Hace años se solía emplear la expresión "que vienen, que vienen" cuando se acercaba determinado peligro inminente.
Para prevenir a mis lectores de cierto peligro que se les puede acercar a ellos, voy a contarles lo que me sucedió.
Estaba tranquilamente dentro de mi coche esperando en una clínica de Pamplona cuando noté un fuerte golpe en la parte trasera. Salí, vi que era un coche de autoescuela, supuse que era un alumno que estaba aprendiendo y me acerqué la ventanilla.
Cuál fue mi sorpresa cuando el volante estaba un individuo al que pregunté si era profesor de autoescuela. Me lo confirmó. No quería salir del coche a ver las consecuencias de su conducta. Logré que saliera y me dijo que la culpa de que hubiese chocado contra mí la tenía yo, por estar estacionado en ese lugar, que si yo no hubiese estado allí, él no habría chocado contra mí.
Al constatar su escasa capacidad de raciocinio, opté por no discutir más. Y pensé en qué manos están los pobres alumnos de esa autoescuela a los que les intenta enseñar semejante imbécil ( No insulto, simplemente le defino: Imbécil, según la Real Academia, es quien es poco inteligente o se comporta con poca inteligencia.)
Y no sólo pensé en los pobres alumnos de ese individuo sino en todos quienes podemos tener el tremendo riesgo de cruzarnos con un coche de esa autoescuela, ya que un autodenominado profesor de esa autoescuela ve normal saltarse el reglamento y poner en peligro la integridad física de los demás usuarios de la vía.
De ahora en adelante, cuando vea un coche de la autoescuela San Fermín, de Mendillorri, exclamaré: ¡Que viene, que viene!
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