 de marzo de 1831. Su cadáver sería conducido, expuesto y sepultado en Estepona. 

Manzanares no murió en batalla, sino asesinado por un cabrero

Sus hombres morirían fusilados en la playa de la localidad pocos días después, muy cerca del arroyo de La Cala. Torrijos y sus hombres sufrirían un destino parecido en Málaga en diciembre de aquel mismo año. El joven esteponero Pedro Manrique estaba entre ellos. (Revista Ejército 958. Ministerio de Defensa, 2001).

 

En el patio primero del Cementerio Histórico de Estepona reposa Salvador Estanislao Manzanares Fernández, héroe y defensor de la patria, del primer modelo constitucional, junto con sus hombres, en un blanco y discreto mausoleo. 

Fue sepultado allí tras un entierro solemne celebrado seis años después de su asesinato. Escoltado por autoridades, militares y ciudadanos que acudieron a rendir su más sincero homenaje a los que, al fin, descansaban dignamente. 

Hoy son pocos los que recuerdan la hazaña de estos bravos. La Asociación Cultural Manzanares Estepona 1831 y algunos vecinos y amigos de este espacio histórico lo hacen. 

Con frecuencia adecentan y guardan, para la memoria de España y de las libertades civiles universales, este monumento, así como la memoria de Salvador Manzanares y sus hombres, celebrando cada año sus vidas y obra conjunta, por las calles y plazas de Andalucía, donde aún viven.

Salvador Manzanares, mártir de la libertad


 

La historia del liberalismo español está tejida con los nombres de grandes figuras políticas, militares y pensadores que, en condiciones adversas, apostaron por transformar un país anclado en el absolutismo en una nación de ciudadanos libres. Sin embargo, muchos de estos protagonistas han quedado relegados a los márgenes de la memoria colectiva. Uno de ellos es Salvador Manzanares Fernández (1788–1831), un militar liberal soriano cuya vida resume, en buena medida, los ideales, fracasos y esperanzas del movimiento liberal durante la primera mitad del siglo XIX. Nacido en la localidad de Bretún (Soria) en pleno reinado de Carlos III, y ejecutado en Estepona tras un intento desesperado de insurrección contra el absolutismo de Fernando VII, Manzanares representa la figura del héroe trágico cuya fidelidad a unos principios le condujo, finalmente, a la muerte.

En esta obra nos proponemos rescatar del olvido la figura de Salvador Manzanares, reconstruyendo su trayectoria vital e ideológica. Se trata de una aproximación biográfica, histórica y crítica, que pretende situar al personaje dentro del complejo entramado político de su tiempo, pero también poner de relieve la dimensión simbólica de su acción: la resistencia liberal como acto de fe en la libertad frente al autoritarismo institucionalizado.

La vida de Manzanares se enmarca en un período especialmente convulso para la Historia de España: desde los últimos años del Antiguo Régimen hasta el fracaso de las expediciones liberales de la década de 1830. Fue contemporáneo de acontecimientos decisivos como la Guerra de la Independencia Española (1808–1814), el Trienio Liberal (1820–1823) y la posterior década absolutista, dominada por la represión, el exilio y las conspiraciones. En cada uno de estos escenarios, Manzanares no fue un mero espectador, sino un actor comprometido que sufrió prisión, exilio y finalmente la muerte por mantenerse fiel a la causa constitucional.

Su historia personal es también la historia de una generación frustrada, diezmada por la represión, pero fundamental en la configuración del liberalismo posterior. A pesar de ello, su nombre ha permanecido ausente de la mayoría de manuales de Historia general. Sólo algunos estudios o trabajos especializados en las expediciones liberales del sur de España lo mencionan brevemente. Esta falta de atención historiográfica contrasta con la relevancia simbólica de su última acción militar en 1831, cuando intentó —junto con otros exiliados— tomar varias localidades del Campo de Gibraltar y la Costa del Sol, siendo finalmente capturado y ejecutado en Estepona. Este intento, aunque fracasado, anticipó el clima de insurrección que culminaría con la consolidación de un régimen liberal moderado.

La obra se estructura en siete capítulos, que abordan cronológicamente las etapas principales de su vida: su juventud; su participación en la Guerra de la Independencia y su cautiverio en Francia; el exilio forzado por su vinculación con la masonería; su participación en el Trienio Liberal; la posterior represión absolutista y su huida a Gibraltar; los preparativos y ejecución del intento insurreccional de 1831 y, por último, el legado y memoria de su figura.

Nuestro propósito es reivindicar a Salvador Manzanares como un símbolo del compromiso liberal en tiempos de persecución, y también como un ejemplo de coraje político y fidelidad a unos ideales en una época de traiciones y oportunismos.  Pretendemos no sólo llenar un vacío historiográfico, sino también contribuir a una comprensión más completa de la lucha liberal en España, reconociendo la pluralidad de sus protagonistas y las múltiples formas que adoptó la resistencia contra el absolutismo.

Queremos dar las gracias a todos ustedes que se acercan a este libro. Que puedan conocer mejor la vida y la labor que llevó a cabo este militar liberal que hizo suyas estas palabras de Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.”


 

Salvador Manzanares Fernández fue, ante todo, un hombre comprometido con las ideas de libertad y justicia que marcaron una época convulsa en la Historia de España. Nacido en 1788 en la localidad soriana de Bretún, su vida transcurrió en un contexto de grandes transformaciones políticas y sociales, desde el absolutismo decimonónico hasta las primeras olas de liberalismo que pretendían transformar el país.

Su ingreso en el ejército en 1805 coincidió con el estallido de la Guerra de la Independencia contra Napoleón, donde Manzanares vivió de cerca la brutalidad del conflicto y la fragilidad de las instituciones. Su cautiverio en Francia y su posterior fuga son muestras del temple y la determinación que acompañaron toda su trayectoria.

Al terminar la guerra, el retorno del absolutismo supuso para Manzanares un duro revés. Fue perseguido por sus ideas liberales, lo que le obligó al exilio en Francia. Sin embargo, lejos de renunciar, continuó desde el extranjero organizando y promoviendo la resistencia contra el régimen autoritario de Fernando VII.

Su papel durante el Trienio Liberal (1820–1823) y, especialmente, en el exilio en Gibraltar y las conspiraciones contra la restauración absolutista, muestran un hombre que no sólo fue militar, sino también un ideólogo y líder político. La colaboración con compañeros como el general Torrijos fue clave en sus expediciones para intentar derrocar el régimen y reinstaurar la libertad constitucional.

Finalmente, su captura y ejecución en Estepona en 1831 fueron el trágico epílogo de una vida entregada a la causa liberal, pero también el inicio de un legado que perduraría en la memoria histórica española y en la lucha por la libertad.

Desde una perspectiva histórica, Salvador Manzanares representa la complejidad y las contradicciones del liberalismo español en su primera etapa. No fue una figura central en la política nacional ni alcanzó notoriedad en los grandes círculos de poder, pero su relevancia radica en encarnar la lucha provincial, popular y militar contra el absolutismo.

Manzanares no sólo combatió en el campo de batalla, sino que supo integrar la acción directa con la construcción de redes políticas clandestinas. Esto lo convierte en un ejemplo del liberalismo insurgente, que supo aprovechar tanto las armas como las ideas para desafiar a un sistema político opresivo.

Su figura ha sido reivindicada por historiadores liberales y modernos estudios académicos como una pieza clave para comprender la persistencia de las corrientes progresistas en España.

Su memoria sigue siendo fuente de inspiración para la historiografía y la cultura política contemporáneas.

Los ideales que defendió Salvador Manzanares Fernández —libertad, constitucionalismo, justicia, resistencia frente a la tiranía— mantienen una sorprendente vigencia en el contexto actual. Su lucha por la instauración de un régimen constitucional y la defensa de derechos políticos fundamentales resuenan en las sociedades democráticas modernas.

Además, su experiencia nos recuerda la importancia del compromiso individual y colectivo frente a las amenazas autoritarias y el retroceso democrático. Su capacidad para unir acción militar, compromiso político y valores éticos constituye un modelo para quienes creen en la defensa de la libertad desde todos los ámbitos.

En un mundo donde la democracia enfrenta nuevos retos, la memoria de figuras como Manzanares nos invita a reflexionar sobre la necesidad de vigilancia, coraje y perseverancia para preservar los derechos conquistados y ampliar la justicia social.

En definitiva, Salvador Manzanares Fernández no es sólo un personaje histórico, sino un símbolo atemporal de la lucha por la dignidad y la libertad. Su vida y obra continúan inspirando a generaciones que aspiran a construir sociedades más justas, libres y democráticas.


El libro se puede adquirir en Amazon, tanto en formato libro como en formato e-book.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Manolo de la Calva

 


Se nos ha muerto Manolo de la Calva, la mitad de ese Dúo Dinámico que nos ha acompañado a lo largo de su vida.

En su memoria, éste es un artículo que aparecía en Libertad Digital;

Manuel de la Calva: 'Resistiré' fue el lema de sus últimos años

Manuel de la Calva, integrante del Dío Din´mico, ha fallecido a los 88 años. Fue un hombre de carácter nada egocéntrico, sencillo, atento y cercano.

Gtres

¿Cómo era Manuel de la Calva Diego, barcelonés de ochenta y ocho años que acaba de morir en el hospital Anderson de Madrid, a causa de un proceso pulmonar. Trataremos de apuntar aspectos de su interesante personalidad a lo largo de tanto tiempo.

Fundamentalmente, pese a su aspecto a primera vista algo adusto, quizás introvertido, se escondía un hombre de carácter nada egocéntrico: sencillo, atento, cercano. Por cuantos éxitos conseguidos como componente del Dúo Dinámico hubiera podido vanagloriarse siempre. Nunca lo vimos envanecido. Tuvo unas cuantas novias, lo asediaban -igual que a Ramón, su compañero- quinceañeras enamoradas de ellos y sus canciones. Pero cuando formó una familia nunca les conocimos a ambos otras mujeres que sus esposas. Manolo, que así lo llamaban familiarmente, fue absolutamente fiel, que sepamos, a Mirna, su encantadora esposa, y un padre ejemplar.

Nacido en Barcelona el 15 de febrero de 1937, Manuel de la Calva vino al mundo en plena guerra civil. Manuela, se llamaba su madre, Manuel su padre. En vísperas de que llegara al mundo, hubo el primer bombardeo en la Ciudad Condal y aquella, ya nacido el niño, lo llevaba más de una vez al refugio de la plaza de Urquinaona. Confió a una vecina: "Si tengo que morir que sea con mi hijo en brazos". Afortunadamente, concluida la contienda, la familia de la Calva hubo de adaptarse a las muchas necesidades de la postguerra. El progenitor entró en la Guardia Urbana en el Ayuntamiento barcelonés, y hacía horas extra como taquillero y acomodador en el cine Atlanta. Manuel tuvo un hermano. Y de chico y adolescente pasó muchas calamidades en su hogar. Cuando lo conocí, le propuse que me contara cosas de su vida. Recojo parte de aquellas confesiones.

"Provengo de una familia modesta. Con los chicos de mi barrio yo era "el jefe de la pandilla". Cometía toda clase de fechorías y volvía a casa lleno de rasguños y golpes, y mi padre encima me daba palizas a diario. Estudiaba con los Escolapios, sujeto a una gran disciplina pero yo me la saltaba con frecuencia y me escapaba de casa. ¿Mi afición musical? Cantaba en el coro del colegio, participando en la Santa Misa, pero si darle importancia puesto que lo mío era jugar y hacer travesuras constantemente. Mi padre me obligó a aprender a nadar, inscribiéndome en un club. Seguí allí peleándome, sin querer desarrollarme físicamente. Hasta que a los trece años me tomé en serio la natación y fui miembro del equipo juvenil nacional de natación. Eso me permitió competir fuera de España, de lo que me sentí orgulloso, durante cuatro años"

Manuel de la Calva me permitió acceder a sus primeros escarceos amorosos: "Con once años yo estaba muy desarrollado físicamente. En la playa conocí a una bailarina de flamenco, llamada Lola, que fue mi primera novia. Si así puede llamarse. Estuvimos tres meses viéndonos. Me enseñó a ver la vida con toda la realidad posible a mi edad, pues ella tenía veintidós años. Sentí miedo. Tomamos mucha confianza. Al separarnos, creí que era el fin del mundo. Un amor imposible, que guardé para mí, pues aun considerando que yo era abierto de carácter, me mostré introvertido y reservado con es historia. Fue un bonito cuento de hadas".

Manuel de la Calva y Ramón Arcusa con Federico JIménez Losantos

Corría el año 1957 cuando Manuel de la Calva fundó un cuarteto de jazz con unos amigos"Ellos sí que interpretaban piezas de ese género siendo yo el que peor cantaba pero en ese club privado recuerdo que iban a vernos y a escucharnos unos músicos consagrados como Tete Montoliú y Ramón Farrán. Aquello me costaba algún dinero, pero espiritualmente me sirvió de mucho al sentir el jazz con toda intensidad"

Por otra parte, Manuel de la Calva había entrado a trabajar en una fábrica de aviación como aprendiz, donde coincidió con Ramón Arcusa. Ambos estudiaban peritaje industrial. En la fábrica cobraban según ambos, una miseria: mil pesetas al mes, que entregaban en casa. Cuando recordamos esos años, finales de la década de los 50, hemos de puntualizar que en general, jóvenes veinteañeros como ellos no llegaban ni por asomo a percibir esa cantidad, aunque en Barcelona, existía un nivel económico algo más elevado que en el resto del país.

Manuel de la Calva simpatizó pronto con Ramón Arcusa pues además de compartir problemas laborales en aquella fábrica Elizalde, les unía su pasión musical. Y como de vez en cuando ensayaban canciones de Elvis Presley y Paul Anka, entre otras estrellas del rock, accedieron a actuar para sus compañeros en una fiesta de Navidad de 1958. Fue el germen de lo que meses más tarde los llevó, tras su éxito inicial, a abandonar la fábrica y dedicarse a actuar con el sobrenombre de Dúo Dinámico. Pero ese historial, lo dejamos aparte para proseguir con otras pinceladas periodísticas sobre Manuel de la Calva.

Ya apuntaba el propio Manuel que fue novio primerizo cuando era todavía un niño. Y así, el adolescente y luego joven mantuvo más contactos con chicas. Se le daba bien ligar. Entre muchas muchachas que acabaron en sus brazos, hemos encontrado en las páginas de una publicación el nombre de una rubia llamada María del Carmen Irisarri, con la que apareció fotografiado a principios de 1960. Era el comienzo discográfico del Dúo Dinámico. Por entonces se creó un club de "fans" con su nombre. Sólo había otro, el que aglutinaba las admiradoras de un buen intérprete melódico, José Guardiola. Puede suponerse que más de una de aquellas "dinámicas" acabara enamorándose de Manuel (y de Ramón, por supuesto).

Con el paso de los años, Manuel de la Calva no quería frivolizar tales amistades. Y todo cambiaría para él cuando conoció a Mirna Carvajal. Corría el mes de abril de 1968. Y en Barcelona, ambos se encontraron circunstancialmente. La atractiva colombiana no sabía quién era Manuel, acaso le sonarían canciones del Dúo Dinámico, pero el caso es que el amor entre ambos surgió repentinamente sin que mediara por medio la popularidad del músico y cantante.

La relación entre los dos fue tan apasionada que, cinco meses más tarde, el 23 de septiembre de 1972, la pareja contrajo matrimonio. Mirna aportó una hija de una anterior relación, Vicky, a la que Manuel siempre quiso como hija propia. Más adelante tuvieron un varón, Daniel. Vicky ha ejercido su profesión de diseñadora de joyas. Daniel, es ilustrador.

Nunca a este matrimonio se les conoció crisis sentimental de ningún tipo. Mirna ha estado siempre unida a Manuel; es una mujer sencilla, de carácter amable. Ha acompañado a Manuel en muchos de sus desplazamientos. Lo echaba de menos si tenía él que cumplir sus contratos fuera de casa.

Una alarma surgió en el hogar de los de la Calva el año 2007. A Manuel le diagnosticaron un cáncer de colon. Cuando tras una operación salió adelante, manifestó: "Si no hubieran descubierto mi mal a tiempo a estas horas no podría contarlo. Esto me ha hecho recapacitar para llevar una vida distinta y no querer llevar siempre la razón". Y en adelante, Manuel continuaría superando algún otro contratiempo. Siempre con un lema: resistiré. Como el título de la canción a la que puso música a un texto de Carlos Toro, excelente articulista deportivo y letrista de varios centenares de melodías.

Tras una larga época en la que el Dúo Dinámico se retiró de los escenarios y los discos, mientras Ramón Arcusa trabajaba para Emi-Odeón y luego se fue a Miami a colaborar con Julio Iglesias, Manuel de la Calva entró en otra empresa discográfica, Columbia, donde hizo de productor y relaciones públicas, amén de componer para varios artistas. Siempre fue muy trabajador. El ocio no fue nunca con él. Cuento una anécdota personal para insistir que no era nada divo, sino un tipo de lo más sencillo. En cierta ocasión, no contando con botones o persona alguna en el despacho de Columbia, Manuel se desplazó hasta mi domicilio para entregarme un sobre que contenía el billete de avión que yo esperaba para desplazarme a Londres, con objeto de hacer un reportaje a un artista de esa discográfica. No estaba yo en casa y fue mi madre quien abrió la puerta a Manuel. Quiso darle una propina, desconociendo, la pobre, la identidad de mi amigo. Quien sonriente, se disculpó, bajando a pie los cuatro pisos de mi vivienda, sin ascensor. Al comentarle días después aquel gesto, Manuel de la Calva le quitó toda la importancia. ¿Obraría así, como él, otro grande de la música?

He sentido mucho tu marcha, Manolo, como tantos millones de españoles.