Cuando, hace doce años, escribí mi libro sobre Antonio Tovar, me escribió Julio Merino, con quien compartí, posteriormente, la creación de mi libro sobre el Gran Capitán. Desde entonces, han sido frecuentes nuestros correos.
En su fallecimiento, como homenaje, vayan estos dos artículos. El primero , aparecido en Libertad digital:
https://www.libertaddigital.com/cultura/2025-01-26/jesus-fernandez-ubeda-muere-julio-merino-subdirector-de-pueblo-y-rapsoda-de-sophia-loren-7211892/
Muere Julio
Merino, subdirector de 'Pueblo' y rapsoda de Sophia Loren
Premio Nacional de Teatro, el Nacional de
Ensayo o el Juan Valera, el pe
Me cuentan que ha
muerto Julio Merino, un periodista de la vieja escuela, tenaz,
raposo, apasionado, rondando los 85 años, en el Hospital Cruz Roja de Córdoba,
por culpa de una insuficiencia respiratoria. Estudió Magisterio, pero su
vocación hervía en las redacciones de los periódicos: ejerció en el Arriba y en el Diario SP; fue la
mano derecha de Emilio Romero en el
vespertino Pueblo, esa corte de los milagros
en la que forjaron su leyenda Raúl del Pozo, Arturo Pérez-Reverte, Raúl Cancio, José María García, José María Carrascal o José Luis Balbín, entre tantos otros primeros espadas
del gremio nuestro; dirigió la agencia Pyresa, El
Imparcial y el Diario de Barcelona,
amén del semanario El Heraldo Español,
del que fue fundador; formó parte del equipo de Butano en
la Cope y en Onda Cero y, finalmente, colaboró en algunos digitales. Escribió,
entre novelas, ensayos y obras de teatro, más de cien obras. Fue galardonado
con el Premio Nacional de Teatro, el Nacional de Ensayo o el Juan Valera. Era de extrema derecha. Quizá por ello ningún periódico
nacional se ha hecho eco de su embarque en el crucero de Caronte. Y me da mucha
pena, la verdad.
·
Merino, fumador con galones, de los de
la liga de Sabina, pasó los últimos años de su
vida conectado a una máquina de oxígeno por culpa de un estigma permanente que
le dejó la covid-19. Fue la diestra de Romero en Pueblo entre 1969 y 1975 y, por ende, uno de los principales responsables del enorme éxito del periódico
de los sindicatos verticales. Su testimonio fue indispensable en la
elaboración de Nido de piratas (Debate,
2023). Siempre le agradeceré sus audiencias, tanto personales como telefónicas,
y el interés que mostró por la gestación y el porvenir de mi libro.
Merino era el último subdirector de Pueblo que quedaba con
vida y, en su casa de Córdoba, me transmitió su fervor por el
oficio y me ofreció un bufé de nombres, fechas y acontecimientos claves para
entender mejor la historia y el funcionamiento de aquel fabuloso diario que
tenía como lema, según Miguel Ors, "Sorprender al lector y desazonar a la competencia".
Recupero, a modo de homenaje, dos de las anécdotas más divertidas que me contó
el periodista de Nueva Carteya.
Me decía Julio Merino:
Había
cosas que no habían sucedido, pero las tenías que dar.
Y eso era una obra de arte. Por ejemplo: había empezado la guerra del Yom Kippur entre Israel y Egipto. Al
principio, Israel siempre iba ganando pero, en uno de esos días, Egipto le pegó
una paliza a Israel. Yo tenía de redactor jefe al que, para mí, ha sido el
periodista más completo de todos los que he conocido: Fernando Latorre. (…) Fernando montó en mi despacho un
mapa de la zona y, con chinchetas de colores, iba marcando dónde estaban las
unidades de combate, brigadas, divisiones, etcétera. Llevaban cuatro días de
guerra, iba perdiendo Israel y dijo Fernando: 'Esto no puede ser. Como les
cojan aquí, se les meten en casa todas las milicias. Tienen que atacar por el
sur, y seguro que atacan por aquí y por allá'. Entonces, titulamos: 'Israel
ataca a Egipto por el sur y conquista la zona tal'. No había ocurrido. Era un disparate, una locura. Con
esa portada subí a despachar con el director (Romero). Cuando lo vio, se
sorprendió y me preguntó: 'Coño, ¿esto cuándo ha sido?'. 'Esto… no ha sido: va
a ser'. '¡Tú estás loco! Mira, te lo voy a aceptar, pero como no se produzca,
¡ni vengas: quedas despedido! Ahora, si se produce, te hago un monumento'. Pues
se produjo.
En otra ocasión, Merino acompañó a
Romero al Hotel Palace, donde cenó con, entre otros, Sophia Loren. La actriz preguntó a los comensales si
alguno conocía "La casada infiel", el poema de Lorca, y el cordobés, que se lo sabía con licencias, se
lo recitó. Entonces,
termina la cena y, en la salida, ante los ascensores, se despide de don
Emilio, me voy a despedir yo de ella y me dice: 'No, no, usted se viene conmigo'.
Miro a don Emilio, y don Emilio encogió los hombros. Y subo con doña Sophia en
el ascensor. Estaba alojada en la suite. Abre, entramos, se quita los zapatos
lanzándolos por el aire, da un salto y se tumba en la cama, con el vestido
rojo. Yo, imagínate… Y me pide otra vez que le repita 'La casada infiel'. A lo
mejor, con mis años de ahora, hubiera actuado de forma diferente, porque fui un
gilipollas. Le recité todo lo que había que recitarle. La tía da otro salto y
me dice: 'Bueno, amigo mío, por esta noche tengo bastante. Adiós.
Dios tenga en su gloria a este soberbio periodista.
https://elcierredigital.com/mas-media/muere-julio-merino-periodista-pueblo-otro-yo-jose-maria-garcia
Muere Julio Merino, el gran
periodista de 'Pueblo' y el 'otro yo' de José María García
El periodista e historiador cordobés Julio
Merino ha fallecido a los 84 años víctima de una insuficiencia respiratoria
La vida, a veces, es muy cruel. Demasiado.
Enterrar a dos grandes amigos en menos de 24 horas es más que duro. Produce un
enorme desconsuelo y amargura. Por no decir una gran tristeza.
Si ayer era el consultor Fernando
Pinedo, hoy es el periodista cordobés Julio Merino González, que ha
fallecido a los 84 años víctima de una insuficiencia respiratoria.
Qué pena, otra noche más de suma tristeza.
La de escribir de madrugada un obituario de un ser querido ante un aparato
adusto e impasible como un ordenador. Todavía no había podido estar en
soledad, ni aparcar la pena anterior, ni secar mis lágrimas y otro mazazo
sacude mi alma. Muere Julio Merino.
Se me va otro gran amigo, mi maestro en el
periodismo de trinchera, mi confidente de penas y alegrías, mi asesor en la
dura batalla mediática diaria, la persona que me ha ayudado sin fisuras en mis
libros y enelcierredigital.com. El periodista que siempre me ha
alentado a seguir con fuerza y valor en este mundo, a veces “muy canalla”, del periodismo.
Julio me enseñó a luchar contra los
cipayos del poder, contra los vendidos al Ibex 35, llámese Iberdrola o
Telefónica, por citar algunos; a no caer en el sufragado por capital mexicano o
venezolano; en definitiva, a luchar contra el periodismo en el que ni
Julio ni yo creíamos. El que en vez de enorgullecer esta profesión, a la
que amamos, la dilapida. Y desgraciadamente con el beneplácito de muchos.
Merino me enseñó a sobrevivir y a ser,
quizá, “un pancho villa” en ese periodismo adverso a la chequera fácil y al
egoísmo personal.
Sé que la vida es nacer y morir. Pero a
veces estas coincidencias luctuosas te producen un gran desasosiego personal.
Te llevan a una intranquilidad emocional. A una pena interior que ni la
escritura sobre el amigo que se va te la puede quitar.
Dos grandes amigos se han ido en 24
horas. Qué duro. Te quedas huérfano, en un mundo donde solo se premia la
maquinita de rigor, no la persona. Donde solo cuenta el interés personal, y no
valen para nada los valores humanos.
Lo que sí es de respetar es que el
escritor, periodista y académico cordobés Julio Merino se nos ha ido esta
pasada madrugada con las botas puesta. Escribiendo. Como yo a él en esta
madrugada lúgubre.
Su enfermedad pulmonar (Merino era un
fumador nato) no le alejó en ningún momento de su pasión, la de leer y
escribir, algo que hizo hasta unas pocas horas antes de morir.
Julio se ha ido con 84
años, cumpliría 85 el próximo día 5 de abril. Solo hace una semana que fui a
visitarlo a su Córdoba natal. Me había echado una gran bronca porque estas
navidades no había ido a verlo. Quizá quería despedirse de mí.
Al encontrármelo postrado en la cama, fui
yo él que he eché una bronca. “Qué haces así Julio, tú debes estar escribiendo,
con tu vinito o tu cubata”, le dije.
Al día siguiente volví a verlo. Me dijo:
“Tu visita me ha empujado a seguir viviendo”. Le regalé una botella de vino de
La Rioja. Julio, de siempre, se bebía una copita de vino en la comida y un
cubata (de ginebra y cocacola sin hielo) por las tardes, antes de escribir y
pensar.
Pero ese día ya lo encontré tocado
moralmente. Tras hablar de la actualidad y del futuro de elcierredigital.com, se
sinceró conmigo: “Juan Luis, ya no tengo ganas de vivir. Se me han agotado las
fuerzas. Nada merece la pena ya”.
Era algo drástico. Una reflexión que
curiosamente un mes antes me había expresado en una entrevista el
padre Bartolomé Rizo, el mítico cura madrileño de Puente de Vallecas, el cura
obrero, el sacerdote que puso en órbita las misas flamencas allá por 1970 ante
el temor de la cúspide de la Iglesia Católica.
“Mire usted, yo no estoy educado para este
mundo egoísta y sin valores. Yo tengo otros principios, me educaron para amar y
respetar al prójimo. Este no es mi mundo. En este, quizá, el que sobra soy
yo. Y lo que pido a San Pedro es que me lleve pronto junto a él”.
Quizá Julio Merino ya esté allí, junto a
San Pedro. O en otro lugar, donde haya jamón y vino.
Julio Merino: Una vida dedicada al periodismo
Merino nació en Nueva Carteya
(Córdoba). A los 14 años inició sus estudios de Magisterio y pronto
ejerció como maestro interino. En 1959 ya se trasladó a Madrid para ampliar
estudios y hacerse con el título de Licenciado en Pedagogía.
Lo que no consiguió, porque abandonó los
estudios tras dos cursos comunes que había entonces en la carrera de
Filosofía y Letras. En 1960 abandonó Filosofía e inició la carrera de
Periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, donde tras un
brillante expediente terminó en 1964 como número 1 de la “Promoción Tokio”.
Entre 1965 y 1973 fue profesor de la
Escuela Oficial de las asignaturas Historia del Periodismo, Agencia de
Noticias, y Estilo Periodístico. En 1966 consiguió el Premio Nacional Juan
Valera, por una biografía que hizo del escritor de Cabra, de quien más tarde
escribiría varias obras más.
En 1967 obtuvo el Premio Nacional de la
Crítica Cinematográfica por sus artículos sobre la película “¿Quién teme a
Virginia Wolf?”, por su novedad y descubrimiento psicológico de la
obra que interpretaban Richard Burton y Elizabeth Taylor.
Más tarde, en 1973, consiguió el Premio Nacional de Teatro por su obra
“La tragedia de Séneca” y un segundo puesto en el “Premio Lope de Vega”
por “Los demonios del rey Carlos, el hechizado”.
Durante la dictadura
franquista, llegó a ejercer como redactor del diario Arriba, fue
redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y
director de la agencia de noticias Pyresa. En 1978, adquirió una parte de las
acciones del diario El Imparcial y pasó a ser su director.
En diciembre de 1979 fue
nombrado director del Diari de Barcelona, uno de los
periódicos históricos de Cataluña. Fue la persona que entrevistó a
Josep Tarradellas cuando regresó del exilio a tomar
posesión de la presidencia de la Generalitat en la Transición española.
Siempre me habló maravillas de
Tarradellas: “Mira, Juan Luis, ese sí era un hombre de Estado y sabía
lo que era España", me decía. Sin embargo, no hablaba igual de Jordi
Pujol, al que no valoraba.
Luego sería fundador del
semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la
calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue también director.
Yo conocí a Julio Merino en 1996, tras la
muerte de Encarna Sánchez. Por aquellas fechas me habían apartado de la lucha
diaria. Por hacer un periodismo social, de investigación, junto a la mítica
locutora almeriense. Quizá todavía no perdonaban que Encarna, y quien esto
suscribe, destapáramos las cloacas del Ministerio de Interior, con Rafael Vera
en la época socialista de Felipe González.
Y Merino me rescató del ostracismo
radiofónico. Y me llevó junto a él para empezar a trabajar en
“Supergarcía”, como responsable de investigación con José María García en
la Cope.
Merino era, sin duda, el
‘otro’ yo del gran García. Se conocían muy bien desde los tiempos del
diario Pueblo, con Emilio Romero de director y Merino
de subdirector.
Así pues, tras la muerte
de Encarna Sánchez comencé a trabajar con ellos. Merino confió en mí.
Quería una persona joven, con ganas, con independencia, que lograra meterse en
el mundo corrupto del deporte, llámese futbol o baloncesto.
Y la primera investigación fue
destapar todos los tejemanejes del entonces todopoderoso secretario general de
la Liga de Fútbol Profesional, Jesús Samper.
Merino me envió a Huelva, donde conseguí
sacar varias propiedades que Samper tenía allí, como también otros negocios. La
investigación con “Supergarcía” le costó el puesto de mandamás de la Liga.
Entonces la gente sí dimitía por vergüenza.
Y desde ese día fuimos elaborando
muchas más investigaciones. Como los negocios oscuros del expresidente
del Real Madrid Lorenzo Sanz y su intento de gran pelotazo urbanístico
en el barrio madrileño de Alvarado, junto a Cuatro Caminos. Algo que logramos
parar. Y así, un caso tras otro.
Después Merino y García se fueron a Onda
Cero. Y allí me fui con ellos. Merino me quería. Hasta que un 7 de abril de
2002 todo acabó. García dejó el programa tras nuestras
investigaciones sobre la famosa y sospechosa nueva Ciudad Deportiva del Real
Madrid. Florentino Pérez, César Alierta y José María Azar formaban un
triunvirato demasiado peligroso y poderoso. Y Merino no calculó bien.
Siempre se lo dije a Julio: “Con lo gran
estratega que eres, en esta ocasión te has equivocado. Nos han sacado a campo
descubierto y nos han acribillado”.
Estoy seguro de que hubiéramos resistido y
ganado la batalla a este triunvirato solo con nuestra información.
Pero claro, si Merino, tras el primer zarpazo, nos hubiera retirado a las
trincheras esperando un momento propicio. Y sacar a la luz los negocios de
Florentino y su Ciudad Deportiva cuando hubiera habido un despiste del todopoderoso.
En esta ocasión, Merino, un gran admirador
de Napoleón, no calculó bien al rival. Quizá porque Julio era una persona
valiente, sin complejos.
Por ejemplo, tuvo el valor de
cortar de raíz los viajes de periodistas estrella que se iban a retransmitir
los partidos de fútbol en Roll Royce y con chófer privado; o el de quitar los
teléfonos de la redacción a algunos periodistas que los utilizaban para llamar
a líneas eróticas.
Merino tuvo que vivir muchos años con la
señal que le tatuaron por haber participado indirectamente en el Golpe de
23F desde sus medios de El imparcial y luego El
Heraldo Español.
No sé si lo hizo o no. Nunca me lo confesó
abiertamente. Siempre me dijo: “Juan Luis, no quiero escribir de política
en elcierredigital.com, porque no quiero mancharte. Tú eres
libre y Julio Merino solo es una mancha".
Julio era también un gran historiador.
Desde 1975 es miembro de la Real Academia de Córdoba. Tenía grandes libros
en su hemeroteca y siempre nos ayudó en elcierredigital.com a
destripar sagas históricas, como la de los Borbones y muchas más.
Julio tenía cataplines, tenía coraje. Y
era capaz de subir a los despachos de las plantas nobles de la cadena Cope o de
Onda Cero y enfrentarse a los directivos cara a cara. Pero tras dejar García el
micrófono, se acabó todo.
Los últimos años de Merino en Córdoba
Tras ello, Julio abandonó Madrid y se fue
a vivir los últimos años en su Córdoba natal. Quería reencontrarse con su
juventud. Allí tenía un amor perdido de sus años estudiantiles, en los que se
graduó en Magisterio en la Escuela Normal de Córdoba. Su exnovia le ayudó en su
vuelta.
Pero en estos últimos años en los
que ha vivido en Córdoba, Julio ha tenido un 'ángel de la guardia’, la
poetisa Pilar Redondo, que le ha cuidado como nadie. Yo, y todos los
que hemos querido de verdad a Julio, te lo agradecemos de corazón y
públicamente. Le pese a quien le pese te decimos: Gracias, Pilar.
En mi reciente visita a Córdoba le intenté
animar: “Julio te tienes que levantar y tienes que escribirme la historia del
diario Pueblo, la que tú viviste. La verdadera. La de la redacción
y las noches locas”. Me han dicho que sí me ha dejado escritas cosas, pero
ya la publicaremos cuando pase un tiempo de su muerte.
Por ahora, solo les diré que Merino era el
único que osaba a pasar al despacho de Emilio Romero cuando estaba en rojo el
semáforo. Y es que el entonces director de Pueblo puso
semáforos rojos y verdes a la puerta de su despacho para permitir el paso o no.
Y una vez Merino se coló.
Y allí, en el suelo, estaban Emilio Romero y Carmen Sevilla. "Y
en otra ocasión ‘don Emilio’ estaba con Sara Lezana", me confesó Julio.
Pero eso ya lo contaré otro día, porque Merino lo narra mejor que yo en sus
cuartillas.
A él le gustaba escribir a bolígrafo en un
papel. Y luego dictarlo. En su Córdoba natal, Merino escribió muchos
libros, más de cien tiene publicados. E hizo una colección de
sus Obras Completas, con 15 tomos.
En su última etapa vital su máxima
ilusión era llegar al estreno de su obra “Napoleón: Los últimos días en Santa
Elena”, que se va a representar en Nueva Cartaya, su pueblo, el
próximo 1 de febrero. Se va a interpretar en la Casa de la
Cultura, por la asociación teatral “Sierri Pedraza Bobis".
Merino ya había dejado unas palabras
escritas por si no podía acudir a la cita y se las
había entregado a su sobrino Juan Antonio, el organizador de
este acto teatral.
Desgraciadamente Merino no estará, pero
sí los amigos que le queríamos, los que le admirábamos. Allí
estaremos, querido amigo y maestro. Solo quiero agradecerte públicamente
lo que me has enseñado.
Fuiste mi maestro en este periodismo de
trinchera. El de estar todos los días al quite informativo. El de estar
permanentemente en alerta. Tanto, que Julio era capaz de llamarte y
sacarte de la cama a las cuatro de la madrugada, sus horas de
reflexionar tras sus programas radiofónicos deportivos nocturnos.
Ahora le demandarían por eso.
Tanto era tu profesionalidad, que ha
muerto con las botas puestas. Seguías escribiendo tu columna, 'El
retrovisor', para el diario La Razón, donde tu amigo, el
presidente Mauricio Casal, al que conocías de tu etapa en
Barcelona, siempre te defendió y ayudó. Y eso a pesar de que
alguien te la quiso aniquilar.
Tu marcha me hace reflexionar. Me
hace pensar en qué hacer. No sabes ya con quien compartir tu
tristeza. Contar tus proyectos, porque eres un ser temeroso ante
un prójimo del que, muchas veces, solo esperas lo peor.
Merino me decía: "el que resiste
gana". Pero ya cada vez tenemos menos fuerzas. Y muertes como la
tuya me hacen dudar de que vale seguir en esta batalla mediática. Si no
hay ideales, si no hay moral, si no hay ética, qué más da todo.
Ya nadie se exige a sí mismo, ni lo más mínimo.
Pero quizá haya que resistir. Y,
precisamente, por personas como Julio Merino haya que seguir.
Julio era de reflexionar, de descubrir la
otra cara. De escribir. Hoy ya nadie escribe. Ni los directores de
medios, que han abandonado su 'carta del director' por un simple
video o Tik Tok. Es decir, lo fácil. Pero ya lo decía Merino, se olvidan de
que “las palabras vuelan y lo escrito queda”.
Hoy, querido Julio, me toca a mí
devolverte lo mucho que has hecho por todos nosotros. Este es solo un pequeño
homenaje póstumo a tu figura, a la de un gran periodista que luchó por el
bien de la información en España.
A un hombre que, con tu sabiduría de la
vida, nos ayudaste a ser cada día más grandes en el periodismo. Era mi
deber despedirte como te merecías, para que allá donde estés
sepan quién eres y aportes todos tus excelsos conocimientos
periodísticos, históricos y literarios.
Para quienes te hemos conocido, se
nos va una magnífica persona, irrepetible y fiel en la amistad. Un
periodista que impulsaba el respeto de quienes te seguíamos, algo que
hoy se ha perdido.
Desgraciadamente, ya no te veré más.
Ni me aconsejarás más en esta vida. No sé cuándo nos veremos de nuevo. Pero te
aseguro, querido Julio, que tu recuerdo perdurará siempre imborrable en
mi memoria y en mi corazón.
Darte de nuevo las gracias por todo lo que
has hecho en vida por mí y elcierredigital.com, donde
escribiste con cariño tus últimos años. Tu entereza personal —que has
demostrado hasta en tu muerte— será la luz que nos iluminará en
el arduo y futuro camino.
Y por ti, querido y admirado
Julio, "Siempre adelante, ni un paso atrás ni para coger
impulso".
Descansa en paz, Maestro y gran amigo.
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